Elizabeth Azcona Cranwell. De los opuestos

 

Presentamos tres textos de la destacada autora y traductora argentina.

 

 

 

Elizabeth Azcona Cranwell

 

 

EL ESTADO DE ALERTA

De pronto comprendemos: estamos en la vida
y un duro sol golpea nuestra capa de mitos
hay modos que nos cercan, hambres que nos reintegran nuestro ser
culpas como vigías que reclaman un gesto.

Existe esta conciencia sin espacio
que se pone a buscarse entre designios
y se estira en el tiempo para oírse la voz
para no sucumbir en la demencia de sólo presentirse.
Es que no ha fabricado su raíz con el cuerpo
han pasado sobre ella personajes que esgrimen el amor
inconstancias cerradas, conmociones,
los vientos de la tierra no se abren a su sed.

Y duele haber deseado tantas cosas que luego desdeñamos
jóvenes y terribles, ya le hemos dado mucho a la primavera,
a la tarde, a la lluvia, al brusco aliento del amante.
Nos parte en dos el tiempo con su dureza ajena
la mitad de nosotros se sumerge en la vida
y el otro rostro huye maldiciendo su imagen.

Entonces asomamos la cara
por entre besos y costumbres húmedas
para saber si es cierto que hay una voz que rompe el infinito
con rayos de esperanza.

Pero no hay voz, tan sólo un cielo hendido
por máquinas que tuercen la vertical del mundo,
es difícil el sol
aunque adoremos su caliente tensión en nuestras manos.

Se nos sigue apretando de tanto Dios y muerte
a pesar del espacio
del fiel aprendizaje.

Y somos de la vida
aunque la vida queme y nos desdoble,
somos la suelta sed de las palabras.

Depuración del tiempo
sombra que gira en medio de las cosas
y un buen día el candor que renace, la esperanza del mundo.

Es el día en que osamos asistir al silencio
con el fervor del alba
y mirar la caída del tiempo en el vacío
con la misma mirada con que asimos el vuelo de los pájaros.

 

 

 

DE LOS OPUESTOS

No es el amor a veces dos seres que se aman
sino un modo del mundo
de conmover un equilibrio triste.

Expiamos el mito que nos sube a la cara
hasta volvernos ebrios de una inocencia vieja
certera desnudez de la palabra.

Porque si atravesamos el espacio
como un error que crece en el único tiempo conocido
llegaremos muy pronto al final del amor
perderemos de golpe la región dominable
llameante de existencia.

Era nuestra fanática voluntad de acercarnos
de conocerlo todo antes de amar
y merodear entonces por las grandes caídas
las bellas ceremonias
y las noches sinuosas de inventar tanto encuentro.

Hay algo de este mundo
que ha quedado en nosotros para siempre
hemos hablado un nombre tantas veces que ya no
tiene peso
y mirado la mirada demente que vuelve sabio el
cuerpo.

Despertar a la sed bajo unos ojos
cuando cada sentido es capaz de la lluvia
la piel podía ver, las manos escuchar
la paciencia del ojo era infinita
para tocar la tierra hasta romperla.

Que dulce aplicación, qué terquedad de ola
de nudo irreverente que no corre el gran riesgo de
saberse.

Si nadie piensa nunca en domar a las flores
por qué limarlo todo, someterse a la ley que no se
entiende
ansiar que algunos gestos anticipen el reino
como siempre en tinieblas.

Es inútil cavar en el silencio.

Del amor concluido
sólo el lenguaje sobrevivirá.

 

 

 

EL MURO

Por la ciudad de siempre, mientras caen las luces
y músicas extrañas descifran el crepúsculo
hay algunos que repiten mi nombre, que
despiadadamente transitan por mi imagen.

Creen saber mi vida,
la verdad de mis tardes con su silencio a cuestas.
Ellos dicen “su risa” y es el viento sin tregua de una
mañana oscura,
ellos dicen “sus ojos” y es un país desierto como un
mar infinito.

Yo no sé si lo saben
pero hay días que me invaden de pronto como una
salvación,
días largos, intensos, con la altura de algún tiempo
cumplido
un sol amaneciendo toda la luz del mundo.
Y otros en que la oscuridad quiere mis manos
y me rebelo en golpes insensatos a una puerta sin eco
mutilo mi vacío, dejo crecer la soledad como un
abrigo viejo
madurado en la voz, sin esperanza.

Yo quisiera mirarme en sus palabras
saber lo que recorren dentro de mi amor desconocido,
quisiera ver desde ellos el viento que me aturde,
qué forma tiene entonces mi vacío
conocerme en sus manos que nunca me descubren.
Pero jamás veré mi rostro entre sus días
mi imagen dibujada por sus ojos.

Fijada para siempre a un lado del espacio
en medio de mi voz y sus palabras
es la tierra desnuda
el país imposible.