César Moro. Viejo discípulo del aire

 

Presentamos tres textos claves del célebre poeta peruano adscrito a las vanguardias.

 

 

 

 

César Moro

 

 

El olor y la mirada

El olor fino solitario de tus axilas

Un hacinamiento de coronas de paja y heno fresco cortado
con dedos y asfódelos y piel fresca y golpes lejanos como
perlas.

Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y
estrellas de mar y estrellas de cielo bajo la nieve
incalculable de tu mirada

Tu mirada de holoturia de ballena de pedernal de lluvia de
diarios de suicidas húmedos los ojos de tu mirada de pie
de madrépora

Esponja diurna a medida que el mar escupe ballenas
enfermas y cada escalera rechaza a su viandante como la
bestia apestada que puebla los sueños del viajero

Y golpes centelleantes sobre las sienes y la ola que borra las
centellas para dejar sobre el tapiz la eterna cuestión de tu
mirada de objeto muerto tu mirada podrida de flor.

 

 

Viaje hacia la noche

 

Es mi morada suprema, de la que ya
no se vuelve.
Krishna, en el Bhagavad Gita.

Como una madre sostenida por ramas fluviales
de espanto y de luz de origen
como un caballo esquelético
radiante de luz crepuscular
tras el ramaje denso de árboles y árboles de angustia
lleno de sol el sendero de estrellas marinas
el acopio fulgurante
de datos perdidos en la noche cabal del pasado
como un jadear eterno si sales a la noche
al viento calmar pasan los jabalíes
las hienas hartas de rapiña
hendido a lo largo el espectáculo muestra
fases sangrientas de eclipse lunar
el cuerpo en llamaradas oscila
por el tiempo
sin espacio cambiante
pues el eterno es el inmóvil
y todas las piedras arrojadas
al vendaval a los cuatro puntos cardinales
vuelven como pájaros señeros
devorando lagunas de años derruidos
insondables telarañas de tiempo caído y leñoso
oquedades herrumbrosas
en el silencio piramidal
mortecino parpadeante esplendor
para decirme que aún vivo
respondiendo por cada poro de mi cuerpo
al poderío de tu nombre oh Poesía.

 

 

Viejo discípulo del aire

Más que una silla menos que un asiento
Más que un hombre en la cama menos que un hombre
deshecho
El corazón, amado sirve el árbol del unicornio
En el día rural la fruta

Para que el agua versátil
Atrajese la noche
Si uno duerme ante la mesa venerable
Con un ojo pintado con un ojo abierto

Bueno para todo
Al rayar el alba en el cielo
Los circundantes cebaban incomparables aves
De risa redactando las leyes
De nuestra dinastía

Oh gallinetas: ¡perlas!
El otoño desenfrenado acude al amorfo antropomorfismo
Del calabozo

¡Vaya! Calafateas calcinas
Nacen
Cálidos mimos de septiembre