El amor es su entornada sustancia
Una avispa sobre el agua
La superficie del agua es tensa
para una avispa,
es un sendero múltiple fluyendo siempre
como el tacto del tiempo
sobre la hondura quieta
de un corto espacio.
Corto es el tiempo
en que flota; corta
la distancia en que gira
por incesantes laberintos,
remolinos inciertos, llamas,
y transparencia
inextricable.
Imagen al amanecer
El agua del aspersor cubría la escena
como una niebla,
como una flama blanquísima, dueña
de sí misma, de su brotar cambiante, de su pulso
ritual
y cadencioso.
Un poco más allá y más allá hasta
tocar las rocas. Lienzos de sol
entre la cauda humeante; lluvia de cuarzo; interno
oleaje
silencioso. Un mismo
denso
movimiento lo centra; lo ahonda
en su asombrado corazón. Profundo, colmado
vórtice.
Renace, tenue, su palpitar. Marmóreo y lento
borbollón luminoso.
Un poco más allá, más allá, su tacto límpido
se estremece. Son remanso
las rocas
a su enjambre estelar, a su incesante,
encendida nieve. Por un momento se cubre
con su seda el jardín. Suavemente
los troncos ceden
y van tendiéndose sobre el pasto;
largas sendas oscuras bajo el tamiz
que inunda el amanecer. Cuando su lluvia
se ha expandido hacia el este
pesan menos las sombras
y los troncos se adensan y se levantan.
Vuelve entonces el arco
a resplandecer. Una llama reciente nubla la escena,
un olor de magnolias
y rocas húmedas.
La penumbra del cuarto
Entra el lenguaje.
Los dos se acercan a los mismos objetos. Los tocan
del mismo modo. Los apilan igual. Dejan e ignoran
las mismas cosas.
Cuando se enfrentan, saben que son el límite
uno del otro.
Son creador y criatura.
Son imagen,
modelo,
uno del otro.
Los dos comparten la penumbra del cuarto.
Ahí perciben poco: lo utilizable
y lo que el otro permite ver. Ambos se evaden
y se ocultan.
El amor es su entornada sustancia
Encendido en los boscajes del tiempo, el amor
es su entornada sustancia. Abre
con hociquillo de marmota,
senderos y senderos
inextricables. Es el camino
de vuelta
de los muertos, el lugar luminoso en donde suelen
resplandecer. Como zafiros bajo la arena
hacen su playa, hacen sus olas íntimas, su floración
de pedernal, blanca y hundiéndose
y volcando su espuma. Así nos dicen al oído: del viento,
de la calma del agua, y del sol
que toca,
con dedos ígneos y delicados
la frescura vital. Así nos dicen
con su candor de caracolas; así van devanándonos
con su luz, que es piedra,
y que es principio con el agua, y es mar
de hondos follajes
inexpugnables, a los que sólo así, de noche,
nos es dado ver
y encender
Sobre él discurren con suavidad
En el espejo del tiempo
centellea la conciencia.
Fina serpiente de cristal, rodea las cosas.
Las envuelve, las crea, las fija.
–Se ve mirarse en el reflejo.
Ve su imagen mirar.-–
Los movimientos se hacen cautos
y lentos
y van dejando en su discurso fisuras.
Los dibujos que trazan al brillar las fisuras
van reemplazando
el movimiento.
Son subyugantes sus arabescos contra el lomo
del mar.
En él respira su silencio.
Es un espejo el tiempo
bajo el azul: sobre él,
con punzones finísimos argumentan,
sobre él discurren con suavidad.