Una revolución de sol
-Adelanto de La etimología de la vida (5 poemas +1)
La etimología de la vida
Perdimos noches enteras soñando de súcubo,
tortugas-hormigas mirando un cielo enorme,
iluminado de luciérnagas invisibles,
del peso de la noche sobre la cabeza.
Un miedo inexistente se posa sobre nosotros,
no muerte sino estrellas de noches nubladas,
resonancias y artificios como úteros aislados,
nosotros replegados sobre nuestro cuerpo,
dispersos en cúmulos de estrellas nubladas
a punto de lluvia,
luces eléctricas y estrellas.
Las caras se iluminan de nubes azules.
La vida nueva también sonríe.
Art poetique deux
Que el trauma sea leve,
pero que dure la eternidad.
Una revolución de sol
Un hombre se sienta en una plaza
y alimenta con sus ojos dos pequeños árboles con nido
las plumas de los pájaros nuevos
de otros árboles de otras ramas
Con susurros arrulla la tierra en la plaza
y alimenta el pasto con la vibración de su garganta
Trina el aire los colores de las casas
Mece nuevas hojas secas
Florece la madera muerta donde se sienta
las grietas del asfalto y las grietas del concreto
El hombre permanece y espera
dando agua su corazón
espera
Mañana volverá a salir el sol
y otra vez alimentará el aire con su voz
el hombre volverá sonreír
Amigos muertos, olvidados (los no poetas)
Entonces fui atrapado por rimas inexactas
de amigos muertos, olvidados en alguna curva,
a la vuelta de donde la vida nos dejó tirados.
Pocos nos recuperamos de esos golpes,
pocos siguieron viviendo la vida como vida
desde el knock-out que los dejó a rastras,
escribiendo casi por debajo de la tierra,
o el artilugio ideado para respirar a diario.
No retozaron desenfrenados de amigos
ni de amigas, porque todos eran libros.
No bebieron demás en fiesta alguna,
sino escuchando las mismas obras
que leerían sobrios.
Desperdiciaron su juventud
leyendo demasiado,
escribiendo demasiado,
sintiendo demasiado.
Ellos fueron los poetas no poetas,
no poetas porque quisieron,
no poetas porque lo fueron.
También por las circunstancias
escribían versos que olvidaban
perdidos en la ciudad,
repartiendo flyers de comida,
dípticos y panfletos en los jardines
de grandes casas amobladas.
Pero escribían por las circunstancias,
porque era más fácil escribir
cuando aguantaban el hambre
o viceversa, ya nadie recuerda que entonces
había que comer, pero escribían;
había que trabajar, pero escribían;
agonizaban en clínicas u hospitales,
pero escribían;
a un par incluso les llegó la hora
tan temprano, pero escribieron,
muy mal por las circunstancias,
pero escribieron.
A ellos no los salvó nadie,
ni viajaron a Cuba cargados
de esperanzas y fuego revolucionario,
ni se instruyeron en embajadas
de remotos países desarrollados,
cuando solo les alcanzaba para el pan
y el de sus hijos y los hijos de sus hijos.
Apenas lograron cruzar la cordillera
alguna vez como turistas o como pinche
de algún famoso director embaucado.
Nunca bailaron con putas ni borrachos,
pelearon por Platón, Dylan o White,
a veces criticaban a Dostoyevski con un café
y dos ojeras que arrastraban una cada libro
de la noche anterior
y tantas vidas,
o así terminé de imaginarlos yo.
Y así quisieron esconderse
en las noches sin luna,
en el abismo de las redes,
cuidando a los hijos enfermos
en el rincón de alguna habitación,
pero escribieron y en ese olvido
ayudaron a tantos que nunca escribieron.
Herejía (otra art poetique)
“Yo no creo en la poesía.
El mundo está roto
de humanidad
como mares inundados
donde ya no hay nada que pegar.
La palabra no alcanza las cosas”,
dijo y luego replicó:
“¿Y qué hago aquí entonces?”