

Presentamos tres textos del destacado poeta chileno pertenecientes a su libro Taxi Driver.
Egor Mardones
CERO KILÓMETRO
Hablando en cómic
arriendo un departamento miserable
en las afueras de la citi.
Tengo un TV cable con 666 canales apagado todo el día
videos porno,
rock en abundancia, música pasada de moda
y desordenados libros que no termino más
de leer.
Me emborracho frecuentemente, a lo Ginsberg
fumo marihuana toda vez que puedo
y ando taxiando hasta el fin
de la maldita noche americana.
No es mucho, lo sé, pero al menos
estoy en el medio desta road movie
a miles y miles de kilómetros todavía
de la negra e inevitable palabra FIN.
TAXI LIBRE
Sentado al volante del taxi
emerjo de una espesa niebla
como aquellas que preceden las actuaciones
de los grupos de rock
y entro lentamente en escena
a las calles de la citi
a la página en blanco
a la radiante oscuridad de la sala de cine.
De aquí en adelante ya todo es mundo:
esquinas violentas, música a todo volumen
tráfico endemoniado
y película corriendo a la velocidad de la noche.
FINAL DEL RECORRIDO
Era una pura facha parada con las piernas abiertas
en todas las esquinas licenciosas de la noche
esperando el abrazo de cualquiera
Ella, la puta más linda de Night Citi.
Yo la levantaba muy frecuentemente
de sus afiebrados y herejes territorios
primero, porque como ninguna sabía
a uno hacerlo ver estrellas y polvos de colores
a capella
y, segundo, porque también era una buenísima compañía
sobre todo cuando se estaba triste, desalado y solo
en el Bar Terminal de tanta y tan vaga poesía
frente a unas siempre breves líneas de coca
o a media docena interminable de cervezas.
Su sexo no era deste mundo.
Esta madrugada la han encontrado en un baldío
de primera plana roja y estelar
entre sirena y sirena de la policía
desnuda
y acuchillada hasta por lo inimaginable.
Repito: su sexo no era deste mundo.
Yo voy rodando y rodando por la alevosa citi
en este taxi amanecido y solitario y lamentando
su muerte en los bajos fondos del alma
y también mucho,
muchísimo más cerca de mis urgentes sex pistols
mientras suena con insistencia en la radio
Into the night, de un tal Benny Mardones
y pienso en Pier Paolo Pasolini
allá en Roma, la loba, buscando un poco de amor callejero
hace ya no sé cuánto tiempo de películas ultraviolentas
y arranco a perderme a 180 kilómetros por nada.
«Aquí todo tranquilo y solo como nunca.
Por favor, un minuto de silencio
por la difunta más ardiente de toda la galaxia Playboy
que a estas alturas, no me cabe duda,
ya debe estar qué rato tirándose a Dios/
CAMBIO Y FUERA».