El señor de las máscaras
(Traducción al español de Nieves García Prados)
EL INVISIBLE
Hoy leíste algo sobre un niño
encerrado durante años en un armario
por sus perturbados padres
en una calle por la que paseabas a menudo.
Ocupado en tus propios asuntos,
viste poco, nada oíste
de lo que se decía alrededor,
mientras te dirigías a casa
y pasabas por delante de adorables jóvenes parejas
llevando flores y comida,
empujando carritos de bebé,
deteniéndose para regañar a un perro.
EL SEÑOR DE LAS MÁSCARAS
Seguro que anda entre nosotros sin ser reconocido:
algún barbero, empleado de tienda, repartidor,
farmacéutico, peluquero, culturista,
bailarín exótico, joyero, paseador de perros,
el mendigo ciego cantando, Oh, Señor, acuérdate de mí,
un decorador de escaparates enciende un falso fuego
en una chimenea falsa mientras la madre y el padre observan
desde el sofá con sus sonrisas congeladas
mientras la calle se queda vacía y llega la hora
de que el enterrador y el último camarero se vayan a casa.
Oh, viejo vagabundo, de pie en un portal
con tu cara medio cubierta,
yo no ignoraría el gato negro que cruza la calle,
ni a la bombilla moviéndose en un cable
en el túnel del metro cuando el tren se detiene.
ESCENAS DE LOS VIEJOS TIEMPOS
La colada se tendía en la escalera de incendios.
Los muchachos tiraban gatos desde los tejados.
Los veteranos de guerra andaban en muletas,
lanzando centavos y fumando porros.
Escritores destinados a no dejar de ser desconocidos
escribían hasta altas horas de la noche
usando un lápiz y el tipo de cuaderno
que sus hijos llevaban a la escuela por la mañana.
Afuera de un club que anunciaba bailarinas exóticas,
un hombre con un traje blanco arrugado
fue encontrado con un cuchillo en el corazón,
y una ceja oscura que levantó al sorprenderse.
En invierno, la lluvia caía como si fuera a durar para siempre.
Manteníamos el horno de gas encendido para calentarnos,
mientras que nuestra madre lloraba
y lloraba cortando cebollas
y mi único pez de colores nadaba en un frasco de pepinillos.
LO ESCURRIDIZO
¿Estaba en el olor del pan recién horneado
que apareció para recibirme en la calle?
¿En el rostro de una chica cargando con un vestido blanco
desde la tintorería con los ojos entornados?
¿En la imagen de un edificio ennegrecido por el fuego
donde una vez fui a buscar trabajo?
¿En el anciano desdentado que reparte folletos
para una tienda de ropa que va a la quiebra?
¿O estaba en la mujer que empuja un carrito de bebé
a punto de doblar la esquina? Corrí tras ella,
como si conociera al pequeño que descansaba en él,
y me encontré solo en una calle abarrotada
que no reconocía, sintiéndome como alguien
que acaba de superar por primera vez una larga enfermedad,
y que ve con el corazón el mundo,
y luego se apresura a casa para olvidar cómo se sintió.
-Charles Simic
El señor de las máscaras
Traducción al español de Nieves García Prados
Valparaíso ediciones, 2018
http://valparaisoediciones.es/tienda/poesia/401-147-el-senor-de-las-mascaras.html