

Presentamos dos textos claves del legendario poeta nacido en Gales en la traducción al español de Elizabeth Azcona Cranwell.
Dylan Thomas
EN EL MUSLO DEL GIGANTE BLANCO
Por entre las gargantas, donde se cruzan muchos ríos
gritan los pájaros acuáticos
bajo la luna fecundada sobre la alta colina de yeso.
Y allí, esta noche, voy por el muslo del gigante blanco
donde mujeres yermas como piedras
yacen quietas y ansiosas por trabajar y amar
aunque ya se rindieron hace tiempo.
Por entre las gargantas donde se cruzan muchos ríos, las mujeres rezan,
suplicando en la bahía vadeada que se derrame la simiente
aunque la lluvia barrió los nombres escritos en sus piedras cubiertas de maleza,
y solas en el eterno oficio curvo de la noche
suspiran con sus lenguas de pájaros acuáticos
por los inmemoriales hijos no concebidos
de la mellada, tundida colina.
Ellas, que en un invierno con carne de gallina amaron todo el hielo abandonado
en los senderos de los galanes, o se enroscaron bajo el buey abrasador del sol
en las carretas con sus cargas tan altas que los manojos de heno
se asían de las nubes oblicuas, o alegres se acostaron con alguno
tan joven como ellas a la luz recién ordeñada de la luna
bajo las formas iluminadas de la fe, y sus enaguas por la luna sombreadas
se levantaban alto con el viento,
o se sobresaltaban con los rudos y jóvenes jinetes,
ahora me oprimen contra sus granos en un claro del bosque gigantesco,
ellas, las que una vez, ya verdes campos hace, fueron un seto vivo de alegrías.
Hace tiempo, su polvo fue carne que olfateaba el porquerizo astuto,
encendida en el vaho de la pocilga nupcial, por la impetuosa
claridad de sus muslos alardeando hacia el cielo del muladar
o con su hortelano, en el corazón del arbusto solar,
eran rudas como lenguas de vaca y podadas con zarzas sus melenas mantecosas
bajo el verano sofocante, llenas de espinas de oro hasta los huesos,
o se ondulaban suaves como seda en la luna hilandera
y arrojaban piedrecillas al lago que sonaba como un arpa de granizo.
Las que una vez eran un florecer de novias al borde del camino
en las casas de los espinos blancos
y oían al campo lascivo y cortejado, fluir hacia las próximas escarchas
y el chillar de los pequeños frailes escurridizos, ataviados de pieles
al extinguirse el día, en las naves de cardos, hasta que la lechuza blanca
cruzaba por sus pechos y escuchaban jactarse a las gamas arqueadas
y a los cornudos gamos trepar veloces, ante el llamado del amor, al bosque
donde echa espuma una antorcha de zorras,
a todos los pájaros y bestias de la noche engarzada oían repicar bulliciosos
y el topo achataba el hocico al peregrinar bajo las cúpulas
o, robustas cuidadoras de gansos, saltaban en un catre,
llenos de miel sus pechos, bajo su ganso rey
que en el siseante establo las azotaba con sus alas,
muertas hacía tiempo y consumida la cebada oscura donde sus zuecos danzaban en primavera
y volaban sus horquillas de luciérnaga y rodaban las parvas
(pero nada nacía, ningún niño prendía su boca a las venosas colmenas
y desnudas y estériles en tierra de Madre la Oca,
ellas eran con sus simples aldeanos un pedregal de esposas)
Ahora el grito del pájaro acuático me derriba para besar sus bocas en el polvo.
El polvo de sus ollas y relojes se hamaca
donde cabalga ahora el heno o las cocinas de helecho se enmohecen
como el arco de las hoces que podaba los setos a relámpagos
y cortaba las ramas de los pájaros que la savia trovadora enrojecía.
Ellas, desde las casas donde se hinca la cosecha, me oprimen fuertemente,
las que oyeron doblar la alta campana en los domingos de los muertos
y la lluvia que escurría sus lenguas por el patio esfumado,
me enseñan que el amor es siempre verde luego de la tumba donde caen las hojas
luego que el Amado sobre la cruz enterrada en la hierba
sea barrido por el sol y las Hijas ya no se lamenten
salvo por sus largos deseos en las calles de las jóvenes zorras
o por su hambre en el bosque derribado;
a estos muertos sanos e inmortales de veras aman las mujeres de la colina
por siempre meridianas entre los árboles de los galanes.
Y las hijas de la sombra llamean todavía como arden las fogatas cierta noche de otoño.
ELEGÍA
Demasiado altivo para morir, murió ciego y vencido
del modo más sombrío, sin mirar hacia atrás,
un hombre amable y frío en su mezquino orgullo
el día más sombrío. Oh que siempre yazga
luminoso por fin en la colina final llena de cruces,
bajo la hierba, enamorado y que joven se vuelva
entre los largos rebaños, y nunca yazga perdido o quieto
en todos los innumerables días de su muerte
aunque por sobre todo él suspiraba por el pecho materno
que era descanso y polvo y en la tierra benévola
la más oscura justicia de la muerte ciega y profana.
Dejad que no encuentre otro descanso que ser hallado y protegido
yo rezaba en el cuarto agazapado, junto a su cama ciega,
en la casa ya muda, un minuto antes del mediodía
y de la noche y de la luz. Los ríos de los muertos
veteaban su pobre mano que sostenía yo mientras veía
las raíces del mar a través de sus ojos sin vida.
(Un viejo atormentado, tres cuartas partes ciego.
No soy tan altivo para gritar que Él y él
nunca, nunca se irán de mi mente.
Todos sus huesos lloraban y pobre en todo salvo en el dolor,
aunque fuera inocente, él temía morir
odiando a Dios, pero en verdad era simple:
un viejo manso y valeroso en su quemante orgullo.
Suyos eran los postes de la casa, poseía sus libros.
Nunca había llorado, ni siquiera de niño
y no lloraba ahora, salvo ante su secreta herida.
Yo vi la última luz, que resbalaba de sus ojos.
Aquí entre las luces del altivo cielo
un viejo está conmigo dondequiera que voy
camina en las praderas del ojo de su hijo
sobre el que males infinitos cayeron como nieve.
Él gritó ante su muerte, temiendo al fin el último sonido
de las esferas, el mundo que se iba sin un suspiro
demasiado altivo para llorar, demasiado débil para aguantar las lágrimas,
y preso entre dos noches: la ceguera y la muerte.
Oh, la herida más profunda de todas, era que debía morir
en día tan sombrío. Oh, pudo al fin esconder
las lágrimas fuera de sus ojos, demasiado altivo para llorar.
Hasta que muera yo, él estará a mi lado).