Elizabeth Torres

La herida invisible

 

 

Del libro: La Herida invisible
Editorial Det Poetiske Bureaus Forlag
Dinamarca, 2019

 

I

LA HERIDA INVISIBLE

La herida invisible
se derrama por todos lados:
No hay membrana
ni guerrero
ni beso que nos despierte.
La palidez empezó por el pecho
y ahora se van cayendo uno por uno
todos los caprichos
todas las fascinaciones ahora son de piedra
asfalto como tus ojos
como tus venas / como tus risas
como tus gritos que parecen
caballos de agua
huyendo en vertical hacia las sombras
como tus dedos cruzándose
sobre ríos
de sudor y tormento.
El amor es una zona de derrumbes
yo, sin mis anzuelos a su orilla
pena de muerte
salida de emergencia
sé ahogarnos en tu vértigo
pero no logro salvarnos
el alma deshojándose
al otro lado del espejo.
Y qué de los espacios intermedios
de sus calles estrechas
donde no entró la cordura
de sus bombillos rotos
/ telarañas fosforescentes
qué de las cuevas donde abandonamos
nuestras primeras pieles
la luz blanca
el sobresalto
la leyenda.
Aclaración:
las regiones que dejamos sin habitar,
aún nos esperan.
Aclaración:
las regiones que dejamos sin habitar,
aún nos esperan.
Aclaración:
las regiones que dejamos sin habitar,
aún nos esperan.

 

II

TODO SUCEDE ASÍ

Todo sucede así:
El presagio ha llegado
y se ha convertido en sombra.
Empezarás a ver en blanco y negro
al recibir la noticia.
Todo girando
a la velocidad de la luz y en vertical
el abismo babeando con los dientes afilados
tu corazón y tu asfixia en direcciones distintas
las promesas de guerra y aquel instinto animal
te abandonan cuando más les necesitas.
Tú, ahora la cría desprotegida.
Durante las primeras horas el silencio salvaje
se hará dueño
de todas las esquinas de tu mente.
El pánico es así, teatro mudo
el temblor y la carne son el ciervo que sabe / que será devorado
la casa derrumbada / la sangre derramada.
Tú, el milagro a la intemperie.
El espectáculo de días en tu ventana.
Habrán noches pero olvidarás contarlas
te han brotado girasoles en los ojos
te han crecido manantiales en el pecho
a tus orillas llegan ternuras
de otros hemisferios
beben de tu tristeza y observan a lo lejos.
Tú la madriguera / el refugio / la sobrevivencia.
Ahora llegas en busca de otra sombra
un ramillete sin espinas te cuelga de las manos
tu dolor atragantado
por las frutas de este bosque
la rabia sigue creciendo y enredándose a tus
/ramas
el amor y el rencor erosionan simultáneamente
lo monstruoso, lo ordinario y lo sagrado
comparten cueva y hoguera.
Tú la bestia estremecida
conmovida
agradecida
elevando sus ojos tristes
hasta las más altas estrellas
tú el incendio
tú la contingencia.
Tú, mamífero inexacto
tragando saliva,
esperando al olvido
a su flecha certera.

 

III

VISIÓN

Veo un río amazónico e hirviendo
en sus olas
una multitud de cuerpos bailan
elevan hogueras, cantan
sus canoas llenas de flores e inciensos.
El río es rojo y yo observo desde el puente.
A mi lado una bruja
la mitad de su rostro es una anciana
la otra mitad es una niña
le digo:
¿Quieres ver cuanto me duele?
-Así me duele- grito, señalando al agua:
El tsunami rojo se eleva hasta el infinito
los cuerpos desaparecen
en sus mandíbulas
como erupción desde el centro
de la tierra.
Así me duele,
arde
arde.

 

 

 

Del libro: En las fauces del olvido
Editorial La Impresora,
Puerto Rico, 2018

 

I

Asfixia

Una vez una piedra
Queria dejarse caer en el cráneo de alguien
Le dije:
-Te va a doler más a ti.
Entonces
Se acurrucó y se quedó dormida
Y yo la guardé en el río,
donde la gente ya no la lastimara.

 

II

Pronóstico

Al otro lado de la puerta
hay una mujer desnuda.
La herida permanece invisible
desde la esquina derecha de su hombro
y va bajando vertiginosamente
hacia su ombligo
donde ahora
empiezan a brotar magnolias
los capullos se van mutando a mariposas
las piedras toman forma de caracol
y se deslizan hacia el centro de su vientre.
Sus ojos siguen cerrados pero sus párpados
conservan el temblor
el sueño del hombre alado
los secretos se le han posado en la boca
yacen así, inexplorados, en su cortaza de seda.
Lozano momento de calma
recreado en falso ritual
para su pronto exterminio.
A los pies de la cama
los lobos se alimentan de pasto y de semillas
las ramas enredándose en sus patas
(todo un teatro en cámara lenta)
los pájaros despliegan sus alas rumbo sur
las piedras fosforescentes en el fondo
a la orilla las sombras
se llevan tu recuerdo a la boca.

 

III

En las fauces del olvido

De puntillas caminando por el corredor
rastro con desvíos
leve huella
leve temblor
no voy regando migajas
por aquello de no equivocarse dos veces.
Como arena
los recuerdos se van cayendo de la piel
he intentado recogerlos
con un poco de saliva pegarlos de nuevo
en mis piernas / en mi vulva / en mis brazos
pero es lo mismo
que cuando se caen los dientes de leche
y luego ya no encajan en las encías.
Afónica, sí, el grito se cansó de ser promesa
tengo miedo pero tengo el viento a mi favor
las olas altas llaman / las olas altas llaman
van borrando mi nombre
van robando el ardor.
De puntillas caminando por el puente
rastro con desvíos
leve infierno
leve dolor
al otro lado el barco rojo:
Ya nada que pueda salvarnos.
La penitente ya no llueve,
en sus veredas ni un solo rastro de luz
la penitente ya no llueve,
en sus veredas ni un solo rastro de ti.
Dime, amor no mío,
¿Quién regará tus sueños ahora?
¿Quién?

 

Elizabeth Torres (Bogotá, Colombia,1987). Poeta, artista multimedia y traductora. Autora de más de 20 libros de poesía, con los cuales ha viajado por As ... LEER MÁS DEL AUTOR