El cuarto Edén
AGONÍA DE LA REINA
Darte la vida en estallidos de la carne y perderme en ello
Fue la máxima consigna que coronó el universo en mis cabellos.
Cruce del cielo y del infierno mi vestido de flores
Me di en las cascadas de tu aliento
En la luz derramada por los vasos de tu día
En la efervescencia y la pólvora
Con el dolor surcando los contornos de este tiempo
Limpié lágrimas y escombros después de las conflagraciones
Con una caravana de fantasmas cruzándome la calma
Sembré las flores arrancadas de mi risa
Y te puse con ellas un jardín en el pecho.
Era un levitar de aromas en mis senos
Una comparsa de libélulas cantándome en el vientre
Un olor de mangos en las manos esparcido
Era mi cuerpo el lecho de tu río
La caverna oscura en la que para tu calor
Hube de inventar el fuego.
Multipliqué los panes para tu hambre de niño
Y se fue deshojando el árbol que cuidé para ti
Contra el frío de todos los inviernos
En ramas desnudas bajo un cielo de plomo
Vi tornarse mis brazos extendidos.
Cuando un pedazo de sol agonizaba en mi ventana
Y tus ojos miraban caer meteoros de cruda lejanía
Yo contaba los hijos que perdí en guerras sin nombre
Los animales enjaulados en mi boca
Y los días vagabundos
Con el musgo entre mis piernas que no tuvo sello
Barcos fantasmas vi partir desde mi cuerpo
Mordí la ácida fruta de los nocturnos desamparos
Y las horas incrustaron alfileres de veneno
En mi carne fugitiva.
Despierta y extendida como una oscura estepa
Depositó la noche sus misterios
En la enormidad de mis amplias orfandades
Los guardé para ti en el cofre de mis dedos
Los secretos de las piedras me fueron revelados
La savia de los troncos me entregaron sus milagros
Para curarte al retorno de tus vuelos a la furia
Desflecado el estandarte
Con que alzaste hasta lo alto tus deseos.
De esperarte se gastaron mis sentidos
Llovió edad sobre mi pelo y la mirada,
se me llenó de humo
Dejaron de saltar los arlequines de mis manos
Aprendí a no pestañear en los eclipses
De mi falta se marchó el olor de crisantemos
Y el carrusel de mi risa se convirtió en silencio
Rota la cabalgadura que cargó mis esperanzas
Prófuga gris en su evasión perfecta
Em su tristeza yace como tenía que ser
En un ovillo de huesos sin sustento
Sobre una mezcolanza de plomo y de ceniza.
EL CUARTO EDÉN
Jardín
En este jardín
No puede haber cadenas
Nada más la loca enredadera de mi pelo
Derramada por tu pecho
Miro tu torso desnudo
Como un adiós que se dibuja suave
Miro la puerta
Por la que saldrás sin mirarme.
Erótica
ávidos arcángeles nos miran
Desde los orificios del cielo
Se relamen
Abro de par en par mis oquedades
Mi boca es un abismo que en tu lengua nace
Mi mano
Mariposa o araña
Sube quiere alcanza cabe
Me lanzo al precipicio de tus ojos
Los arcángeles
Aplauden.
Un beso
De qué manera brutal
Inocula tu beso algodones en mis venas
Las hormigas de tu boca
Levantan marejadas en mi centro
Llueven flores y camellos en mis muslos
Cuando alzas tu bandera
En mis cavernas
Un beso solamente
Notable
Como un mundo sin rencores.
La llave
Aquí viene
Firme y con la seguridad del ave.
Tu sexo
Única llave para los ocultos cerrojos de mi carne.
Círculo flotante
Olemos a sagrada dispersión de panes
A pájaro profano
A prohibición de mágicos designios
Y antigüedad de auroras
Olemos a círculo flotante
Caballo desbocado
Selva jade.
Olemos a bruma inconcebible
Es decir:
Sudor
Saliva
Semen.
Coñac
Un juego enciende la garganta
Acaricia bajando.
Brasa líquida
Aroma de bosque y cielo.
Boca con boca
Va concluyendo el incendio.
Tocata y fuga
Derrumba lentamente las puertas inventadas
Desátame los nudos que no pedí tener
Haz saltar los hipocampos de mi vientre
Saca a esta hembra del fondo de sus aguas.
Que me quiebre tu serpiente los portones
Irrumpe a inaugurar mis impudicias
Besándome hasta desaparecer.
Te lo pido:
En nombre de esta implacable melodía
Esta noche no quiero ser tan razonable.
Beaujolais 3382
Polvo de estrellas
Agitado inquieto
Flota en el aire
Un olor de cedro
Me derramo entera
Sobre tus costados
Te liberas todo
Sobre mis caderas.
Polvo de estrellas
Numerado
Sabor a sangre de uvas añejas
La punta de tus deseos
Estalla en el fondo
De mis ganas.
Aguas de Adán
Corrían sobre mí
Sus líquidos salados.
Se interponía su abrazo
Entre mis pechos y el cielo
Mientras su boca en la mía
Se hacía candado.
Su vientre encendió mis esteros
Hizo sonar las piedras que acumulé por siglos
Entre lluvias de cieno y secos veranos.
Ahora que se ha ido
Me flotan en el alma troncos muertos
Y animales ahogados
En este mar del molusco evadido
Que se llevó mi espuma.
Semana Santa
La luna retrata tu vientre
Desnuda inmensidad de lo sabido
Infinita estación de múltiples partidas
Imán para mis cinco dedos
Que buscan en su extremo el báculo prohibido
Afuera
Alguien reza el perdón de los pecados.
Domingo
El viene
Me abraza
Y todo ocurre.
Se me vuelve de agua el cuerpo
Materia lunar y fuego.
Ríos de lava me fluyen
Me unen a su corriente.
Los relojes desaparecen
Y el silencio se hace espeso
En este barrio sin trenes.
Falo Adán
Obsceno de apremio
Contundente y suave
Pájaro en suspenso
Buscando el coral
De mis profundidades.
Derrite despacio tus vitales augurios
Crece poco a poco en mi hambre sin tregua
Y despierta en mi memoria
Los antiguos caramelos de la infancia.