Charles Simic. Por el bien de Amelia

Compartimos un texto clave del gran poeta estadounidense nacido en Serbia, en la traducción al español de Nieves García Prados.

 

 

 

Charles Simic

 

 

POR EL BIEN DE AMELIA

 

Me encargo de un Gran Hotel al borde de un acantilado

en un país devastado por la guerra civil.

Mi corazón es el único botones.

Mi cerebro es el cocinero chino.

 

Se trata de un lugar costero en ruinas

con una hilera de limusinas destrozadas en la puerta,

monos y gallos de pelea en el gran salón de baile

y palmeras en macetas que crecen salvajes hasta el techo.

 

Amelia, rodeada por sus pretendientes y adivinas,

se pinta las pestañas y los labios de azul

al atardecer frente al mar abierto al otro lado,

y las largas playas vacías, el resplandor de la marea…

 

Me suplicó que revisara los libros de contabilidad,

que averiguara si alguna vez se hospedaron aquí Lenin,

Buster Keaton, Nathaniel Hawthorne,

San Bernardo de Claraval, y quién de ellos

escribió de amor…

 

Un hotel en el que puede bailarse el tango

en medio de un silencio

oscuro como los cipreses de las películas mudas…

en el que los niños les cuentan secretos

a sus amigos imaginarios…

en el que vuelan las hojas de una carta importante…

 

Pero ahora un zumbido procede de la suite con espejos.

Amelia está desnuda y tiene algodón negro sobre los ojos.

Parece que hay una mosca

en la punta de la nariz romana de su amante.

 

Noche de disparos lejanos, sordos y confortables.

Y yo aparezco con un matamoscas

en una bandeja de plata.

¡Ah, las delicias turcas!

Y la Máscara de la Tragedia sobre su vello púbico.