

Presentamos tres textos claves del mítico poeta griego en la traducción al español de Cayetano Cantú.
Constantino Cavafis
Permanecer
Debe haber sido la una o la una y media.
En un rincón de la taberna, tras la división de madera,
aparte de nosotros, nadie.
La lámpara apenas iluminaba.
El mesero dormía cerca de la puerta.
Estábamos tan excitados que nada nos importaba.
Nuestras ropas entreabiertas… —no usábamos mucha
por el excesivo calor del mes de julio—
Goce de cuerpos semidesnudos,
contacto rápido de pieles,
visión de lo que ocurrió hace veintiséis años
y que ahora permanece en el poema.
En Alejandría 31 a.C.
Desde su pequeña aldea, cercana a los suburbios,
cubierto aún por el polvo del camino;
llega el mercader: “Goma, incienso,
el mejor aceite de oliva, perfumes para el pelo.’
Va pregonando por las calles;
pero acaso el tumulto, la música,
¿permite que sea oído?
La multitud lo empuja, lo arrastra;
y en su estupor pregunta:
“¿Qué es esta locura?”,
uno de ellos le arroja
otra gran mentira palaciega:
“Que en Grecia, Antonio, la victoria obtuvo.”
En los suburbios de Antioquía*
Nos sorprendimos en Antioquía
al saber los últimos hechos de Julián.
Apolo discutió con él en Dafne;
no dará el oráculo (¡como si nos importara!),
no tenía ganas de hablar de profecías
hasta que su templo en Dafne se purificara;
los muertos cercanos, dijo, lo molestaban.
Había numerosas tumbas en Dafne,
uno de los muertos allí enterrados
era el mártir Babylas, deslumbrante,
victorioso, gloria de nuestra iglesia;
era a él a quien el falso dios aludía,
a quien temía; mientras lo sintiera cerca
no se atrevía a dar su oráculo,
estaba adormecido
(estos falsos dioses temen a nuestros mártires).
El impío Julián se dobló las mangas,
y con voz nerviosa gritó:
“Desentiérrenlo, llévenselo,
saquen a Babylas de inmediato;
¿se imaginan? Apolo está molesto,
desentiérrenlo, llévenselo a donde quieran,
arrójenlo, ¿acaso estamos jugando?,
Apolo quiere su templo purificado.”
Lo sacamos y llevamos con amor y honor
los sagrados restos a otro lado.
En verdad el templo mejoró notablemente,
y sin pérdida de tiempo;
el fuego lo consumió: acabó con el recinto y Apolo;
el ídolo se barrió con el resto del desperdicio.
Julián derramó su ira por todas partes;
¿qué más podía hacer?, que diga
que el fuego lo iniciamos los cristianos.
Que hable, nada se ha comprobado;
lo importante es que se indignó notablemente.
* Los cristianos de Antioquía habían enterrado a su obispo Babylas ilegalmente en los jardines del templo de Dafne que se encontraba cerca de la ciudad. Julián ordenó que el cadáver fuera removido. Esa misma noche el templo fue destruido por el fuego, del cual fueron culpados los cristianos.