Mis colores y otros poemas
(Traducción de Marisol Bohórquez Godoy
basada en la versión italiana de Massimo Barilla y Virginia Monteforte)
El sol y yo
Soy la reina del sol, mamá.
Mis cabellos lisos y negros
resplandecen como los tuyos,
me has dicho.
Soy la reina del sol.
Cada mañana en Malta
observo sus dedos largos y rectos
que acarician mis ojos
con su calor.
Les observo, mamá,
y veo el polvo
que gira danzando
y mis ojos no se queman.
Mis colores
Como piel de serpiente
te volteo al revés
viejo vestido,
para usar uno nuevo.
Contigo desfilan lejos del corazón,
de cada arruga,
de cada pliegue del cuerpo,
ruidos estridentes,
olores de encierro,
angustias contenidas,
lágrimas marchitas,
burbujas de esperanza
deshechas,
besos vacíos,
palabras rotas,
aquello que fue
aquello que hubiera podido ser.
Pero la luna me ha amado,
estrellas brillantes se filtran
en mis venas.
La luz del sol me alcanza,
su calor me atraviesa,
la lluvia invade
las grietas que quedan.
Poco a poco
mi corazón se expande en el horizonte,
como una esponja
vuelve a encontrar su espacio,
se abren flores,
colores,
uno dentro del otro
uno más grande que el otro
uno encima del otro.
Germinan nuevas semillas.
Querido,
de ti no necesito más.
Me había perdido en ti
solo para descubrir
de que color soy.
Palabras
Tengo que bucear,
pescar una a una
estas palabras
que me nadan en la cabeza.
Como un trapo
las exprimiré
antes de colgarlas
y suspenderlas con ganchos.
Las veré secarse,
endurecerse,
curvarse
en el ardiente sol de agosto,
entonces las extenderé
una por una
en los azulejos mojados del patio.
Tenderé la oreja,
tratando de entenderlas
antes de dejar
que las primeras lluvias
las bañen,
las destiñan,
como papel olvidado
en tu bolsillo,
lavado por error.
Paredes
Estas paredes manchadas
por el viento,
despojadas de recuerdos
coloreadas,
conocen todo sobre mí
hasta la punta de los pies.
En su amarillo me refugio,
en el rojo
aplasto las últimas pistas
de la pública culpa
de mi antiguo malestar
ahora sepultado.
Flores
Todos los días,
regresando de la escuela
recoges flores,
una para mí,
otra para tu hermana.
Hoy
he visto de nuevo
tus ojos danzar
en el blanco de las flores,
sentarte, deshojar los pétalos
uno a uno,
Luego, con una sonrisa radiante
me miras y dices,
mamá,
la flor ahora
está desnuda.
Me has amado
Me has visto mujer,
mujer paisaje
y me has amado.
Me has amado
con las llanuras y los valles
las cavernas y colinas
el externo y el interno
de mi cuerpo.
Me has amado
como ola
calma, agitada,
y has dejado que el blanco grisáceo
de las nubes que me atravesaban
te tocara.
Me has visto mujer
en el rojo de los labios
marcados en la mejilla
de mi hijo,
cada mañana
antes de la escuela.
Y me dijiste,
eres mi rojo,
y yo te he contestado
tú eres todos los colores
que brillan en mis ojos.
Cada vez
Cada vez que te pones la chaqueta
y te cierras la puerta a las espaldas
me quedo en la nada
de una cama sin sueño.
Sabor amargo de tempestad nocturna
aferrada a residuos de imágenes,
acunada por el vacío,
de cada mirada
no correspondida,
de cada palabra
no dicha.
Mariposas
Vuelo con las mariposas
que has despertado.
Cuento las estrellas
derramadas en mí
desde tus labios
la noche pasada.
Surco en la superficie
las olas del mar agitado
en mi vientre.
Esta llama durmiente
quiere bailar con la luna llena,
el tiempo de abrigar este instante
el tiempo de liberar en el mar
las mariposas.