Presentamos tres textos del imprescindible autor peruano.
Eduardo Chirinos
Escena para una película
¿Cómo maneja uno los recuerdos? Yo tengo
varios que se alternan y, para colmo, varían
con el tiempo. No son organizados. Un buen
día aparecen y ¡zas! se instalan sin permiso
reclamando alguna música, si es posible
alguna explicación. Ayer, por ejemplo, tenía
siete años y entré sin llamar al dormitorio
de mi madre. La ventana daba a un amplio
jardín donde jugaba el collie, al fondo
renacía una palmera, un floreciente árbol
de papayas. Mamá se pintaba las uñas
de los pies. Parecía estar muy concentrada
y apenas me hizo caso. «¿Por qué te pintas?»,
pregunté. «Porque hoy llega tu papá», me
dijo. Y eso fue todo. No. Eso no fue todo.
Su vestido colgaba impaciente de una silla
y una cámara filmaba sus piernas (la
izquierda recogida, la derecha ligeramente
levantada). ¿Qué quería de mí ese recuerdo?
No lo sé. Si le pregunto dirá que no había
ningún collie. Que tal vez había soñado.
Aquí no hay bulla ni miseria
Para Margarita Sánchez
Aquí no hay bulla ni miseria,
sólo un bosque de árboles mojados y cientos de ardillas
correteando vivaces o escarbando una nuez.
A lo lejos un puente
una interminable fila de automóviles retorna a sus hogares
y nubes balando ante un perro pastor y amarillo.
¿Eres tú quien camina en las riberas del Raritan?
Recuerdo un río triste y marrón donde las ratas
disputan su presa con los perros
y aburridos gallinazos espulgándose las plumas bajo el sol.
Ni bulla ni miseria.
El río fluye educado como en una tarjeta postal
y nos habla igual que hace siglos, congelándose y
descongelándose,
viendo crecer a sus orillas cabañas, iglesias, burdeles,
plantas refinadoras de petróleo.
Escucho el vasto rumor del Raritan, el silencio de los patos,
de los enormes gansos salvajes.
Han venido desde Ontario hasta New Brunswick,
con las primeras nieves volarán al sur.
Dicen que el río es la vida y el mar la muerte.
He aquí mi elegía:
un río es un río
y la muerte un asunto que no nos debe importar.
Si la miras dormir y sonríe
Todo en el mundo debería ser sencillo.
Sencillez no es simpleza, no es facilidad,
es sombra cáustica, veneno que enturbia
el vaso, clavo que lacera y lastima la carne.
Quienes niegan la sencillez aconsejan lo
oscuro, celebran lo complejo. Pero todo
lo oscuro aspira a ser sencillo, lo complejo
se aclara si sabemos despejar la incógnita.
La sencillez en cambio oscurece la noche,
se queda dormida y sueña. Sólo Dios sabe
qué sueña la sencillez. Si la miras dormir
y sonríe adivinas caballos salvajes sobre
praderas azules. Si hace muecas la esfinge
se lanza al vacío con los ojos vendados
y alza vuelo cuando está a punto de caer.
La sencillez le presta alas, envuelve el
mundo con una interrogante, le importan
poco las interpretaciones. La tormenta es
sencilla, el glaciar es sencillo, la primavera
es sencilla, hasta el amor es sencillo. Ojalá
este poema sea sencillo.