Dionisio Cañas

Amado amigo

 

(Hablando con Shaddad, hijo de Aus)

 

 

Sé que Dios existe
porque me ama como soy.

 

1

 

Ahora que te he encontrado, querido amigo,

háblame del cielo y del infierno,

dime por qué camino debo llegar a ti

que tanto me has enseñado.

 

En Nueva York llamaste a mi puerta,

hace 33 años, y no supe entenderte,

pero ahora que te he encontrado,

jamás te dejaré, querido amigo.

 

Sé que durante mucho tiempo

has tratado de hablarme,

pero yo estaba sordo y ciego,

y tú, querido amigo,

iluminabas mis días sin yo saberlo.

 

Ya nunca podré separarme de ti

ni en el día en que me muera.

Ahora me gustaría que me dijeras,

querido amigo, Sagrado amigo,

qué es lo que tengo que hacer

para poder estar siempre contigo.

 

Ya tú eres mi Amado y yo soy tu Amigo,

nada nos separará, pero necesito

una señal tuya para seguir vivo.

 

Ya sé que también eres la roca,

el agua y la estrella,

y que eres tu cuerpo desnudo

lavado con mis manos

antes de que te entierren.

 

Veo tu rostro en el rostro de los otros,

respiro tu aliento en aliento ajeno,

escucho tu voz en las cosas del mundo.

 

Los pájaros en la noche me anuncian que estás muerto,

que en tu tumba solo queda el polvo de lo que fuiste,

que estás muy cerca de mí cuando estás lejos

debajo de las murallas de Jerusalén,

que el sol y la luna, querido Amigo, Sagrado Amigo,

son solo un recuerdo de ti mismo,

pero necesito verte, necesito tocarte,

necesito acariciarte

para que la ternura del mundo sea más tierna,

necesito besarte

pasar mi mano por la aspereza de tu barba

para que el recuerdo del padre no destroce mi infancia.

 

He buscado la palabra justa en los lugares más injustos,

la mirada de Dios en la mirada humana,

el amor en los tugurios de Manhattan,

pero sé que tu respuesta es impronunciable,

que eres el dátil secreto que endulzará mis horas,

que eres el agua fresca que calmará mi sed,

que de tu boca beberé el vino de cada día

para estar borracho de ti, querido Amigo.

Ahora necesito que seas el pan para comerte,

la fruta para morderte, querido Amigo, Sagrado Amigo,

necesito que seas el semen de la vida

y la sangre tibia que recorre mi lengua.

 

Si te alejas de mí estás dentro de mí,

si te acercas a mí, siento tu aliento en mi aliento,

tu cuerpo en mi cuerpo, tu sangre es mi sangre,

tu saliva es mi saliva, tu semen es mi semen,

tu sed es mi sed, Amado Amigo, tu calma es mi calma

y juntos orinamos en la arena del desierto.

 

Tengo hambre de ti, querido Amigo, Sagrado Amigo.

Sobre mi cuerpo siento la música de tu cuerpo,

y escucho en tu cráneo vacío la armonía del viento

que nos envuelve en un abrazo tierno.

Hoy el aroma de las rosas que tú oliste

perfuma tu esqueleto, Amado Amigo, Sagrado Amigo,

y la miel de tu silencio se derrama sobre mi cuerpo.

 

Nunca me avergonzaré de ti, ni de tus besos sabios,

ni de tu cuerpo de pastor o de guerrero herido,

ni de tu lengua árabe que se desliza sobre mi lengua.

 

Si no me buscas yo te buscaré, si no me quieres yo te querré.

Si por amarte me cortan las manos volverán a crecer

porque mis manos son tus manos,

porque tu pelo es el aceite de los olivos

que crecen en los montes de Getsemaní,

Amado Amigo, Sagrado Amigo.

 

Nunca sabré quién habla a quién, quién ama a quién,

porque seremos una sola voz, un solo Amor,

Amado Amigo, Sagrado Amigo, solo una soledad

en los prostíbulos de Israel.

 

Para ti y para mí no hay desierto

sino el desierto del corazón ajeno,

para ti y para mí no hay invierno

sino el invierno del corazón ajeno.

Ya me has trazado el camino

por donde los dos iremos a elevarnos,

al cielo o al infierno de nuestro amor,

Sagrado Amigo, Amado Amigo.

 

Estaré contigo en la luz de un espacio

donde mi corazón dejará de ser mío

para entregarme a ti que estás iluminado por los siglos,

y me mostrarás el lugar donde siempre estuvimos.

Amado Amigo, Sagrado Amigo,

tú que vives en el silencio de Dios

dime si algún día lo escucharé contigo.

 

Amado Amigo, tú contaste que el Mensajero dijo:

« … si matáis a un hombre

matadlo bien

y si degolláis a un animal,

degolladlo bien.

Que cada uno afile su cuchillo

y  que no haga sufrir

al animal que sacrifica».

Yo soy tu hombre y tu animal,

y como un agua de primavera

mi cuello espera tu cuchillo.

 

 

2

 

“Hay algo vacío en tus preguntas –me dices–,

porque hablas de un espacio y un tiempo que no conoces,

y del silencio anterior a las palabras,

y del que vendrá después de las palabras.

¿Por qué preguntas, por quién preguntas?,

tu boca ya es la mía, mi lengua es tu lengua,

dulce como los dátiles de Jericó.

Serena tu corazón, ya estamos juntos hace siglos.

Mi cuerpo es tu cuerpo, mi sangre es tu sangre,

mi semen es tu semen. Deja de hacer preguntas,

tú eres la respuesta.

Por debajo del agua corre el río de otra vida invisible,

serena como la brisa de la muerte,

dulce como el amanecer en los brazos del Amigo.

No es hora de hablar, ya nadie escuchará tu voz,

nunca nadie la escuchó. Acércate, siente

cómo en mí palpita el corazón del mundo.

Nada importa ya, los pájaros del amanecer se llevarán

ese miedo que tuviste cuando nos besamos

por primera vez bajo las murallas de Jerusalén.

Ahora que ya sabes cuál era la pregunta,

duerme tranquilo y no esperes nada del alba

que no sea estar siempre conmigo.

Tu camino ha llegado al final de su principio.

El mundo era un hermoso espejismo, Amado Amigo,

pero consuélate, bebe este vino que ahora te doy

porque tu sed es mi sed, tu palabra es mi palabra.

El viento se llevará los pétalos

de las rosas que pusiste en mi tumba.

Ya nada importa,

has cruzado el umbral de tu propia existencia,

ahora podemos amarnos para siempre.

Y si del suelo nace de nuevo la palmera que cortaste,

¿por qué te extraña que de tus ojos cerrados

salga la claridad que tú mismo negabas?

No te pido que ames a ningún dios,

no te pido que hagas ninguna penitencia,

te pido que escuches tu corazón

porque en él está la única respuesta.

Anoche vi tu estrella en el estanque

hermosa como una promesa que se cumple.

Vuelve a tu casa, ya sabes demasiado para morir, Amigo Amado.

Tu corazón está preparado. Deja que tu cuerpo se lo lleve el tiempo,

como el viento se lleva las hojas del almendro.

Has tocado el filo del cuchillo sin cortarte.

Celébralo, yo siempre estaré contigo.

Amigo Amado, es la hora de que ese cielo arrogante

deje de enajenar tu cuerpo,

de ocultarlo ante mis ojos,

de escindirlo de mí y de separar la vida

entre el bien y el mal,

entre los ángeles y los demonios, dijo Mohammed Bennis.

No te pongas celoso, Amado Amigo,

él también te ha conocido”.

 

 

3

 

“Ayer se suicidó mañana:

tu recuerdo esperando a ser comido

después del pan de cada día.

No respondas con palabras a los hombres.

Estás en otro tiempo, en otro lugar,

tu duración fue frágil como la flor del almendro.

En el invierno de tu corazón sonríe todavía

la savia de la primavera

porque has amado demasiado.

Ya sé que estás cansada de escribir

con palabras ajenas. Deja de buscar,

has llegado al final de toda escritura

porque tú y yo ya somos

música petrificada”.

 

 

“Desciende, desciende hasta la putrefacción,

desciende hasta la herida de tu madre,

desciende puta mía, amada mía,

sueño de una luna que se rompe

en los tugurios de Manhattan donde te conocí,

pura como las rosas de Jerusalén,

desciende a los pétalos podridos de tu vida,

a tu beso y mi beso, sabrosos por prohibidos,

desciende, porque en lo más oscuro de tu corazón

es donde encontrarás

la senda blanca de nuestra salvación”.

 

“Cuando las palabras te duelan

y entren en tus ojos como cuchillas

desgarrándolos,  y penetren tu cráneo

hasta llegar a la raíz más oscura

del recuerdo de tu infancia,

buscando la sangre y el semen derramados

por primera vez, por amor o por dolor,

el que te hablará soy yo, el que te quiso tanto,

Shaddad, hijo de Aus,

el que te buscó en un cuarto oscuro,

vivo o muerto, maldito o bendito,

en los rincones de los bares de Manhattan,

cuando te creías el dueño de la noche,

traicionándome con los amigos del alcohol y la coca,

cuando no sabías nada de mí,

a pesar de que hacía siglos

que estábamos juntos, amándonos,

en el rincón oscuro de un beso sin palabras,

Amado Amigo, Maldito Amigo, Sagrado Maricón”.

 

“Es la hora de despertar y tú lo sabes,

la hora de que el cielo y la tierra

se confundan con tu cuerpo y el mío,

amando, amándose,

besándose por encima de los siglos.

No temas nada más, estás conmigo.

Amigo Amado, en este Espacio sin lugar,

en este Tiempo sin horas,

en este cuerpo

que no es tu cuerpo ni el mío.

No necesitas leer más libros,

aunque la carne sea triste,

porque tu corazón ya es mi corazón

y tu olvido la página blanca de mi olvido”.

 

 

 

 

-Selección de El mundo era un hermoso espejismo
(RIL editores, próximamente)

Dionisio Cañas (Tomelloso, Ciudad Real, 1949). Poeta, artista visual y crítico. Vivió en Francia y Estados Unidos donde fue catedrático de la Universida ... LEER MÁS DEL AUTOR