“Los Horrores” y otros poemas
A LA INTEMPERIE
Deliberamos, Baraúnda,
un ilapso bajo el atril de la lengua
abriendo humores cual cubículos
aún intelectivos de implas, de pataratas
para ir más lejos, mancillándonos antojos,
obscenidades en un pasillo inabarcable
cual náufragas ojeras y eutrapelias.
Buceamos
en la pistoresa de una quimera,
dentro de una corola de fuga
huesosos gistes,
chamuscando el peinado del atavío
entre lirios inducidos a pimplar
la disecea de un sideral monasterio.
Anadeamos
un bote de tintas,
un estremecimiento de tabiques expiados en reproche
en algún trávelin de cosas
después de engullir sienes
tras apresuradas fosas
mediante golfanos dulcemente lozanos, muy cerca
de lestrigones, trópicos y canéforas apabullantes.
Esto es, el bramido mismo del relente en el vidrial del acaso.
El sonido de una mampara hecha de gullorias.
–Terral de clámides, jaurías; hipérbole
esparciendo golondros, por tanto, faifas
en una querella sofística. Voy como cualquiera
montado a un acento-rayo lleno de raptos absurdos
en parajes absurdos. Voy vestido de filigrana en una maleta
con olor a hospedaje mirando fijamente
la cadera medieval de una aceituna.
Soy la n del nosocomio enroscado a golletazos.
Mi yo es otro soy: castaña de pasos perdidos; esta intención
de romperme adrede y hundir un vers en la carmesa laringe
cuando voceo envelopes, logogrifos, altozanos.
Soy, una cantárida que nunca aterriza.
(inédito)
COMPONENDAS DE LA TEMPLANZA
A los/las globe-trotters de ninguna parte y en la memoria
de Antonin Artaud (el pensamiento es un lujo de la paz)
Activo la recopilación de un desierto
ajeno no al edicto
sino al mordaz nicho hiperestésico. Reciente
la imagen, acarrea amardecires
–corso de moños–
suspendidos en los heliantos. Hermesdrújula
repito al papirotazo en el indicio de la epítrope
y allí: ¡sushisintaxis de turistas y cabezazos herbívoros!
en el sendero n a d a d e e s t o i m p o r t a n t e.
Atrás desprecio,
atrás pañuelo,
atrás
lamidas rechinando asteriscos,
bien atrás los imbéciles
en la caverna del tajo sígnico,
esta mesada reúne
plumajes y aprieta
el póculo
un séquito, ya, simientes, aquellos.
Y dan cadencias porque estremecen
tardes, rocíos,
y signsomnios de tangencial loor
sobre un toco de flanco
como ritmando Izambard
abrazan al niño
– énea oca dando basalto traz
esto a fin de pronunciar: facundia,
porque arrebole y gire y ame
las voces
de un insecto
que absorbe soserías, Perseidas, melopeas;
como si las mangas de la ciudad tuvieran
ónices,
oleajes
al uso de las Hespérides, en lugar de
formar
estaciones de magia
para ejercer lo que el curuvicapantanos aprueba.
(inédito)
COMO SUELEN las sílabas a deshoras
Entre azaleas, buganvilias y soflamas
Hasta venir a hallar nulos recuerdos
Con peonías gritando;
Mas después que los ve, con martirio
Queman sus dédalos
Y en medio de búdicos pétalos,
El néctar están sorbiendo;
Así, querida mía, mis sentires
Con infausta penuria por hallarte,
Perdíanse de gloria en oquedales de olvido;
Empero, expelí tu sombra y torbellinos de halcones
Ahogados en ausencia, gozaron al mirarnos
Con fiebre y espectral enfado,
Y tomaste mi mano y juntos,
Como flores, frutos o megaterios,
Reflejamos la curva del sauzal
En la Osa Mayor. Y nuestros prodigios,
Como encendidos berilos, arrancaron
Entre fractales y holofrases,
El brocado referencial.
Y desde entonces, el arúspice al respiro
Suelta quirópteros y enjambra
La creciente hiedra de Urano
Que extiende brazos y convierte
Aquestos cuerpos en una estocástica.
(de Plectros)
EL CHIRRIDO se macera en las tuberías del pedicoj
Las compresas del vapor agitan galanterías.
Algo resbala de tan manuscrito y demuele
lo que el disfraz deja tras la osadía de un hocico.
Toda de ranerío una suela perpetra aquí su argucia
rodeada de polaina, cercana a ser mogote afuera.
Microdinastía deslizándose sobre el hilo distingue
una mayúscula de una esdrújula detrás del punto.
Galgas magnéticas vienen; ciertos vocablos abducen
mochines a veintiséis años de distancia y,
a bizquear mirada juegan, como si de nuevo estilo se tratara.
Constipados dardos destilan puntos seguidos en la tempestad
y abrasan el ámbar de la sacra nimiedad de los grillos.
Es el traqueteo del camafeo resolviendo lustrar de costado
el tomo I de Apollinaire para tildarse, elles en la A.
Fuelles lesiónanse de tanta vírgula y corchetes dicen al tacto.
Para nadie es la mecanografía que intenta añadirse jacarandá.
Para nadie los entrecejos del mirabel al rugir del tuétano.
Para nadie, insisto, los ritornelos, los gemidos, el azoro.
Embisto un presentimiento abandonado. Biselo una hamaca
entre hojarascas y acabo con el juicio del decir resuelto al ponto
de los espacios verecundos,
disuelto al risco,
aunque faltaran más epicedios amargos.
(inédito)
QUE ES CIERTO
cuando te vi
las hojas del prado
de color cambiaban,
los caireles de Aurora
caían, la luz de Orión
sonreía, y el véspero
era un cúmulo de fresas;
además, un brío de párpados
con furente marea
hizo que las náyades
ostentaran nuestro paraíso
y de pronto, un gentil solsticio
procuraba en el temblor
anclar su haschisch, y ahí nosotros,
crepúsculos ambarinos,
con bondad perpetua
fuimos diamantes de cosecha.
(de Plectros)
HOY EL FAVONIO revienta
mi atman a mil amperes.
Huyen de mí cebras
y el ocaso se retuerce el coco.
Mientras un grito lejano surfea
me pregunto qué es lo que siento.
El viento brinda antiguos plectros
y la tierra mis lágrimas nutre
al borde perlífero deste canto.
(de Plectros)
LOS HORRORES
Quien no canta lo inefable ¿existe?
Quien sorbe papilas
En la copa gigante de un cíclope
¿Podrá enteramente respirar
La lejía de la almohaza,
Del cedazo?
Oh calma mía, despierta
Tus rayos ebanistas
El volcán de tu perfume
Abre higos
Y el espliego se embrolla en tu cuello
Como si una pasiflora
Desparramara lozanía
O lanzara un garfio
Hacia una jarifa fatuidad
Nadie nos obstruirá el roce, bien sabemos,
Pero si estas andanzas no cintilan, Concavidad,
Al menos déjalas sobre tus pies
Por que las vocales dancen
Y si aún se apiñan allí
Hundid tu aroma en tal opiácea fabla
Y verted el estuco de tu golfán
Tonificando la impronta
Que en las noches como un paroxismo
Sacude albogones de una higuera
La ligereza nos ataja del cogote de imprevisto
Empurpurándonos camaleones al estricote
Y los estíos son plexos caligráficos
Conductores de clavicordios
Porque sabemos que “hazlo” dirá
El sochantre de un caparazón
En torno a riostras
En la te que han de trazar
Siempre con verdeantes calimas
Henchidas de cometarios, coplas, dalias
Las frases que dan vueltas a los fucilazos
Sin que ninguno de los participios resulte herido
Por el oliváceo peldaño de las horas
Una saboneta estás Insistencia,
Aguardando el día en que alguien esparza su fumarola
Y aprenda a cantar a ninguna persona…
En un horizonte plagado de vulvillas
Aparto caras con las espuelas del ábaco
Porque los fonemas surjan ante el influjo
De los vestigios que componen tu boca
Cual un carboncillo que gime telarañas
En los patines del cabeceo
Se encauzan Gandharvas
Y zarpan de la caricia de tu cofia
Resbalando tristáridas en el desierto
En aqueste andurrial do alunizamos
Ballenas que se arrugan por encanto.
(inédito)
TEXT
Estruendo muda a pecíolo
y cadenas estantiguas diluyen
en el crisol de incierta maraña.
Resuenan futesas, fuyentes afloran:
y una hélice –guedeja estuante– se ofrece
a la vista para Eumolpo. Hubiera dejado
mi andanza en el pedaleo plumífero,
los entusiasmos a un lado, la eupepsia
en el latebroso resuello, sin embargo
nací porque Arpha cantó prenatales
pavuras. Y fue una milocha,
un mogote insignificante que
agigantó mi verbosidad hasta pesiar
en el ¡fuchi! de la oscura noche,
dándome el universo, adentro. Pero aún
azuzo, hermanezco el ancestral helor,
los escabeles a lo largo de la vida
en un sobreveste coagulando ennui.
Y ruedan segundos-mechones, se atascan,
dando vueltas en la cima del tobogán
y a lo estrecho: un templo de cármenes.
(inédito)