El té de los futuros inviernos
(Traducción al español de George Nina Elian)
NOCHES SILENCIOSAS
Llega un momento cuando los amigos
Ya no te llaman a las tres al teléfono. Ya no te cuentan
Al teléfono graves, irremediables acontecimientos,
Pecados de amor, revelaciones. Llega un momento
Cuando ya nadie te llama por las noches.
Es la hora de la expiación,
Cuando las tormentas están sólo en los mares interiores,
Cuando descubres los crisantemos marchitados.
Cuando algo trágico es algo indecente. Cuando
Nadie es culpable.
Lentamente, te invade el tiempo galáctico
Un bólido que se aleja de la ansiedad
Que podría explicar. Llega un momento
Cuando puedes recordarte
Las lágrimas calientes.
EL PAISAJE EN EL QUE FALTO
Yo nunca estuve en San Diego.
Sin embargo a veces estoy soñando ese lugar.
“Estoy soñando” es una frase inadecuada y la uso
sólo para no asustarte.
Podía decir: “me imagino”
y si me prometieras permisividad, te confieso:
realmente “estoy allá”. Por consiguiente, estoy en San Diego.
Estoy vagando.
Vegetación polvorienta. Mira, es la hora más doméstica del día:
entre las cuatro y las cinco, aproximadamente.
Siento algo parecido a un desmayo, como si me miraran
fijamente a la nuca los ojos vidriosos de la inminencia.
Perdidos están todos los senderos.
Si hablara, el sonido se rompería por este calor –
y no oyéndome, me enajenaría mucho más.
Ahora San Diego se encuentra a la derecha, lo sé bien.
Otro montículo. De nuevo la grava.
De repente, el océano y el cielo,
un solo, blanquecino reinado
Existiendo para mí, infiltrando en mi carácter
el veneno azul de la eternidad.
Yo nunca estuve en San Diego.
Si cierro los ojos y acerco mi brazo
al tuyo, puedo decir:
Estoy en San Diego.
Ciudad acaparada por este universo blanquecino.
Adornada para mí. Detrás se extiende
la orilla polvorienta, fantasmal.
El paisaje en el que falto.
EL TÉ DE LOS FUTUROS INVIERNOS
Déjame buscar en mi corazón
un remanente de energía como el polvo sobre el piano
Abrazarte en un soplo
último y casi perfecto
y en este grito no haber
ni desesperación ni coraje.
Ni la emoción de un amor patético
que no sabe comenzar.
Flores de tilo
Secas, en la estantería de los libros,
para el té de los futuros inviernos. Y yo,
una Rostova igualmente vibrante, disonante
en esta decoración con las fotos de mis niños.
LOS AÑOS CORTOS
Los años cortos ya vinieron, ¡aquí están!
Los viejos sentidos – sentados en una fila, sólo para ellos.
¡Cuánta fuerza en vano!
El sentido que yo había perdido
El sentido falso, extraviado
El alma agotada.
La realidad – ¡qué extraña!
El frío compacto
Y la memoria – sólo tiras.
Plumas vuelan de una almohada antigua.
Das un paso adelante y encuentras
El muro invisible.
Tiendes la mano y la retiras ensangrentada.
ILUSIÓN
Como una muñeca japonesa era ella. Entrañable, excéntrica.
Un leve susto debajo de la montaña Fuji.
Una caída, un letargo, una desesperación de ángel.
Te llamo,
ilusión indecible. Había querido
encontrar otra canción para tu esencia.
Nadie sabe dónde estás
dónde respiras lentamente.
I musici vierten monedas. Imposibles, frías.
En la habitación manchada. Un letargo –
un ángel está llegando a su fin. En tus palmas me llevas
en otra memoria.
Te disculpas armónicamente.
TRAVELLING
Los campos estériles eran azules.
No hay más tiempo. Un segundo. Y
todo iniciará o terminará.
Como un relámpago
como un hilo blanco entre tus cabellos negros
tu mano, tu mano
pasó por mi memoria.
Una tímida náusea, un pánico lento,
tantos temas paradójicos.
Un frasco melódico se rompe. La realidad
está dada vuelta como un guante. La llavecilla del pecho de cajones
cae con un grito blanco sobre las losas.
IMPRUDENCIAS
La luz fría de las jeringas me protegía.
Una cripta blanca. Una flor de acacia. El oxígeno
borboteaba como tus teteras,
hace mucho tiempo, en el plato caliente del castillo.
Jugábamos bolos, ambos jugábamos el juego de la ingenuidad,
jugábamos, dorados. (Ted Hughes
aparecía en las fotos junto a su nueva señora. A
La Otra fingíamos olvidarla.)
Luego – la brumosa melancolía. Me fui a ver la montaña.
Me fui a ver la montaña solitaria.
Su espíritu
único se había dispersado sobre las aguas.
El fuego, aquel fuego
encendido por ti en el refugio
¡si pudiera, finalmente, salvarme!
COMO EL HUEVO DE LA HEMBRA
DEL MARTÍN PESCADOR
Anteriormente yo escribía sobre el alma.
Allá, en el pequeño exilio del desván de la antigua casa.
El heliotropo había broteado.
Me despertaban
las tijeras que cortaban
la aturdida hiedra.
El alma cayó.
Los signos de la pérdida fueron dispersados.
Tú, pequeño muchacho con pestañas de sombra,
tan lejos…
Mi suficientemente silenciosa resignación,
como el huevo de la hembra del martín pescador.
T
¡Si yo pudiera mantenerte pequeño,
casi un ángel!
Miniatura con ojos levantinos (1).
Revelarme así la marea alta
de la exasperación. Pura. Pura y extenuantemente cerca.
¡Si pudiera mantenerte sólo niño!
Y el pensamiento salir descalzo
sobre las piedras calientes del verano
volar en el aire denso
en algún lugar, cerca de un límite imaginario
defendido por guardias de frontera dormidos.
(1) – aquí levantino tiene el sentido: de Medio Oriente.
BAJO LA VANA LLUVIA DE FLORES
El dolor del separarme de ti me endurecerá.
Mi alma empezará a parecerse
a la piel agrietada y amarilla
de los manos de mi abuela.
Y ellas – cruzadas en el pecho
el domingo de agosto,
bajo la vana lluvia de flores.
LA FIESTA CONTINUA
De hecho, no lo sabías.
La fascinación no es beneficencia, tus dulzuras
y tus crueldades surgían de mi memoria.
Aquel sueño se había tropezado. Era
un sueño terrestre acerca de la gloria.
Como un huevo tibio
en un nido desconocido,
no sabrás, no entenderás.
En una esquina del pasado,
en algún – polvoriento – otro lugar
como una prueba del continuo sacrificio
el Árbol de Navidad ya alumbraba.