Doorlan Daniel

“Los Horrores” y otros poemas

 

 

 

 

 

A LA INTEMPERIE

 

Deliberamos, Baraúnda,

un ilapso bajo el atril de la lengua

abriendo humores cual cubículos

aún intelectivos de implas, de pataratas

para ir más lejos, mancillándonos antojos,

obscenidades en un pasillo inabarcable

cual náufragas ojeras y eutrapelias.

 

Buceamos

en la pistoresa de una quimera,

dentro de una corola de fuga

huesosos gistes,

chamuscando el peinado del atavío

entre lirios inducidos a pimplar

la disecea de un sideral monasterio.

 

Anadeamos

un bote de tintas,

un estremecimiento de tabiques expiados en reproche

en algún trávelin de cosas

después de engullir sienes

tras apresuradas fosas

mediante golfanos dulcemente lozanos, muy cerca

de lestrigones, trópicos y canéforas apabullantes.

 

Esto es, el bramido mismo del relente en el vidrial del acaso.

 

El sonido de una mampara hecha de gullorias.

 

–Terral de clámides, jaurías; hipérbole

esparciendo golondros, por tanto, faifas

en una querella sofística. Voy como cualquiera

montado a un acento-rayo lleno de raptos absurdos

en parajes absurdos. Voy vestido de filigrana en una maleta

con olor a hospedaje mirando fijamente

la cadera medieval de una aceituna.

 

Soy la n del nosocomio enroscado a golletazos.

 

Mi yo es otro soy: castaña de pasos perdidos; esta intención

de romperme adrede y hundir un vers en la carmesa laringe

cuando voceo envelopes, logogrifos, altozanos.

 

Soy, una cantárida que nunca aterriza.

 

(inédito)

 

 

 

COMPONENDAS DE LA TEMPLANZA

 

A los/las globe-trotters de ninguna parte y en la memoria
de Antonin Artaud (el pensamiento es un lujo de la paz)

 

Activo la recopilación de un desierto

ajeno no al edicto

sino al mordaz nicho hiperestésico. Reciente

la imagen, acarrea amardecires

–corso de moños–

suspendidos en los heliantos. Hermesdrújula

repito al papirotazo en el indicio de la epítrope

y allí: ¡sushisintaxis de turistas y cabezazos herbívoros!

en el sendero n   a   d   a  d  e  e  s  t o   i   m   p   o   r   t   a   n   t   e.

 

Atrás desprecio,

atrás pañuelo,

atrás

lamidas rechinando asteriscos,

bien atrás los imbéciles

en la caverna del tajo sígnico,

esta mesada reúne

plumajes y aprieta

el póculo

un séquito, ya, simientes, aquellos.

 

Y dan cadencias porque estremecen

tardes, rocíos,

y signsomnios de tangencial loor

sobre un toco de flanco

como ritmando Izambard

abrazan al niño

– énea oca dando basalto traz

esto a fin de pronunciar: facundia,

porque arrebole y gire y ame

las voces

de un insecto

que absorbe soserías, Perseidas, melopeas;

como si las mangas de la ciudad tuvieran

ónices,

oleajes

al uso de las Hespérides, en lugar de

formar

estaciones de magia

 

para ejercer lo que el curuvicapantanos aprueba.

 

(inédito)

 

 

 

COMO SUELEN las sílabas a deshoras

 

Entre azaleas, buganvilias y soflamas

Hasta venir a hallar nulos recuerdos

Con peonías gritando;

Mas después que los ve, con martirio

Queman sus dédalos

Y en medio de búdicos pétalos,

El néctar están sorbiendo;

Así, querida mía, mis sentires

Con infausta penuria por hallarte,

Perdíanse de gloria en oquedales de olvido;

Empero, expelí tu sombra y torbellinos de halcones

Ahogados en ausencia, gozaron al mirarnos

Con fiebre y espectral enfado,

Y tomaste mi mano y juntos,

Como flores, frutos o megaterios,

Reflejamos la curva del sauzal

En la Osa Mayor. Y nuestros prodigios,

Como encendidos berilos, arrancaron

Entre fractales y holofrases,

El brocado referencial.

Y desde entonces, el arúspice al respiro

Suelta quirópteros y enjambra

La creciente hiedra de Urano

Que extiende brazos y convierte

Aquestos cuerpos en una estocástica.

 

(de Plectros)

 

 

 

EL CHIRRIDO se macera en las tuberías del pedicoj

 

Las compresas del vapor agitan galanterías.

Algo resbala de tan manuscrito y demuele

lo que el disfraz deja tras la osadía de un hocico.

 

Toda de ranerío una suela perpetra aquí su argucia

rodeada de polaina, cercana a ser mogote afuera.

Microdinastía deslizándose sobre el hilo distingue

una mayúscula de una esdrújula detrás del punto.

 

Galgas magnéticas vienen; ciertos vocablos abducen

mochines a veintiséis años de distancia y,

a bizquear mirada juegan, como si de nuevo estilo se tratara.

Constipados dardos destilan puntos seguidos en la tempestad

y abrasan el ámbar de la sacra nimiedad de los grillos.

Es el traqueteo del camafeo resolviendo lustrar de costado

el tomo I de Apollinaire para tildarse, elles en la A.

Fuelles lesiónanse de tanta vírgula y corchetes dicen al tacto.

 

Para nadie es la mecanografía que intenta añadirse jacarandá.

Para nadie los entrecejos del mirabel al rugir del tuétano.

Para nadie, insisto, los ritornelos, los gemidos, el azoro.

Embisto un presentimiento abandonado. Biselo una hamaca

entre hojarascas y acabo con el juicio del decir resuelto al ponto

de los espacios verecundos,

disuelto al risco,

aunque faltaran más epicedios amargos.

 

(inédito)

 

 

 

QUE ES CIERTO

 

cuando te vi

las hojas del prado

de color cambiaban,

los caireles de Aurora

caían, la luz de Orión

sonreía, y el véspero

era un cúmulo de fresas;

además, un brío de párpados

con furente marea

hizo que las náyades

ostentaran nuestro paraíso

y de pronto, un gentil solsticio

procuraba en el temblor

anclar su haschisch, y ahí nosotros,

crepúsculos ambarinos,

con bondad perpetua

fuimos diamantes de cosecha.

 

(de Plectros)

 

 

 

HOY EL FAVONIO revienta

 

mi atman a mil amperes.

Huyen de mí cebras

y el ocaso se retuerce el coco.

Mientras un grito lejano surfea

me pregunto qué es lo que siento.

El viento brinda antiguos plectros

y la tierra mis lágrimas nutre

al borde perlífero deste canto.

 

(de Plectros)

 

 

 

LOS HORRORES

 

Quien no canta lo inefable ¿existe?

Quien sorbe papilas

En la copa gigante de un cíclope

¿Podrá enteramente respirar

La lejía de la almohaza,

Del cedazo?

Oh calma mía, despierta

Tus rayos ebanistas

El volcán de tu perfume

Abre higos

Y el espliego se embrolla en tu cuello

Como si una pasiflora

Desparramara lozanía

O lanzara un garfio

Hacia una jarifa fatuidad

Nadie nos obstruirá el roce, bien sabemos,

Pero si estas andanzas no cintilan, Concavidad,

Al menos déjalas sobre tus pies

Por que las vocales dancen

Y si aún se apiñan allí

Hundid tu aroma en tal opiácea fabla

Y verted el estuco de tu golfán

Tonificando la impronta

Que en las noches como un paroxismo

Sacude albogones de una higuera

La ligereza nos ataja del cogote de imprevisto

Empurpurándonos camaleones al estricote

Y los estíos son plexos caligráficos

Conductores de clavicordios

Porque sabemos que “hazlo” dirá

El sochantre de un caparazón

En torno a riostras

En la te que han de trazar

Siempre con verdeantes calimas

Henchidas de cometarios, coplas, dalias

Las frases que dan vueltas a los fucilazos

Sin que ninguno de los participios resulte herido

Por el oliváceo peldaño de las horas

Una saboneta estás Insistencia,

Aguardando el día en que alguien esparza su fumarola

Y aprenda a cantar a ninguna persona…

En un horizonte plagado de vulvillas

Aparto caras con las espuelas del ábaco

Porque los fonemas surjan ante el influjo

De los vestigios que componen tu boca

Cual un carboncillo que gime telarañas

En los patines del cabeceo

Se encauzan Gandharvas

Y zarpan de la caricia de tu cofia

Resbalando tristáridas en el desierto

En aqueste andurrial do alunizamos

Ballenas que se arrugan por encanto.

 

(inédito)

 

 

 

TEXT

 

Estruendo muda a pecíolo

y cadenas estantiguas diluyen

en el crisol de incierta maraña.

Resuenan futesas, fuyentes afloran:

y una hélice –guedeja estuante– se ofrece

a la vista para Eumolpo. Hubiera dejado

mi andanza en el pedaleo plumífero,

los entusiasmos a un lado, la eupepsia

en el latebroso resuello, sin embargo

nací porque Arpha cantó prenatales

pavuras. Y fue una milocha,

un mogote insignificante que

agigantó mi verbosidad hasta pesiar

en el ¡fuchi! de la oscura noche,

dándome el universo, adentro. Pero aún

azuzo, hermanezco el ancestral helor,

los escabeles a lo largo de la vida

en un sobreveste coagulando ennui.

Y ruedan segundos-mechones, se atascan,

dando vueltas en la cima del tobogán

y a lo estrecho: un templo de cármenes.

 

(inédito)

 

Doorlan Daniel Seudónimo de Orlando D. Orué Páez (Ciudad del Este, Paraguay, 1992) nació bajo el barítono rosicler de la triple frontera, al Este del ... LEER MÁS DEL AUTOR