

Presentamos dos textos claves de la reconocida poeta chilena.
Delia Domínguez
Canto y contracanto
Te canto como si fuera a morir.
Esto quiere decir: me mato cantándote
y da pie para soltarle las polleras
a la metáfora, e hilar cosas preciosas
para la boca de una señorita.
Pero mejor, te contracanto
bajo las linternas enmohecidas
justamente a la entrada del invierno
donde mi guitarra quedó descabezada
en la bohardilla de mi casa de campo.
O de golpe, no te canto,
y sentados en el suelo con las botas aceitadas
sentimos pasar la noche callados como tumbas,
-sentir hasta mudar de piel, he ahí la clave-
porque es necesario aprender, hermanito,
y escuchar con atención animal
los silbatos dorados
que largan señales desde las sepultaciones.
De vez en cuando
hay que ponerle el hombro
a los grandes silencios.
Uno no puede ser siempre el ombligo del canto.
DESDÓBLATE -dice una voz.
NO ERES EL OMBLIGO DE NADA -agrega la voz.
CUANDO MENOS PIENSAS
TU VIDITA CUELGA DE UN HILO -termina la voz.
Pero, si quieres,
le hago empeño para sacar un DO de pecho
y afinamos. Después de todo,
estos papeles sobreviven entintados en mi corazón.
O si tienes ganas,
canta tú,
yo contrapunteo en la sombra
y guardo mis cuatro versos para mañana
o para el Día del Juicio.
(De Contracanto)
Esta es la casa
Quien quiera saber lo que acontece
a las lluvias en marcha sobre la tierra,
véngase a vivir sobre mi techo, entre los
signos y presagios.
Saint-John Perse.
Esta es la casa
aquí la tienes con la puerta abierta
y los fogones encendidos.
Aquí vivo
conjurada por la noche de campo
y los mugidos de las vacas
que van a parir a la salida del invierno.
Entra en las piezas de sentimiento antiguo
con manzanas reinetas
y cueros claveteados en el piso.
Esta es la casa para ser como somos,
para contar las velas de cumpleaños
y las otras también,
para colgar la ropa y la tristeza
que jamás entregaremos a la luz.
Este es el clima, niebla y borrasca,
sol partido entre los hielos
pero encima de todo:
un evangelio duro
una pasión sin vuelta
una carta de agua para la eternidad.
Esta es la zona: Km. 14, Santa Amelia,
virando hacia el oeste,
con todas las jugadas de la vida
y todas las jugadas de la muerte.
Esta es la casa raspada por los vientos
donde culebreaban los inviernos
de pared a pared
de hijo a hijo
cuando nos aliviábamos con ladrillos caldeados
para aprender las sagradas escrituras
que la profesora de la Escuela Catorce
sacaba de un armario
o de los dibujos de un pañuelo.
Esta es la fibra fiel de la madera
donde calladamente me criaron
entre colonos y mujeres
que regresaron a su greda.
Aquí vivo con la puerta abierta
y este amor
que no sirve para canciones ni para libros,
con mi alianza sin ruido a Santa Amelia
donde puedes hallarme a toda hora
entre las herramientas y la tierra.
(De El sol mira para atrás)