Eduardo Llanos

Las muchachas sencillas

 

 

 

 

 

LAS MUCHACHAS SENCILLAS

Las muchachas sencillas
dudan que el mundo sea un balneario
para lograr bronceados excitantes
y exhibirse como carne en la parrilla
de una hostería al aire libre.

Las muchachas sencillas
no cultivan el arte de reptar hacia la fama
ni confunden a las personas con peldaños
ni practican ocios ni negocios
ni firman con el trasero contratos millonarios.

Las muchachas sencillas
estudian en liceos con goteras,
trabajan en industrias y oficinas,
rehúyen las rodillas del gerente,
hacen el amor con Luis González
en hoteles, en carpas, en cerros, en lugares sencillos.

Las muchachas sencillas
se convierten en madres, en esposas sencillas,
luchan largos años como sin darse cuenta,
llenándose de canas, de várices y nietos.
Y cuando abandonan este mundo
dejan por todo recuerdo sus miradas
en fotos arrugadas y sencillas.

 

 

A LOS COMPAÑEROS DE UNA GENERACIÓN PRESUNTA

Colegas, cohabitantes de la misma caleta, malabaristas
del mismo circo pobre en que hoy yo desnudo mi rostro:
afinemos y afilemos este idioma
para el poeta que vendrá
y que será más grande que nosotros
-nosotros los que extraviamos el camino a cada rato,
los que escribimos en vitrina sin siquiera darnos cuenta-.
Trabajemos, hermanos, por el poeta que vendrá,
dignifiquemos este oficio
que también es más grande que nosotros.

 

 

EXPIRACIÓN

Esta es una grabación
que se autodestruirá
un día en que su último verso
se acalle con el gran estallido.

Esta es una grabación,
la idea fija de alguien en cuyo cerebro
se enmarañaban en nudos ciegos los cables de última hora
y los versículos del Apocalipsis.

Esta es una grabación
que él escribió con su penúltima hilacha de neuronas,
con el último cuajarón que pudo desgajar de su pecho
poco antes de tumbarse en el planeta calcinado.

Esta es una grabación,
una historia que se repite, se repite y se repite,
mientras los últimos sordos discuten estrategias
y se lavan las manos con lágrimas de viudas.

Esta es una grabación,
pero dentro de poco será polvo en el polvo,
ecos de una oración para que los cielos se abran
y se oiga al fin el rumor del universo, ese único verso
sin principio ni fin.

 

 

A UN CRÍTICO QUE SE DA AIRES DE CENSOR

¿Quieres saber qué pasa con tus crónicas
cuando usas de abanicos nuestros libros?
Doblamos bien el diario del domingo
y después… lo usamos de matamoscas.

 

 

RENOVACIÓN DEL ESTADO DE PELIGRO DE LA PAZ INTERIOR

Las metáforas y demás expresiones emitidas aquí
no representan necesariamente el estilo del hablante lírico.
Los versos presentes son de exclusiva responsabilidad
de cierto pulso alborotado, de cierto ahogo
producido por bombas lacrimógenas y balas
que unos policías dispararon al aire, al aire, a ese aire
que iba huyendo hacia los pulmones de un cesante aún no identificado,
al aire, al rumor que un poblador estaba propagando en su garganta
y que fue oportunamente desmentido por el plomo patriótico.

Los versos presentes no guardan el debido respeto
a los abnegados guardianes de la paz y del orden
tan peligrosamente amenazados por aquella estudiante
a quien se sugirió continuar su protesta en el más allá,
con los sesos salpicados en las paredes de su casa.

Estos poemas no representan el dolor de las viudas, el sollozo
entrecortado de aquellos huérfanos de costillas translúcidas,
las llamas de una choza incendiada en la noche
mientras sus ocupantes soñaban con un plato de arroz
o una sopa caliente.

Este poema está tergiversado: se inclina
descaradamente en favor de los caídos
y no refleja ni la menor serenidad de espíritu.

De seguro su autor lo escribió mientras volaba bajo, demasiado bajo,
como ave carroñera
sin más perspectiva
que la fosa común.

 

 

SUPLEMENTERO

Te encontramos de madrugada
vendiendo periódicos por un dinero miserable.
Nos remuerden, nos zumban las verdades que aullaste,
esas que ningún sociólogo sabe ni sabrá.
En nuestros ojos son vidrio molido tus harapos, tu tajo en la cara,
tu único diente, tus cincuenta años de implacable agonía,
los titulares para ti tan espantosamente ajenos:
FAMOSO ACTOR DE T.V. ERA EL ASESINO DE DOCE MUJERES.
EUFORIA EN EL CARNAVAL DE RÍO
Porque aquí, a la salida del Mercado, bajo tu nariz,
hay hombres desayunando desperdicios en los tachos basureros,
sin que las bellas en bikini de la fotocolor lo imaginen siquiera.

Y nosotros mismos quedamos aturdidos frente a tus ojos,
tus ojos que preguntan cuál, cuál borracho delirante hizo el mundo.

 

 

VERDADERO-FALSO TESTIMONIO

Hombres ranas venideros que buceen en algunas
lagunas mentales de críticos y antólogos de estos días perdidos
en el polvo y el ruido de milenios que chocan: créanme
si digo que nunca usé la poesía como garrocha
para batir el record mundial del salto o del asalto cualitativo
ni tomé a los colegas por colchonetas que amortiguarían mi caída
ni me erigí en cometa ni en aerolito
ni orbité en el cielorraso de nuestro Parnaso prefabricado
ni adulé a burócratas ni a burrócratas encargados
de accionar las catapultas sobre los tinglados culturales
ni maquiné enroques entre la Torre de Babel y la Torre de Marfil
ni tendí puentes levadizos ni cavé túneles secretos
para traficar alegremente entre el museo y el supermercado
ni limosneé patrocinios entre hombres de empresa o de pre$a
ni cultivé el arte de sentarse entre dos sillas mascando a dos carrillos
ni me arrodillé ante los pontífices de la estética estática y estítica
ni rogué que me dispensaran sus aguas bautismales
ni ofrecí mi boca de alcancía para recibir sus hostias narcotizantes
ni practiqué la picaresca de hacerme hospedar en sus conventos
para reptar de noche hasta las despensas
y embriagarme con sus vinos añejados desde la Edad Media.
No evité polemizar con los capitanes de la intelligentsia
mientras patrullaban nuestras revistas y exposiciones
y nos escupían en francés algún consejo para dejarnos al día
con la última moda de Europa o Nueva York.
No confundí el análisis semiológico con el análisis semilógico
ni construí mis poemas como puzzles para dos o tres profesores
que pasaron por la universidad sin que la universidad pasara por ellos
y que terminaron doctorándose en algún café cercano a La Sorbonne.
No confundí la alambrada histórica con la alumbrada histérica
ni a los hombres de letras con los hombres de palabra.
Ni creí en los abismos con que la prensa separaba a preferidos y preteridos
ni lancé salvavidas de plomo sobre las cabezas de mis compañeros de naufragio
ni supuse que la Vía Láctea fuera una nodriza
contratada por el Padre Cósmico para mi amamantamiento.
Pero es cierto también que ahora, al balbucear
y bucear en mis propias lagunas mentales,
me sorprendo in fraganti a mí mismo proclamando
ideales libertarios en un tono impositivo, igual
que un almirante jubilado que se desgañita
arengando a una tripulación inexistente,
poniéndome y sacándome y poniéndome de nuevo
la máscara del desenmascarador.
Así que ya no sé quién soy ni quién no soy
y prefiero interrumpir aquí este verdadero-falso testimonio.

Eduardo Llanos Melussa (Santiago, Chile, 1956). Es psicólogo y poeta. Ejerce la docencia en Psicología de la Comunicación y de la Creatividad en Santiago. Ha pu ... LEER MÁS DEL AUTOR