Daniel P. García

Una revolución de sol

 

 

 

-Adelanto de La etimología de la vida (5 poemas +1)

 

 

 

 

La etimología de la vida

 

Perdimos noches enteras soñando de súcubo,

tortugas-hormigas mirando un cielo enorme,

iluminado de luciérnagas invisibles,

del peso de la noche sobre la cabeza.

 

Un miedo inexistente se posa sobre nosotros,

no muerte sino estrellas de noches nubladas,

resonancias y artificios como úteros aislados,

nosotros replegados sobre nuestro cuerpo,

dispersos en cúmulos de estrellas nubladas

a punto de lluvia,

luces eléctricas y estrellas.

 

Las caras se iluminan de nubes azules.

La vida nueva también sonríe.

 

 

 

 

Art poetique deux

 

Que el trauma sea leve,

pero que dure la eternidad.

 

 

 

 

Una revolución de sol

 

Un hombre se sienta en una plaza

y alimenta con sus ojos dos pequeños árboles con nido

las plumas de los pájaros nuevos

de otros árboles de otras ramas

 

Con susurros arrulla la tierra en la plaza

y alimenta el pasto con la vibración de su garganta

Trina el aire los colores de las casas

Mece nuevas hojas secas

 

Florece la madera muerta donde se sienta

las grietas del asfalto y las grietas del concreto

El hombre permanece y espera

dando agua su corazón

espera

 

Mañana volverá a salir el sol

y otra vez alimentará el aire con su voz

el hombre volverá sonreír

 

 

 

 

Amigos muertos, olvidados (los no poetas)

 

Entonces fui atrapado por rimas inexactas

de amigos muertos, olvidados en alguna curva,

a la vuelta de donde la vida nos dejó tirados.

 

Pocos nos recuperamos de esos golpes,

pocos siguieron viviendo la vida como vida

desde el knock-out que los dejó a rastras,

escribiendo casi por debajo de la tierra,

o el artilugio ideado para respirar a diario.

 

No retozaron desenfrenados de amigos

ni de amigas, porque todos eran libros.

No bebieron demás en fiesta alguna,

sino escuchando las mismas obras

que leerían sobrios.

 

Desperdiciaron su juventud

leyendo demasiado,

escribiendo demasiado,

sintiendo demasiado.

 

Ellos fueron los poetas no poetas,

no poetas porque quisieron,

no poetas porque lo fueron.

También por las circunstancias

escribían versos que olvidaban

perdidos en la ciudad,

repartiendo flyers de comida,

dípticos y panfletos en los jardines

de grandes casas amobladas.

Pero escribían por las circunstancias,

porque era más fácil escribir

cuando aguantaban el hambre

o viceversa, ya nadie recuerda que entonces

había que comer, pero escribían;

había que trabajar, pero escribían;

agonizaban en clínicas u hospitales,

pero escribían;

a un par incluso les llegó la hora

tan temprano, pero escribieron,

muy mal por las circunstancias,

pero escribieron.

 

A ellos no los salvó nadie,

ni viajaron a Cuba cargados

de esperanzas y fuego revolucionario,

ni se instruyeron en embajadas

de remotos países desarrollados,

cuando solo les alcanzaba para el pan

y el de sus hijos y los hijos de sus hijos.

Apenas lograron cruzar la cordillera

alguna vez como turistas o como pinche

de algún famoso director embaucado.

Nunca bailaron con putas ni borrachos,

pelearon por Platón, Dylan o White,

a veces criticaban a Dostoyevski con un café

y dos ojeras que arrastraban una cada libro

de la noche anterior

y tantas vidas,

o así terminé de imaginarlos yo.

 

Y así quisieron esconderse

en las noches sin luna,

en el abismo de las redes,

cuidando a los hijos enfermos

en el rincón de alguna habitación,

pero escribieron y en ese olvido

ayudaron a tantos que nunca escribieron.

 

 

 

 

Herejía (otra art poetique)

 

“Yo no creo en la poesía.

El mundo está roto

de humanidad

como mares inundados

donde ya no hay nada que pegar.

La palabra no alcanza las cosas”,

dijo y luego replicó:

“¿Y qué hago aquí entonces?”

 

Daniel P. García Nació en Santiago de Chile en 1979, pero creció en Iquique, en pleno desierto. Intentó estudiar Ingeniería Electrónica en la Universida ... LEER MÁS DEL AUTOR