Himno a la belleza
(Traducción al español de Stefania di Leo)
Spleen
Cuando el cielo bajo y compacto pesa como una cubierta
Sobre el espíritu quejumbroso llevado por la congoja
Y desde el horizonte abrazando todo el círculo
Nos lleva un día oscuro más triste que las noches;
Cuando la tierra se convierta en un húmedo calabozo,
Donde la Esperanza, como un murciélago,
Se va golpeando las paredes de su ala tímida
y se va chocando la cabeza contra los techos podridos;
Cuando la lluvia esparce sus inmensos senderos
desde una vasta prisión imita rejas,
y que un pueblo mudo de infames arañas
extiende sus redes profundas en nuestros cerebros,
De repente, las campanas saltan con furia
enviando un terrible aullido al cielo,
Así como espíritus vagabundos y sin patria
que empiezan a gemir obstinadamente.
– Y unas largas carrozas, sin batería ni música,
se desplazan lentamente en mi alma; La Esperanza,
derrotada, llora, y la Atroz Angustia, despótica,
En mi cráneo inclinado planta su bandera negra.
Los ciegos
Contempla- los, alma mía; ¡son realmente horribles!
Parecidos a los maniquíes; vagamente ridículos;
Terribles, singulares como a los sonámbulos;
Se lanzan nadie sabe dónde están sus globos oscuros.
Sus ojos, de los que se ha ido la chispa divina,
Como si estuvieran mirando a lo lejos, manteniéndose despiertos
Al cielo; nunca los vemos hacia los adoquines
Inclina en sueños sus pesadas cabezas.
Atraviesan así la oscuridad sin límites,
Este hermano del eterno silencio. ¡Oh ciudad!
Mientras a nuestro alrededor canta, ríe y aúlla,
Enamorado del placer hasta el punto de la atrocidad,
¡Ver! ¡Yo también me arrastro! pero, más que aturdidos,
Yo digo: ¿Qué buscan en el cielo, todos estos ciegos?
Albatros
A menudo, por diversión, los hombres marineros
Toman albatros, vastas aves marinas,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
El barco deslizándose sobre amargos abismos.
Apenas los ponen en las tablas,
Que estos reyes del azul, torpes y avergonzados,
Lamentablemente dejan sus grandes alas blancas
Como remos arrastrándose a su lado.
Este viajero alado, ¡qué torpe y débil es!
Él, antes tan guapo, ¡qué cómico y feo!
Uno molesta su pico con un cortafuegos,
¡El otro imita, cojeando, al lisiado que volaba!
El Poeta es como el príncipe de las nubes
Que acecha la tormenta y se ríe del arquero;
Exiliado en el suelo entre abucheos
Sus alas gigantes le impiden caminar.
Himno a la belleza
¿Vienes del cielo profundo o sales del abismo?
Oh belleza? tu mirada, infernal y divina,
Confusa derrama beneficio y crimen,
Y por eso podemos compararte con el vino.
Contienes en tu ojo el sol poniente y la aurora;
Difundes perfumes como una tarde de tormenta;
Tus besos son una poción y tu boca un ánfora
Que hacen del héroe cobarde y del niño valiente.
¿Vienes del abismo negro o desciendes de las estrellas?
El Destino atractivo sigue tus enaguas como un perro;
Siembras al azar alegría y desastre,
Y gobiernas todo y no respondes de nada.
Caminas sobre los muertos, Belleza, te ríes;
De tus joyas, el Horror no es el menos encantador,
Y Asesinato, entre tus encantos más queridos,
En tu orgullosa danza del vientre con amor.
Lo efímero deslumbrado vuela hacia ti, vela,
Crepita, llama y di: ¡bendice esta antorcha!
El amante jadeante inclinado a su belleza
Parece un moribundo acariciando su tumba.
Si vienes del cielo o del infierno, que importa,
¡Oh Belleza! monstruo enorme, aterrador e ingenioso!
Si tu ojo, tu ratón, tu pie, abre la puerta para mi
¿De un Infinito que amo y nunca conocí?
De Satanás o de Dios, ¿qué importa? Ángel o sirena
¿Qué importa, si vuelves, hada con ojos de terciopelo,
Ritmo, fragancia, resplandor, ¡oh mi única reina! –
¿El universo menos espantoso y los momentos menos pesados?