Nadie lee del otro lado
HORMIGAS
Las hormigas de mi patio parecen cansadas este verano
ya no trepan y destrepan murallas como antes.
Sus movimientos se reducen a formas simples
a dibujos infantiles.
Durante las noches percibo su inseguridad
desconcertadas en la orilla de una rama
le temen al abismo, es como si la muerte
se les hubiera aparecido de repente
y les reclamara su dulzura.
Las hormigas de mi patio se ven deprimidas
gastadas
y nadie parece notarlo.
(De Nadie lee del otro lado, 2001)
UN ADOLESCENTE SE CORTA LAS VENAS
CON UNA BOTELLA DE COCA-COLA
No desiste el crepúsculo en lo alto de los edificios
y en los umbrales sólo quedan despojos y cigarrillos aplastados.
Un adolescente se desangra y sus raíces se enroscan hacia afuera
hay un gesto atrapado en sus muñecas una mordedura de muerte.
Hacia atrás nace la rosa –musita alguien con sus dedos entre los labios.
Los derrumbes se suspenden en la velocidad profunda de la ruta
la misma región donde termina la casa y comienzan las estrellas
que sabemos de memoria cuando un habitante escoge una respuesta
anudada a una piedra y salta con los brazos extendidos al vacío.
(De Zen para Peatones, 2004)
UN DIBUJO ACORRALADO POR LA SOMBRA
Lo real ha invadido lo real
como un libro que siempre se abre en el mismo poema
versos peatonales de doble vía, puntos de fuga
que se instalan sobre estas páginas corregidas desde
la generosidad.
Frutas o hierbas que recolectamos
para masticar de otro modo las pérdidas.
Lo real ha invadido lo real
el olor de la página en blanco y su doble textura
la oscuridad de la letra que tiñe el vacío más allá
o más acá de los bordes del oficio.
La lucha cuerpo a cuerpo en que interpretamos
ciertos sonidos huellas dactilares o partituras
un dibujo acorralado por una sombra
que se diluye en el punto final.
(De Zen para peatones, 2004)
INFLEXIONES
Ábrele las piernas a ese libro de tapa dura que está sobre la mesa
y escucha las letras que caen barranca abajo
hasta llegar al poblado
en que las voces pierden sus formas.
Gira la llave de la primera línea
baja el volumen del entusiasmo
que la sombra de tu sombra se deje caer sobre ti
y garabatee con sus manos frías y sucias
bocetos de poemas
que enciendan la mesa de tu casa amueblada.
Escucha el rechinar de cadenas sobre las baldosas del verso
cuando tragas y tragas este silabario hecho de esquirlas
como la vajilla quebrada de una novia frígida y furiosa.
(El castillo del inconsciente donde las ventanas se abren de golpe
y los interruptores se prenden y apagan).
Pero la memoria arde en algún lugar de tu mente
como fogatas esparcidas vistas desde el aire
como maletas en llamas después de un accidente aéreo.
Un paneo lento que puede llegar hasta el primer plano de tu dedo
cuando aprietas el gatillo y el arma no dispara.
Porque vinieron varios antes decididos
a explotar su lengua por los cuatro costados
dispuestos a lo volarse los sesos con la plasticidad de una gota
que se desplaza ligera por los balcones del cuerpo.
Permíteme entonces
enterrar suavemente el lápiz labial
en la comisura de tu boca
despejar la garganta y restregarme los ojos
para sentir cómo se azota
el cielo sobre mi cara.
(De Peces de Colores, 2006)
PECES DE COLORES
Mover la mano en la pecera
no quiere decir atrapar un pez
si se advierte que los peces jamás cierran sus ojos
y el agua pocas veces sube
aunque hay versos ascendentes en la caída
secos de golpe
en el instante del papel.
Pero observen cómo huyen los peces
cómo nos jabonan la existencia.
Nos reducen a especies a intencionales
a palos de ciego
a oído batiéndose en ondas
estremecedores sectores óseos
musicales aciertos en la partitura mojada
y cada vez más borrosa de la letra.
Los peces de colores ya no existen.
Las orillas se secaron demasiado pronto.
Y luego otras orillas menos auspiciosas sedimentaron
o sea que cedimos del pantano
a la greda y de la greda
a unos tiestos de vidrio
que orgullosamente portamos
en las peores temporadas de sequía.
Decía que los peces de colores no existen:
¿has visto un pez de color untando el cristal con su nariz?
¿has puesto tu mano sobre el vidrio mojado?
¿has llegado a vislumbrar el reflejo de tus ojos en sus ojos?
(De Peces de Colores, 2006)
DESDE EL JARDÍN
a Jerzy Kosinski
La llama que aflora en la flor
es un peldaño mixturado otra energía
una dalia por ejemplo su nervadura
hilvana la vegetación diminuta
que entramada costurea
vitrales con una leve geometría
geología menor si se quiere
la de enterrar las manos dentro de las cosas
y salir manchado con el eterno temita
del paraíso abreviado o tachado
por alguna antigua nostalgia que aflora
en este caso en flor, espina, que sé yo.
La llama no enciende la flor
traza trazos aguachentos
en la pupila congestionada.
Opaca paleta que resuella
-a pesar de los cristales afilados-
razones de sobra para que la luz
no sea luz sino una tibia sinfonía de colores.
(De Jardines Imaginarios, 2010)
OTOÑO CON FIEBRE
Me enredo en los rayos de sol
que se cuelan por las cortinas.
El vecino barre las canaletas del techo
mientras su hija escribe un poema
con las hojas de este otoño.
Nadie puede agregar otro martilleo
a las ideas que caen de golpe.
Ágata tiene fiebre y la envuelvo en una manta de lana
con rectángulos, blanco, verde y rojo
que combinan con el color de sus juguetes.
Escucho música a un volumen apenas audible
el hilo de las notas y el hilo de los rayos de sol.
Tijeras que cortan en dos esta tarde
que difiere de todas las anteriores.
O sea he llegado a ser la mosca azul
que unta sus patas en las cortinas de velo
un vuelo claustrofóbico soleado
que me clava al mismo lugar
que he ocupado por años.
No hay ternura en los insectos atravesados por los alfileres.
La morfología del cuerpo sigue siendo la misma.
Una bandada de choroyes vuela con elegancia por el barrio.
La fiebre tendrá que bajar.
(De Hebras Viudas, 2011)
COSTRA
)Las tazas sobre el mantel, la lluvia derramada(
Desde esta oscuridad sólo puedo apostar
a la apariencia de mis manos invadiendo
el campo de batalla que suelo cruzar
periférica y tímidamente.
El campo material donde se reúnen
nuestros cuerpos cansados e inocentes
nuevamente a intercambiar municiones
que con los años son salvas
o estallidos menores.
Andar a tientas, no levantar la vista
arrastrar los pies y perder el brillo
de los muebles que opacos se sientan
a la mesa con nosotros. Son puntos
favorables a esta altura de organización.
Los carbones de la chimenea se enfriaron
y ahora son parte del hielo antártico
por el que nos desplazamos todos los días.
A pesar de lo pesimista del paisaje
aún existen noches donde se enciende una vela
y se proyectan sombras de esta costra
ovalada y maciza.
(De Hebras Viudas, 2011)