Eliana Díaz Muñoz

Otras variantes del sol  

 

 

FRONTERIZOS (5)
Néstor Mendoza

Los temas elegidos por la poeta Eliana Díaz Muñoz (Barranquilla, 1987) no se limitan a un mismo surco. Se nota la vigencia del paisaje natal —sin determinismos— y las consecuencias de la experiencia cosmopolita y profesional (viajes, oficios y libros): dos motivaciones que se confrontan sin anularse una a la otra. La poeta analiza lo que ve, y este análisis, matizado por un bien administrado uso de los referentes, proporciona unos pliegues atractivos a su escritura. En otras palabras, que la aparición de Séneca, Whitman, la Esfinge, Marina Tviestaieva y otros nombres sugeridos se incorporan a la dinámica del poema, sin la sobreactuación de lo erudito. En la poesía de Eliana estimo la deglución de las imágenes institucionalizadas, esto es, el esfuerzo por ofrecer otras caras asociativas. También la autora apuesta por una brevedad efectiva y justa: nada de vacíos gratuitos o aparentemente silenciosos. Eliana, quiero aclarar, también se mueve con soltura en la extensión. La brevedad justificada. La extensión necesaria. Y el amor, o más bien, el amor como tema, se hace presente con una medida que colma sin llenar la copa, que estimula sin desajustar los broches del erotismo. En Eliana veo una serenidad y una quietud que le permiten la contención y la frialdad para sujetar un arco y una flecha. Ella apunta y mira el blanco, los círculos concéntricos blancos y negros («la placidez del rostro satisfecho»). Para Eliana, quien asume el Caribe como geografía vital y estudia la presencia de sus poetas (el espacio corporal y las formas de concebir la intelectualidad y el acceso al conocimiento por parte de las mujeres), la poesía va más allá de las restricciones limítrofes y la inclinación hacia los espacios locales. Se sabe ciudadana del sol, ese sol que sólo comprenden quienes vienen y van hacia él (quienes nacen bajo su reflejo, que ocasionalmente van hacia otros climas pero retornan): «Si el sol traza una raya difusa en el suelo/es la tarde que pasa».

 

 

 

PASEO EN BICICLETA

Pasas, niño. Detrás el viento.
Detrás las casas de los amigos,
Sus grietas adobadas con arcilla
las manos silenciosas de un padre
silencioso.
Se curvan ramas, techos,
granos abiertos por el verano.
Todo truena al paso de las ruedas
girando contigo.
Y tu corazón niño va girando
va sumergiéndose en oleajes remotos.
Tú que no conoces la espera del mar en las orillas,
la sal que reverbera en los ahogados.
Así que no te deslumbres,
no estaciones la suma de tus recreos
para ver a la muchacha de los peces dorados.
Es sueño.
Detrás de ella, el viento.

 

  

SÉNECA Y LAS SENTENCIAS

Teme a los pequeños dioses
su pequeña medida de justicia:
su piel recordada a la sombra
de un violento resplandor
a la piel irascible que habrás tocado con cierta alevosía
Teme, pequeña,
y deja que un manto de torpeza cubra tu falta
con dulce premeditación

 

 

LECCIÓN DE ALBAÑILERÍA

Robinson De la Hoz, maestro de obra,
dice
que si una pared se descascara
y va mostrando pronto la grieta
mejor descubrirla
mejor rasparla
mejor machacar hasta la última piedra del cimiento
mejor arrancarle las honduras
mejor desechar la tierra
hasta la mano misma
de un soplo borrarla…
y volver a construir.

 

 

TRÁNSITO DE LA TARDE

Si el sol traza una raya difusa en el suelo
es la tarde que pasa
Abandona la roja soledad de los almendros
el seco rostro de la maleza
y avanza sin prisa
Va expiada por las nubes hacia otro destino
y siembra su huella en los ojos
de quienes pasamos sin prisa
sin dolientes

 

  

DIAGRAMA

Supones que tumbada sobre la hierba
(como quien recuerda al viejo Walt)
tu cuerpo oscila entre su centro
y la curvatura del infinito.
No obstante, te sientes cansada de encerrar
con una misma línea
las palabras y las cosas

 

 

JUGAR EN EL ANTICUARIO

En su correcta ubicación,
cada cosa sirve para
prolongar las ausencias.
Es el destino de un oficio
que va desde vaciar la luz carcomida
hasta esculpir la redondez del mundo.

 

 

MARTHA:

Esto pudiera ser una carta que llega con retraso
a una casa del centro de Toulouse
o al hotel en París
Ya no importa el buzón en donde se instale
porque para mí
estás instalada para siempre en la estación de autobuses
Detrás dejas
los secos inviernos ucranianos
el centeno
el hijo que estudiaba medicina
(que temía a los muertos y a la guerra)
y a los azules ojos del monstruo
Adelante están las horas que le ganarás a la muerte
mientras friegas los pisos o lavas la ropa.
Nada de olvidar la sensata explosión de tus ojos
donde no hubo extrañeza
donde fui la amiga del otro lado
que tendría una madre triste como lo eras tú
con muy poco dinero para la cena.
Seis grados, seis de la mañana, no muchas cosas para cargar
Cincuenta y pocos años

Un día
de súbito
también te escribiré un poema
no sé qué dirá
quizás que te conocí en enero
a muchas horas de mi casa
y que me persigue y alienta tu mirada
que me salva de las guerras.

Eliana Díaz Muñoz (Barranquilla, Colombia, 1987). Poeta, docente e investigadora. Estudiante de Doctorado en Pós-Colonialismos e Cidadania Global, de la Univ ... LEER MÁS DEL AUTOR