

Presentamos algunos textos claves de este libro fundamental del reconocido autor uruguayo.
Eduardo Galeano
Ventana sobre el cuerpo
La iglesia dice: El cuerpo es una culpa.
La ciencia dice: El cuerpo es una máquina.
La publicidad dice: El cuerpo es un negocio.
El cuerpo dice: Yo soy una fiesta.
Ventana sobre el miedo
El hambre desayuna miedo.
El miedo al silencio aturde las calles.
El miedo amenaza.
Si usted ama, tendrá sida.
Si fuma, tendrá cáncer.
Si respira, tendrá contaminación.
Si bebe, tendrá accidentes.
Si come, tendrá colesterol.
Si habla, tendrá desempleo.
Si camina, tendrá violencia.
Si piensa, tendrá angustia.
Si duda, tendrá locura.
Si siente, tendrá soledad.
Ventana sobre la utopía
Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.
Ventana sobre una mujer
Esa mujer es una casa secreta. En sus rincones guarda voces y esconde fantasmas. En las noches de invierno, humea. Quien en ella entra, dicen, nunca más sale. Yo atravieso el hondo foso que la rodea. En esa casa seré habitado. En ella me espera el vino que me beberá. Muy suavemente golpeo a la puerta, y espero.
Ventana sobre las dictaduras invisibles
La madre abnegada ejerce la dictadura de la servidumbre.
El amigo solícito ejerce la dictadura del favor.
La caridad ejerce la dictadura de la deuda.
La libertad de mercado te permite aceptar los precios que te imponen.
La libertad de opinión te permite escuchar a los que opinan en tu nombre.
La libertad de elección te permite elegir la salsa con que serás comido.
Ventana sobre la llegada
El hijo de Pilar y Daniel Weinberg fue bautizado en la costanera. Y en el bautismo le enseñaron lo sagrado.
Recibió una caracola:
– Para que aprendas a amar el agua.
Abrieron la jaula de un pájaro preso:
– Para que aprendas a amar el aire.
Le dieron una flor de malvón:
– Para que aprendas a amar la tierra.
Y también le dieron una cajita cerrada:
– No la abras nunca, nunca. Para que aprendas a amar el misterio.
Ventana sobre el adiós
No podía dormir. Él había guardado todos los sueños juntos, en una bolsa de supermercado, y la bolsa se había abierto y los sueños se habían escapado, y él ya no podía dormir porque no tenía ningún sueño que soñar.
Eso decía. También decía que se le habían perdido dos días, un lunes y un martes, y él los buscaba, desesperado, y esos días no estaban en ningún lugar.
No fue breve la agonía. Cada vez tenía menos aire. Al final, crucificado por las sondas, sólo conseguía balbucear:
—Qué repecho tan largo.
Y se murió, sin encontrar los sueños ni los días que había tenido y se le habían ido.
Poca cosa más había tenido. Fernando Rodríguez nunca quiso tener. Fue dueño de nada, hombre desnudo; y desnudo anduvo, perseguido por los niños y los locos y los pájaros.
Ventana sobre el castigo
Era Navidad, y un señor suizo había regalado un reloj suizo a su hijo. El niño desarmó el reloj sobre su cama. Y estaba jugando con las agujas, el resorte, el cristal, la corona y demás engranajitos, cuando el padre lo descubrió y le propinó tremenda paliza.
Hasta entonces, Nicole Rouan y su hermano habían sido enemigos. Desde esa Navidad, la primera Navidad que ella recuerda, los dos fueron por siempre amigos. Aquel día, Nicole supo que también ella sería castigada, a lo largo de sus años, porque en vez de preguntar la hora a los relojes del mundo, iba a preguntarles cómo son por dentro.