Diarios del paleolítico
Afuera de los vestigios,
la mañana siguiente.
Toma este esperpento relleno de espuma, preciosa hija.
Este esclavo de felpa, este fósil blanqueado. Se llama
Como tú lo quieras, como te lo cante un caníbal.
Le dicen Duende que te libra de las pesadillas.
Es un rompe muros. Es una mata tiranos.
Es un justiciero de tela. Es un oráculo hechizado.
Pregúntale a qué huelen los ciclones que inflamaron este día.
Y algún día te dirá nuestro alias secreto,
Que invocamos los brutos, que aclamamos los tuertos.
Llámalo como te dé la gana. Pero llámalo también
Perro del amor más blando, Siervo inútil, Dulzura sangrienta.
Toma este juguete relleno de espuma, mi hermosa niña,
Quizás un día te revele
La dirección postal de nuestro destino.
Camino desconocido,
al atardecer.
Solo vuelven a casa los necios, los que saben ganarse la vida.
Regresan las culebras río arriba hasta la punta de este iceberg.
Vuelven a encontrarse los hermanos, cuando sus padres ya se han ido.
Vuelven a su casa los matones, los que nos roban el hogar y la leña
Con la punta de un cuchillo. Vuelven a casa los que encierran,
Los que tranzan y traicionan su palabra con la piel de las pesadillas.
Se despiden las hijas de sus padres. Y decimos adiós cuando queremos
Decir tengo miedo, porque el cielo es azul, porque el sueño es muy corto
O porque un tigre de Birmania agonizaba en esta jaula de cristal.
Se vuelve a casa en la codicia. Se regresa siempre por cansancio.
Y es entonces cuando berreamos y mugimos. Berreamos y mugimos.
Y cantamos en códigos binarios. Y hablamos en lenguas extranjeras.
Solo vuelven a casa los necios, los que saben ganarse la vida.
Vuelven a casa quienes aprenden el abecedario del regreso.
Playa nueva,
febrero.
Tengo todos los síntomas de la enfermedad de los jardines.
Mi mayor afección ha sido la alegría del agua más fresca,
Esa que se bebe sin haber sentido sed, esa que se bebe
Porque nos gusta cómo suena algún arroyo tempestuoso.
Sí, es un lugar común de la sed, esto de andar bendiciendo,
Esto de sembrar flores en las cuevas, esto de brindar con vino
Por la salud de nuestros enemigos. Es la peor enfermedad,
Porque te nacen pájaros sin lengua en la mitad de los oídos,
Porque te nacen flores dulces en lugar de buitres o codicia.
Tengo todos los síntomas de la enfermedad de los jardines,
Porque en esta costa sin nombre fundaré mi propia dinastía:
Una que carezca de blasones y leyendas, una que baile cueca,
Una que lleve a mi prole de viaje en un ferrocarril nocturno,
Una que siembre mandarinas en los prados de un exoplaneta.
Tengo todos los síntomas de la enfermedad de los jardines,
Porque en esta playa conocí tu nombre, porque en esta playa
El mar, que nos brindó la sal del fin del mundo, me bautiza
Con la gramática de un nuevo viaje, con la inminencia de otra pregunta.
Playa nueva,
marzo.
Ahora, que recuerdo a mi madre, que fue y será tu caverna,
Cuando cosechaba destrezas en el huerto de los instintos,
Deberíamos convertirnos en fabricantes de cerebros,
En ingenieras de pulmones, en catadoras de molleras.
Deberíamos regalar su colección de embriones invencibles,
Esa que trajimos en barco desde las lindes del Antropoceno,
Esa que eclosiona con escrúpulos de iguanas ermitañas.
Ahora, que la poesía es una ganzúa escandinava y felina.
Regalemos nuestras mulas. Regalemos nuestras viviendas.
Regalemos los argumentos de todas nuestras sabandijas.
Ahora, que fruncen el ceño los marinos que trajeron el futuro,
Que han decidido atracar y volverse meteoritos sedentarios.
Ahora, que recuerdo a mi madre, que fue y será tu ancestro,
Cuando cosechaba disfraces en la granja de las certidumbres,
El mar me incrimina, me vuelve un timón, me vuelve una vela.
Y sus aguas no tienen remedio. Y sus aguas no tienen remedio.
Ahora que recuerdo a mi madre, que fue y será tu guarida,
Cuando horneaba trigos invisibles y severas abstinencias…
Pronto volveré al zoológico de las arenas y las congojas,
Justo ahora, cuando la poesía es un animal que ha derrotado a la historia.
Octubre, noviembre o diciembre,
nunca me quedó claro.
Cuida, mi niña, los jardines de los que perdieron las contiendas,
Las guerras por el control del agua, los refugiados del nuevo clima.
Te encargo que podes la maleza que se ha tomado nuestras alcobas.
Cuida con esmero los cardos que han sembrado nuestros enemigos.
Y no intentes traducir sus truenos o sus tramas. Y cepilla todos los días
La coraza de nuestras tortugas. Riega la higuera de nuestros vecinos.
Ha sido un placer conocerte, Recién nacida, verte volar, sembrar la yerba.
Te encargo esta fuente de peces oscuros, aliméntalos con tu vainilla,
Porque de niño quise ser presidente de todas las niñas hambrientas del mundo.
Los panaderos han resucitado, los herreros ya han forjado bicicletas.
Hoy es lunes, aunque nos pese: No habrá perdón ni olvido para los lobos.
Por eso, escribe siempre lo que te dé la gana y ojalá con pésima caligrafía.
Esta no será mi última carta, pero es el mapa de una estampida de zorros.
Hay quienes escriben en lenguajes de gaitas y presumen de su tristeza.
Dicen que así el mar es más bello: Cuando oscurece, cuando se oculta.
Yo te amaré toda la vida y en la casa que imaginan los gusanos más rubios.
Ya regresan los bomberos a oprimirnos. Volverá la náusea o la democracia.
Ya vendrán las mafias, las judicaturas, todas las letrinas hospitalarias.
Es tu turno de domar a los perros, de limpiar el óxido de la chatarra.
Pero no reflotes jamás Venecia ni eleves a tus hijos a los rascacielos…
O hazlo, si te place, Orquídea. Haz del mundo tu propiedad y tu demencia.
Construye pasadizos secretos, para traficar libros, para intercambiar amantes,
Pero jamás me guardes luto: Organiza un carnaval, cómprate una camiseta…
Y cuida, mi niña hermosa, los jardines de las criaturas que perdieron las contiendas.
-César Eduardo Carrión
Diarios del paleolítico
El Ángel Editor
Quito, Ecuador, 2024