Elsa Cross. De lejos viene

 

Presentamos tres textos claves de la renombrada poeta mexicana.

 

 

 

Elsa Cross

 

 

De lejos viene

 

Cuando lo sepas quisiera ver tu cara.

Por que vas a saberlo

aunque no te lo diga

ni leas estos poemas.

¿Cambiará algo entonces?

Es imposible

que no adviertas aún mi turbación:

tanto desorden de miradas,

tanta avidez

registrando el más breve de tus gestos.

¿Y nada modifica tu indolencia?

Ah, íntegro varón, que Dios te guarde.

Pero voy a aclararte

en nombre de esta cólera

y a manera de agravio,

que si te amo

es seguramente por error.

has de saber

que nunca me gustaron ojos desteñidos

ni maneras solemnes,

menos aún cabello lacio y bien peinado

(y de la solemnidad líbrame Dios, libérame).

También has de saber que eres

demasiado sencillo para mi soledad,

demasiado humano para mi deseo,

demasiado lineal

para la arquitectura de este laberinto.

Pero ya basta: pido una disculpa.

Ocurre tal vez

que sólo seas un poco distraído.

Vendrá entonces de ti

el reconocimiento

o una sincera frase paternal.

 

 

 

Lamida por un filo…

 

Lamida por un filo

en tus ojos no turbados,

la luz se escalda

sobre la piedra húmeda.

 

En sus mínimas cavernas

se detiene

entre musgos e insectos

tu pupila solar.

 

Rupturas en la piedra,

grietas,

algo que mira

desde el fondo.

 

Tu mirada refracta

el deslave abisal,

y eras de pensamiento se derrumban.

 

 

 

Tus formas se graban en el monte…

 

Para Verónica Volkow

Tus formas se graban en el monte,

en los bordes húmedos de la piedra

-cavidades como axilas.

Tus formas se pegan a mis huesos.

Dejo de existir,

sólo tú quedas

como jade en estas faldas.

 

Cuánto de ti estalla en cada hoja,

reverbera en la distancia

donde tu luz devora todo brillo.

 

(¿Estoy en tu abismo

o lo rodeo ?)

 

Renazco en la sombra del laurel,

en la celda de un templo circular

si sostienes

con un pie gigantesco

el firmamento.

 

Tus formas como un vértigo

me absorben,

me disuelven.

Dejan en mis labios briznas de anís.

 

Y en el fondo del risco

árboles como dioses,

sabinos rojos.