Elsa Morante

Sólo quien ama conoce

 

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

SÓLO QUIEN AMA CONOCE

 

Sólo quien ama conoce. ¡Pobre del que no ama.

Como a miradas  no consagradas las hostias santas,

comunes y desnudas son para él las mil vidas.

Sólo a quien ama el Diverso enciende sus esplendores

y le abre la casa de los dos misterios:

el misterio doloroso y el misterio gozoso.

Yo te amo. Dichoso el instante

en que me enamoré de ti.

¿Cuál es tu nombre? Parecido al firmamento

él cambia con la hora. ¿Eres tú Julieta? ¿o eres Teodora?

¿te llamas Arturo? o Niso te llamas? El nombre

a ti te sirve sólo para jugar, como una máscara.

Quisiera llamarte: Fiel; pero no se te parece.

Tu gracia convierte

en jactancia el escándalo que te ciñe.

Tú eres la abeja y eres la rosa.

Tú eres la suerte que colorea las alas

y riza los cabellos.

Tu reverencia es graciosa como el arcoíris.

Son tus días un césped reluciente

donde te encuentras con los ángeles fraternales:

el santo, adulto Quirón,

el inocente Sileno, y los niños con los pies de cabra,

y las niñas ‒ delfín de frías armaduras.

Por la noche, a tu pobre habitación regresas

y miras tu destino urdido de figuras,

el oscuro compañero durmiente

con su cuerpo tatuado.

Tú eras el paje favorito en la corte de Oriente,

tú eras el astro mellizo hijo de Leda,

eras el más hermoso marinero en el barco fenicio,

eras Alejandro glorioso en su tienda real.

Tú eras el encarcelado de quien se hacen siervos los esbirros.

Eras el compañero valiente, la gracia del campo,

sobre el que llora como una madre

el enemigo que le cierra los ojos.

Tú eres la dogaresa que suelta al sol sus cabellos

purpúreos, en la alta terraza, entre catedrales y estandartes.

Eras la primera bailarina del lago de los cisnes,

eras Briseida, la esclava con el rostro de rosas.

Tú eras la santa que cantaba, escondida en el coro,

con una voz dulce de contralto.

Eras la princesa china con el pie infantil:

el Hijo del Cielo la vio, y se enamoró.

Como un diamante es tu palacio

que en cada habitación tiene un tesoro

y todas las ventanas encendidas.

Tu morada es una colmena encantada:

narcisos lejanos te envían sus mieles.

Para tus fiestas, desde lejanas épocas

llegan luces, como al firmamento.

Pero tú al exilio vas, solo y descontento.

Mi muchacho no tiene casa

ni país.

La hermosa trama, adorada de mi corazón,

para ti es una jaula amarga.

Y no vendrá nunca a salvarte la esposa

reina del labirinto.

Para el sabor extraño del bien y del mal

tu boca es demasiado arisca.

Tú eres el cuento extremo. ¡Oh flor de jacinto

cien corimbos de una única solitaria flor!

La muchedumbre de oro vestida de tu hermoso juego de espejos

para ti es desierto e impostura.

¿Pero adónde vas? ¿qué buscas? En vano gata-niña,

el paso de Edipo en tu camino esperas.

Oh fabulosa pregunta, a tu delirio

no hay respuesta humana.

Descansa un rato cerca de quien te ama,

ángel mío.

Cuando estás cerca de mí, me pareces sólo un niño.

Mis brazos encerrados bastan para hacerte un nido

y para dormir una camita te basta.

Pero cuando estás lejos, para mí te vuelves enorme.

Tu cuerpo es tan grande como Asia, tu respiración

es tan grande como las mareas.

Dispersas mis negros fútiles días

como el huracán a la arena negra.

Corro gritando tus distintos nombres

por el sordo golfo de la muerte.

Descansa un rato cerca de quien te ama.

Deja que te mire. Mi habitación recorres arrogante

como un galán que pasa

por un estrago de corazones.

En el espejo miras tus largas pestañas

ríes como un jinete volando hacia la meta.

¡Oh hijo mío dilecto, rosa nocturna!

Pobre como el gato de los callejones napolitanos

como el pordiosero y el pobre carterista.

y en elegancia superas a duques y a soberanos

resplandeces como gema de mina

cambias de diadema cada noche

te vistes de oro como los otoños.

Pasa la cazadora lunar con sus blancos alanos…

Duermes.

La noche que a la infancia nos devuelve

y como fiera defiende a sus dilectos

de las ofensas del día, extiende sobre nosotros

su toldo historiado.

En la fúnebre morada, también de ti me olvido.

Tu corazón que late es todo el tiempo.

Tú eres la noche negra.

Tu cuerpo materno es mi descanso.

 

(De Alibi, 1958)

Elsa Morante (Roma, 1912-1985). Destaca sobre todo como novelista. Sus libros l’isola di Arturo (1957), La Storia (1974), LEER MÁS DEL AUTOR