Odiseas Elytis

Diario de un abril invisible

 

 

(Traducción al español de Manuel González Rincón)

 

 

MARTES, 7 b

La vi venir desde lejos hacia mí. Llevaba
zapatos de paño y avanzaba ligera
y blanquinegra. Como el perro que la seguía
estaba sumergida en el negro hasta la cintura.

Envejecí esperándola, os lo aseguro.

Pero ahora es demasiado tarde para comprender
que el vacío crecía mientras ella avanzaba,
y que no habíamos de encontrarnos jamás.

 

 

MIÉRCOLES, 8 b

Como tras la detonación, en un prolongado vacío,
comenzó a surgir el viejo paisaje familiar.

Faltaban de su sitio la abuela y las manillas
del reloj de la pared.

En el lugar donde vi por primera vez a la Virgen
(o a mi Madre) olía a pino quemado y a perdón.

 

 

MIÉRCOLES, 15

Avanzo entre velas de piedra y mujeres
que sujetan medias lunas. Dios está ausente.
Este jardín no tiene fin ni nadie sabe lo que le espera.

Cada nombre luce breve tiempo en la oscuridad
para apagarse después y perderse.

 

 

SÁBADO, 18 b

Pesa la ternura del cielo
tras el trueno y cuando sale el caracol.
Pedazos de casas que navegan, balcones que blanden
su lanza, el aire.

Es un hecho la muerte que pende inminente
cargada de viejas dichas
y de aquella tan conocida (que se volvió blanca
en los agrestes desiertos) desesperación.

 

 

DOMINGO, 19 b

Al llegar el barco se hizo grande y obstruyó el puerto.
Ningún movimiento en cubierta. Quizá transportase
nuevas medias noches, compactas y bien embaladas.
Quizá también una sola alma, leve como el humo
y reconocible por el olor a quemado.

En cualquier caso, hay muchos animales que aún no acabaron
de salir del Arca y muestran impaciencia. Hasta la multitud
que desborda el muelle y lanza miradas inquietas,
poco a poco toma conciencia de que todo depende de un instante ­–

ese instante mismo que cuando vas a asirlo, desaparece.

 

 

MARTES SANTO, 21

Sólo hoy he encontrado valor para desenterrar
el jardín como un féretro. Me salpicaron
en la cara perfumes de limón y clavel.

Después aparté los años, los frescos pétalos
y he aquí a mi madre, con un gran sombrero blanco
y su viejo reloj de oro colgado en el pecho.
Triste y cautelosa, cuidaba algo justo detrás de mí.
No pude volverme a verlo porque me desmayé.

 

 

SÁBADO SANTO, 25

Cuando atravesaba mi insomnio de ayer
por un momento me sonrió levemente
la diosecilla de la cinta violeta
que desde niño difunde mis secretos.

Después se perdió navegando a la derecha
para ir a vaciar el balde de mis desechos
–poemillas repudiados y bagatelas del alma–
allí donde bulle aún solo antigua juventud
y un mar arrogante.

 

 

DOMINGO (PASCUA), 26

Día diáfano y puro. Parece que el aire se detiene
en el perfil del monte allá al occidente. Y el mar
con sus alas replegadas, a ras de tierra, bajo la ventana.
Apetece volar alto y repartir desde allí tu alma
a cambio de nada para bajar después y, valerosamente,
aceptar el lugar en la tumba que te corresponde.

 

 

VIERNES 1 M

Primero de mayo

Apreso la primavera con cuidado y la abro:
Una calidez de muselina me sacude
un azul que huele a hálito de amapola
las constelaciones todas de la margarita
y con ellas también muchas bestezuelas reptadoras
y volantes, culebras, lagartijas, orugas y otros
monstruos multicolores con antenas de filigrana
escamas de dorado lamé y rojas lentejuelas.

Diríase que todas prestas a dirigirse
al baile de disfraces del Hades.


 

SÁBADO, 2 M

Cuando cae mi vida (un diminuto trozo
de mi vida) sobre la vida de los demás,
deja un agujero.

Al asomar la vista allí, se puede ver,
a perpetuidad, un mar oscuro y una muchacha
de blanco volando de izquierda a derecha
que va a perderse en el aire.

 

Odiseas Elytis (Grecia, 1911 - 1996). Poeta, ensayista, traductor y pintor. Pertenece a la "Generación del 30" que renueva la poesía griega, acogiendo el ... LEER MÁS DEL AUTOR