Daniel Téllez

El aire oscuro

 

 

 

 

El aire oscuro (fragmentos)

 

25.

no hay epitafio en la fosa de mi padre porque

no hay fosa/ sólo lagartijas sobre la corteza

de su cuerpo/ húmedas colinas en la sombra que

arde/ lagartija en mi pulso que sube por la

higuera/

 

29.

fue mi padre un arcoíris fragmentario/ siete los

colores que escribió en su pensamiento/ cinco los

colores de mi cordón umbilical/ dos días repetidos

excavaba el centro de su espectro solar/

 

31.

como el agua cambiante los ojos de mi padre/ peces

reblandecidos en un breve mar de asfalto/ peces

hirientes que se arremolinan en la frente/ peces

que miran desde el fondo el borde del estanque/

 

32.

envainada su mano mi padre creaba espantos/ mano

mojada como adormidera para los niños/ cartílago

para el escepticismo/ fardo ligero en la fornicación

sobre la niebla/

 

34.

duermo como duerme mi padre el aire oscuro/

inmortal a ese aire duermo mis pensamientos

boca arriba/ duermen los pensamientos en corceles

muertos/ duermo la oscuridad en mi pozo de hierba/

 

35.

nada pacífico mi padre rojo/ cuerpos de nombres

que surcan su camino/ epitafios desnudos como

collares de manzanas rotas/ semen que del oráculo

permanece con su muerte/

 

 

 

 

Coserías (de Coso Monumental)

 

nada podría dar nombre al brillo o a la putrefacción
porque no existirán ni el brillo ni la putrefacción
si arrojamos al fuego nuestra máscara.
Eduardo Chirinos

 

i

se afirma que el buen circo

está en otra parte, mentira,

está en los sandios que alaban los cuerpos laborantes

 

los que asisten al lavatorio de manos

con su pastel de tres leches

para la velada cristiana

 

han de saberlo, este paraíso septentrional

es racional, a ustedes les consta,

aquí no solfean gallos, ni endosamos samaritanas,

 

se baraja sólo un nudo al corazón

un madero atorado en la clavícula

 

aquí en esta arena, hay siempre un despeñadero

para cada obispo enmascarado

 

 

ii

un gladiador vegeta más que la lumbre

 

yo sólo soy domador de pencos

poseedor de una joya

rudo en el atajo de las águilas

 

un gladiador existe hundido en la breña

 

nosotros decimos plumas y cabellos

con el añejo lenguaje de las manos

 

 

iii

luego sobreviene el martinete

malo lo probamos

 

truena un omóplato a línea de lona

y cruje

la sabana que titulas por su nombre

 

carne cruda para la felicidad

de este coso

 

carne cruda en este parador

para la única felicidad

y el buen gozo

que nos redime de la muerte

 

 

v

no me exijas la hurracarrana

no solicites

porque en ello hay absoluto amor

la posición no es para dos, tan diferentes

 

si arrancamos la médula espinal

que sea por amor

en cualquier filo de la casa

adentro

no en trapecio ajeno

 

 

viii

no asistas al otro en su lucha,

de veras

déjale en su sangre,

no prolongues su savia, no

apremies al azar la sanación de sus llagas

 

nunca le asistas

al húmero rudo que tiene ánimo

y un par de albas mañas

para matar dos cucos:

el amor y la ceguera

 

 

ix

y al punto la lucha de clases

: los cubiertos de arcilla

: los de sombra oxidada

 

andar calando bajo

se traduce –el ejército de salvación circense

equilibrando toda caída posible

con su conmutativa propiedad

 

arriba en las caídas

compromete una zancada como estampa

un rosario que tiembla con el peso

 

confiar a dios

la heráldica de la geografía natural

y del relámpago

 

 

 

 

(germanía de Manjarrez)

 

Manjarrez almuerza frituras y da cuenta de hongos

en las jardineras azules.            Merienda

su fausto queso panela.             Circunscribe

su espacio tres veces como se ducha al mediodía.

Calza considerables parajes

la longitud cíclica de los horóscopos hebdomadarios

en las notitas musicales. Su verdad mora

en la cicatriz de sus desconciertos y en la prontitud de su lengua.

La jardinera azul se cristianiza en mar

y las provisiones todas balada toda historia son pienso. Narrar

sabe a duraznos todo el plazo. No hay apuro

ojo por ojos. Nada nos suspende si Manjarrez

es una dalia. Un dominio vegetal.

Es Manjarrez fuerte que funda

la premisa del padre Garibay:

Que se les abran los ojos y el corazón

 

 

 

 

[Dentro]

 

Cangrejo de despeñadero en los fiordos

también.

En horma de tierra albardonada

alineado en barrancas y tiene cámara con branquias.

 

Con retruécanos y criptógamas Bebra monta

una broma entre arbustos espinosos y

yermas extensiones áridas

hacia la página occisa y capital.

 

Tan cangrejo   por su conjunto horizontal

sus ristras de monte bajo

de puntillas

-Juan Ramón sonriendo ente sus rosas puras –

multiveloz   el litoral alto y sin empacho

baten las líneas   por lo demás.

 

¿Y qué, cangrejo? ¿El poema es edificante?

el mayor incienso en do natural

por ejemplo   Charpentier o el Chaco.

De lo vulgar en tres Puntas la bizarría

grava.

 

Obra citada cangrejo    Como el umbrío el

rojovivo el hormiguero de Jerez el

de la novia muy pobre   cangrejo

en tierra adentro   cangrejo de sulfato

el céfiro que cede el madrigal.

 

Como cierto cangrejo   No

los de agua dulce   los que se aventuran Valente

cuando ninguna nube se interpone

los ermitaños excepto cuando se aparean

son las palomas sufíes José Ángel?

Se antoja claro:

Cada paloma es libre

de ser el hipopótamo que quiera.

 

 

 

 

André El Gigante

 

Parezco un antiguo poblador de la Tierra.

Se necesita voltear la mirada hacia arriba

y recorrer dos metros con treinta y cinco centímetros

desde el suelo

y observarme de frente y de perfil

para percibir mi gramática colosal.

 

Aquí tienes mi corazón infantil

de doscientos ochenta kilos

más el volumen agregado,

por más de un cuarto de siglo.

Saben ustedes, como Kalimán,

que quien me tiene de compañero

lo domina todo:

es un hándicap a favor.

 

Un mínimo estrago heredo

a quien se resiste heroicamente a mi humanidad;

sale peor tratado que el mismo cuadrilátero

de seis por seis.

 

Soy el ogro de las jácaras

y he tenido como aliados de lona

a lo más granado del planeta:

Hulk Hogan, Tatsumi Fujinami

o el troglodita Abdulá The Butcher.

 

De México recuerdo la reciedumbre

y nervio de un gladiador multifaces,

además de la aporreada humanidad de un tabasqueño

con quien ardió Troya aquella vez que me cargó

y aplicó un martillo sobre la lona del coso cuatrocaminero.

 

Encontré la gloria y la prosperidad

una tarde en que mi colosal figura

retiró un árbol que imposibilitaba

el paso a un hombre

en una carretera parisina.

Aquel vaticinó que yo sería una torre

y quien más expectación pudo haber causado

entre los gladiadores suicidas del mundo.

 

Daniel Téllez (Ciudad de México, 1972). Poeta, profesor e investigador del Estridentismo y de vasos comunicantes entre tópicos populares y literatura. H ... LEER MÁS DEL AUTOR