Charles Bukowski

Abierto toda la noche

 

 

 

(Traducción al español de Eduardo Iriarte)

 

 

 

a Jane Cooney Baker, fallecida el 22/01/62

 

así pues, te has ido

dejándome aquí

en una habitación con la persiana rota

y el Idilio de Sigfrido sonando en una pequeña radio roja.

 

y te fuiste tan rápido,

tan de repente como llegaste

y mientras te enjugaba la cara y los labios

abriste los ojos más grandes que aún pueda ver

y dijiste: «es posible que supiera

que eras tú»,

y me reconociste

aunque no durante mucho rato

y un viejo de piernecitas blancas

en la cama de al lado

dijo: «no quiero morir»,

y volvió a salirte sangre

y la sostuve en el cuenco de mis manos,

todo lo que quedaba

de las noches, y también de los días,

y el viejo seguía vivo

pero tú ya no,

nosotros ya no.

 

y te fuiste como llegaste,

me dejaste rápidamente,

me habías dejado tantas veces antes

cuando pensaba que me destrozaría

pero no me destrozaba

y tú siempre volvías.

 

ahora he apagado la radio

y alguien en el apartamento de al lado da un portazo.

la condena es firme: no te encontraré en la calle

ni sonará el teléfono, y ni un solo momento

podré estar en paz.

 

no es suficiente que haya muchas muertes

y que esta no sea la primera;

no es suficiente que pueda vivir muchos más días,

quizá incluso más años.

 

no es suficiente.

el teléfono es como un animal muerto que no

habla, y cuando hable de nuevo, ahora siempre será

la voz equivocada.

 

te he esperado otras veces y siempre has entrado por

la puerta. ahora tú tienes que esperarme a mí.

 

 

 

 

 

fui su amante

 

ahora me toca a mí

ascender a través de la ola verde

de burbujas de sangre,

mi cuerpo,

cebo en algún inmenso anzuelo;

nombres, ciudades, sueños,

ahora me toca a mí,

los he visto irse a todos,

amigos y amantes,

he visto al pianista seguir tocando

después de que se hubiera ido el público,

ahora me toca irme a mí,

toda la magnitud reducida a un dedal,

abajo,

abajo

con ellos, con ella,

ciudades tomadas y enterradas

así,

animales como montañas

y las propias montañas,

relámpagos y plegarias y luego

el mar,

extinguidos somos

como la nada,

como la nada somos

y el pianista sigue tocando

mientras diablillos se deslizan barandilla abajo,

me hundo

ahora a través de la ola verde

donde ningún rayo alcanza,

sostenedme,

aire y agua,

sostenedme,

apagad las

voces de las caras que comen pan duro y rechinan los dientes

y no dicen más que mentiras,

fui su amante y ella era la vida

y volvió la espalda y se marchó.

 

 

 

 

 

belleza desvanecida

 

eras, en los mejores momentos,

la delicada idea de una mano delicada

y cuando

bajo el amor de las flores sigo inmóvil y desvanecido

—mientras la araña bebe la hora cada vez más verde—

taño grises campanas,

que una rana diga

una voz ha muerto;

que las bestias del bosque,

los días que han odiado esto,

las tercas esposas de impávido pesar

planeen una pequeña rendición en alguna parte

entre Mexicali y Tampa;

tú desvanecida, los cigarrillos fumados, las hogazas cortadas,

y no vaya a ser que se tome esto por pena irónica;

echa la araña al vino,

resquebraja el endeble cráneo que apenas contenía luz,

haz que todo sea menos aún que un beso traidor,

y resérvame el último baile,

tú mucho más muerta que yo:

 

soy un cuenco para tus cenizas,

soy un puño para tu aire.

 

lo más inmenso de la belleza

es descubrirla desvanecida.

 

 

 

 

 

los mejores hombres son más fuertes solos

 

casi siempre mientras un hombre intenta

escribir

alguna mujer no para de entrar y salir,

quiere tal,

quiere cual.

 

casi siempre mientras un hombre está escribiendo

mantiene discusiones simultáneas con alguna mujer.

 

no es fácil discutir con una mujer y escribir

al mismo tiempo.

a veces creo que algunas mujeres tienen celos de

la máquina de escribir.

 

la máquina de escribir les costea comidas en restaurantes,

un coche decente, ropa, zapatos.

pero tienen celos de la máquina.

«cuando subes a escribir, me quedo aquí

sola», dicen.

 

cuando subo a escribir yo también estoy

solo.

hubo veces en que no había

adónde subir.

hubo veces en que solo era una habitación

con el retrete al fondo

del pasillo.

hubo veces en que no había habitación

ni máquina de escribir, solo un banco

en el parque.

 

«esa máquina es tu muleta», dicen

con buen juicio.

 

soy muy viejo para volver a la fábrica,

la fábrica no me querría

ya.

 

por suerte

esta máquina me ha sido tan fiel

como cualquier mujer que haya conocido.

 

y esta noche es una noche especial.

estoy solo de nuevo

igual que cuando empecé.

 

mis dedos sacuden las teclas.

la guerra nunca ha cesado.

me gusta esta lucha.

 

y ahora me doy cuenta de que

no hay nada tan hermoso y

tan puro y tan perfecto como una frase

bien escrita.

 

 

 

 

 

otro poema de amor

 

qué largas tienes las uñas, dijo,

Dios mío.

 

y yo dije:

no me corto nunca las uñas de los pies yo,

siempre hay alguna mujer que lo hace

por mí.

 

cogió el cortaúñas y empezó.

 

estaba en San Francisco

tumbado en el suelo.

ella era bailarina profesional,

habíamos hecho el amor, ido a Fisherman’s

Wharf, regresado y tomado una infusión

de hierbas, estábamos descansando antes

de hacer el amor

otra vez.

 

ella tenía un cuarto lleno de discos de música clásica

y libros,

hasta de los míos.

 

vaya uñas, dijo, Dios mío.

pero quédate quieto, no voy a

hacerte daño.

 

ya está, dijo cuando acabó de

cortármelas, ahora ya puedes buscar otra zorra

que te las corte la próxima

vez.

 

luego sacó un aceite y empezó a masajearme

los dedos y los pies.

 

vas a tener que hacerme un masaje en el cuello

a cambio, dijo.

 

le hice un masaje en el cuello mientras sonaba Mozart

y poco después estábamos haciendo el amor

otra vez.

 

ahora estoy de nuevo en Los Ángeles

sentado en la cocina

descalzo

y me vienen

a la cabeza imágenes

suyas.

 

Nina,

espero que la siguiente zorra que me corte las uñas de los pies

seas tú.

 

 

 

 

 

-Charles Bukowski
Abierto toda la noche
Traducción de Eduardo Iriarte
Colección Visor de Poesía
España, 2022

 

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