Con los ojos puestos a esperar
NUEVAS VOCES DE LA ARGENTINA
Por Luis Benítez
“La risa de lo maravilloso, que es gesto del paraíso”
La poética de Claudio LoMenzo viene a nublar las diafanidades de las simples exposiciones de estados de ánimo y a soltar relámpagos y rayos suficientes para alumbrar, siquiera por un instante de la lectura, los rincones oscuros de la condición humana, allí donde se produce la encrucijada entre lo individual y lo colectivo. Muy seguida y adecuadamente selecciona la primera persona del singular para afrontar su propósito, subrayando así que la voz narrante es la de un yo enfrentado a su circunstancia particular pero también a las perplejidades, desencantos, incertidumbres y vacíos exógenos.
Luis Benítez
POEMAS DE CLAUDIO LOMENZO
Ahora mismo
¿Y si vuelves? Acaso como Perséfone, valiente
del rapto de una vida. Yo paciente pero atrevido,
tal vez algo gutural, bestial, aunque melancólico.
Te invite a ser mujer de mi inframundo,
donde ando pasando largos ratos.
Quizás a cambio de unas cuantas certezas, vuele
un Altazor y te traiga, envuelta en el aliento fresco
del alma resucitada. O ese Cóndor rasante
te acune cinco paisajes camino a mí, a tu guarida.
Porque no hay tiempo, solo universo.
Parados sobre el cinturón de fuego, aquí mismo,
a orillas de este océano bravo. Con su bravura
a la vista y aquella que aún esconde. Sé que reirás
la risa de lo maravilloso, que es gesto del paraíso.
Al fin, esta armadura terca caerá delante de tus ojos.
(Inédito, 2023)
He ahí, Vicente
“De una ola a la otra hay el tiempo de la vida.
De sus olas a mis ojos hay la distancia de la muerte”
De Monumento al mar, Vicente Huidobro
Calle arriba en Cartagena hasta donde descansa Huidobro.
Gris y blanda la piedra escrita allí: “Abrid la tumba. Al fondo
de esta tumba se ve el mar”. Y se ve, créeme que se ve.
Pero su oleaje primaveral ahora camina a la par, corrijo,
yo atrás colgado de su andar y su humo, mientras ella
arremete contra el atardecer con su energía conquistada.
Sentados en la piedra blanda y gris, sostenemos
el hilo de un barrilete donde nosotros mismos volamos.
Colgados de un lenguaje de vientos, estamos
a la deriva de lo que empuja con levedad.
Una danza de aire, un juego de soplos en remolino.
Una caída vertiginosa, la máxima tensión y el repunte hacia el éxtasis:
piruetas de un pájaro con dos cabezas de papel.
No es un juego de espejos, es el presente que desdobla su universo,
“en estos vientos que traen apariencias de destinos”.
Aquí es aquí, y allá es aquí. Es el presente que hoy ha dejado
de ser tiempo. Es un aquiallá, un territorio poblado
de palabras bienvenidas. De una ola a la otra,
la vida se mece entre dos profundidades.
Juntos aquí en la altura, el más ciudadano de todos, el del olvido,
escucha como ella con voz sentida huele el poema.
Lee como si suplicara el origen de esa belleza que se derrama
en sílabas eternas, y sus versos se oyen luminosos
en el aire breve que trae el perfume de las flores silvestres.
He ahí Laura de pie leyendo “Monumento al mar”.
Ya lo sabía Gonzalo: el mar es mar, por ese poema de Vicente.
Ella nada en su oleaje y ya no es tinta lo que ve,
es movimiento. Vaivén y destreza en su aliento salado,
en su saberse cuerpo liquido azul brumoso, eternidad baldía.
¡Oh las alturas son otra cosa!, decía sentado en mi silencio.
Y desde aquella en Cartagena se divisa lo que dejamos al subir:
restos de mi oriente, un escudo contra las fobias, el chirriar
del pensamiento, las amenazas de las horas.
Nos abrazamos al despedirnos, porque el abrazo
hace siempre perfecto el instante.
(Inédito, 2023)
Trompo del deseo
No hallamos un hotel.
Con manos de hielo arrastré su talle liviano y sosegado
escaleras abajo hasta llegar al muelle.
Allí subimos al amanecer en un bote robado.
Y fue con su ropa que até sus manos a los remos,
y con el filo de mi lengua que remé a favor de su deseo.
El tiempo nos rodeaba debajo de ese bote, sin medida.
Y el espacio corría indiferente, sin formas.
Aquella mujer es llama que incendia la mirada,
y vuelve ceniza todo lo que toca,
dije, queriendo decirle,
bienvenida a esta cama, a estos rastros.
A esta temporada de ríos,
de soles,
y de infiernos.
(de “Ciudad del Presente”. “Ediciones del Dock”, Bs. As., Argentina, 2018)
Una noche
El río miró de reojo.
La noche no tenía nadie a la vista,
por eso bajamos por el barranco
desprovistos de fracasos y de alcohol.
Los cuerpos fueron más que nosotros.
Buscando lo húmedo con paciencia
hicieron de lo desconocido un recurso
y del placer una estrategia incómoda.
Pero la luna se distrajo.
El infierno es ahora, dije.
Hasta es posible que acá nos maten, dijiste.
Los labios enrojecidos se separaron
y partimos sabiendo que la muerte había sucedido.
(de “Ciudad del Presente”. “Ediciones del Dock”, Bs. As., Argentina, 2018)
Con los ojos puestos a esperar
El verano también es la fría cama sorda,
un malestar de picazón incontenible
en una noche solitaria.
Quise salir de lo puesto, de lo roto,
de aquello que ata y al atar, enreda
lo que guardo con lo que aguardo.
El malestar se hizo humo,
y en lo blanco del aire
se esculpieron pueblos de cal.
Y opté por la fatiga,
por deambular en los balcones del tedio,
con los ojos puestos a esperar.
La oscuridad inventó un olvido,
y al falso recuerdo le puse alas.
Permanecí en un páramo de preguntas.
Siempre es de noche, cuando mi vida desespera.
(de “Ciudad del Presente”. “Ediciones del Dock”, Bs. As., Argentina, 2018)
II
A escasos centímetros de tu boca
las figuraciones se desfiguran,
aquello pensado se quiebra y por sus grietas
escapan despavoridas razones y esas cosas.
Los ratones huyen porque siempre huyen,
y detrás de esas historias de ratones y gatos,
siempre corrieron a medio vestir mis fantasmas.
Lo que parece quedarse es la inmediatez del presente,
y la mirada de los otros que presagia en el reojo,
en la sutil distracción y el pestañeo,
lo que ya ocurre en nuestra piel.
En unos instantes esas miradas construirán un puente
por donde huiremos de la fiesta.
Mientras desearán lo que a escasos centímetros
ya está ocurriendo sin gemidos en el subsuelo de tu escote.
Lo que siguió tuvo la misma intensidad de lo imaginado.
Salvo por un imprevisto episodio ni bien llegada la lluvia.
Igual pude escuchar exhalar a la bestia y recorrer
a tientas, parte de la penumbra y los pezones rosados.
De un sólo bocado entre en tu boca y aún sigo ahí.
(de “Ciudad del Presente”. “Ediciones del Dock”, Bs. As., Argentina, 2018)
IV
a Javier Adúriz
Hay una sola patria esta noche,
y la intemperie amenaza
con su cielo de espadas.
Al destierro del desamor
lo habitan palabras graves.
Táctil el suspiro, la bocanada de sombra,
y el miedo a ser el elegido
a conducir una expedición de certezas.
Entretanto guardo tu nombre
en el bolsillo de un secreto.
Y en ese detalle mínimo
sólo reservado al imperio de los nada
te dejo a salvo del olvido.
(de “Prisionera tempestad”. “Ediciones del Dock”, Bs. As., Argentina, 2023)
VIII
(arte poética)
Bitácora del destino.
Mi hoja valiente navega.
Es un barco iluminado,
En una negra noche de altamar,
Dentro de una prisionera tempestad.
(de “Prisionera tempestad”. “Ediciones del Dock”, Bs. As., Argentina, 2023)
X
Entreabro la puerta y doy un paso más,
y entonces el umbral, y después el otro lado.
Ahí nomás la nada lo es todo,
y mira con ojos de acertijo.
El sí, es una certeza angosta,
y el no, una clausura vasta.
Del otro lado la puerta no se abre,
se disuelve, entre lo oscuro y lo exiguo.
Perplejo me debato
entre el sí y el no,
En cierto modo, me deletreo
en otro pretexto, retrocedo.
(de “Prisionera tempestad”. “Ediciones del Dock”, Bs. As., Argentina, 2023)
Resonancia espectral
Escuchas cómo se vacía, se desintegra
aquella cosa que una vez te hizo falta.
Los cajones rozan, madera con madera,
y declinan, con sonido áspero, en su intento de cerrar.
Vibra el ángulo inevitable que araña en lo alto,
su tela fantasmal. Te hiela ese aire vacío.
El óxido avanza perspicaz,
perceptible, corroe los olvidos, la memoria.
Oís la estúpida gota gotear terca
insufrible, en el interior de la noche.
Y la minúscula intolerancia expandirse,
zigzagueante, frente a tu cara inútil.
La bestia está aquí, persiste su trazo,
sigiloso, constante, simétrico, fatal.
Te han vencido.
¡Y hoy lo oíste todo con ojos desencajados!
Esperarás agazapado en tu crisálida.
El tiempo es de esa especie de larva,
que levanta vuelo,
cuando menos, cuando más.
(inédito, 2022)