Carol Ann Duffy

Premoniciones

 

 

(Traducción al español de Juan Carlos Olivas*)

 

 

EXTRANJERO

 

Imagínate vivir en una extraña, oscura ciudad por veinte años.

Hay lúgubres viviendas del lado este

y una de ellas es la tuya. En el rellano, escuchas

el eco de tu acento extranjero escaleras abajo. Piensas

en el lenguaje propio y hablas el de ellos.

 

Luego escribes a casa. La voz en tu cabeza

recita la carta en un dialecto local; detrás de eso

está el sonido de tu madre cantándote,

todo el tiempo atrás, y ahora no sabes

por qué tus ojos se humedecen y qué palabra hay para esto.

 

Usas el transporte público. Trabajas. Duermes. Imaginas que una noche

ves tu nombre rociado por ti mismo en spray rojo

contra un ladrillo en la pared. Un nombre de odio. Rojo como la sangre.

Está nevando en las calles, bajo las luces de neón,

como si este lugar se te diera por partes ante tus ojos.

 

Y en la tienda de delicatesen, de vez en cuando, las monedas

no se traducirán en la palma de tu mano. Sin articular,

porque este no es tu hogar, señalas una fruta. Imagínate

a ti mismo diciendo “yo no sé lo que esta gente quiere decir.

Es como si solo fueran a la cama y durmieran”. Imagina eso.

 

 

 

  

EDUCACIÓN PARA EL OCIO

 

Hoy voy a matar algo. Lo que sea.

Ya me cansé de ser ignorada y hoy

voy a jugar a ser Dios. Es un día ordinario,

una especie de gris aburrimiento agitándose en las calles.

 

Aplasto una mosca contra la ventana con mi pulgar.

Lo hicimos en la escuela. Shakespeare. Fue

en otra lengua y ahora la mosca está en otra lengua.

Humedezco con nuestro aliento el cristal para escribir mi nombre.

 

Soy un genio. Podría ser lo que quisiera, con la mitad

de las posibilidades. Pero hoy voy a cambiar el mundo.

El mundo de algo. El gato me evade. El gato

sabe que soy un genio y se ha ido a esconder.

 

Vierto el pez dorado en el pantano. Bajo la cadena.

Veo que es bueno. El periquito entró en pánico.

Cada quince días, camino las dos millas al pueblo

para firmar. Ellos no aprecian mi autógrafo.

 

Ya no hay nada qué matar. Le marco a la radio

y le digo al hombre que está hablando con una superestrella.

Él me cuelga. Meto el cuchillo en nuestro pan y salimos.

El pavimento brilla de repente. Toco tu brazo.

 

 

 

 

 ANNE HATHAWAY

 

Artículo: Lego a mi esposa mi segunda mejor cama…
(Del testamento de Shakespeare)

 

La cama en que nos amamos estaba en un mundo giratorio

de bosques, castillos, antorchas, acantilados, mares

en el que él se zambulliría por perlas. Las palabras de mi amante

eran estrellas fugaces que caían a la tierra cual besos

en esos labios; mi cuerpo ahora hecho una rima suave

para él, ahora eco, asonancia; su tacto

un verbo que danza en el centro de un sustantivo.

Algunas noches sueño que él me ha escrito, la cama

se vuelve una página bajo sus manos de escritor. Romance

y danza actuadas por el tacto, el aroma, el gusto.

En la otra cama, la mejor, nuestros invitados duermen,

vertiendo su prosa. Mi viviente risueño amor-

Lo llevo como el ataúd de mi cabeza de viuda

como él me lleva a mí hacia la próxima mejor cama.

 

 

 

 

LIBRE ALBEDRÍO

 

El país en su corazón balbuceaba un lenguaje

que no podía explicar. Cuando ella juntó el dinero

pagó para que le sacaran algo de ella.

Lo que sea que fuera no permitió que le pusieran un nombre.

 

Aún no se encontraba ella doliéndose de nada.

Más allá de la razón su cuerpo lloraba, aunque la mente

le aconsejó como un doctor que ya había escuchado antes.

Cuando las palabras insistían en ser calladas con un cigarrillo.

 

Los sueños fueron pesadillas. Las cosas que a ella no le gustaba

pensar persistían en el pensamiento.

Estaban en su sangre, balanceándose como restos de naufragio;

mientras el sueño se retiraba fueron esparcidos en su rostro.

 

Una vez, cuando era pequeña, rebanó un gusano en dos,

mirando mientras se unía bajo el cuchillo.

Lo que ella partió no moriría a pesar

de la herida, permanecería dentro de ella toda la vida.

 

 

 

 

CALENTANDO SUS PERLAS

 

Junto a mi propia piel, sus perlas. Mi señora

me pide que me las ponga; calentarlas, hasta la noche

cuando cepille su pelo. A las seis, las pongo

alrededor de su fría garganta blanca. Todo el día pienso en ella,

 

descansando en la Habitación Amarilla, contemplando la seda

o tafetán, ¿cuál vestido usará esta noche? Ella se abanica

mientras trabajo afanosamente, mi lento calor entrando

en cada perla. Flojo sobre mi cuello, su collar.

 

Ella es hermosa. Sueño con ella

en mi cama del ático; me la imagino bailando

con hombres altos, desconcertada por mi desmayo, esencia persistente

bajo su perfume francés, sus piedras lechosas.

 

Yo empolvo sus hombros con una pata de conejo,

observo el suave rubor filtrarse a través de su piel

como un suspiro indolente. En su espejo

mis labios rojos se abren como si quisieran hablar.

 

Luna llena. Su carruaje la lleva a casa. Yo veo

cada uno de sus movimientos en mi cabeza… Desvistiéndose,

quitándose las joyas, su mano delgada alcanzando

un cofre. Metiéndose desnuda en la cama, como

 

siempre lo hace… Y yo yazco aquí despierta,

sabiendo que las perlas se están enfriando incluso ahora

en la habitación donde mi señora duerme. Por toda la noche

siento su ausencia y me quemo.

 

 

 

 

PREMONICIONES

 

Nos conocimos cuando tu último aliento

se enfriaba en mi palma como un huevo;

tú muerta, un tordo afuera

anunciaba con su canto la mañana.

Regresé del salón, sintiendo

las flores frescas y brillantes en mis brazos.

 

La noche anterior, nos volvimos a encontrar, para no decir

insoportables despedidas, para ver

nuestros ojos brillar con lágrimas desencadenadas-

Oh, yo tuve un deseo repentino-

a pesar de que apenas te conocía-

 

permanecer a la puerta de tu casa,

sintiendo mis latidos calmos,

mientras ellos te llevaban dentro, al hogar, al hogar y a la sanación.

Luego lentas semanas, removiendo la silla de ruedas, las medicinas,

la máscara de oxígeno y el tanque, la cómoda,

las tarjetas de las citas,

hasta que era de nuevo el verano

y te veía abrir las puertas a la gracia de tu jardín.

 

Extraño y hermoso ver

las flores cerca de sus propias premoniciones,

la hierba dulcificada y fría y verde

donde una abeja cedía detrás de una rosa.

Allí estabas,

un vaso de vino con limón en cada mano,

caminando hacia mí siempre, tu árbol de magnolia

casándose con el aire de mayo.

 

¡Cómo hablabas! Y cómo escuchaba

hechizada, humillada, filial,

a tus altos cuentos, tus sabias palabras,

el goce de tu acento, no inglés, bailarín, jocoso;

observando tu pelo cenizo brillar y enrojecido,

la amada letanía de aquellos que me han hecho

poner las manos en tus cálidas manos,

que están más jóvenes que las mías ahora.

El tiempo solo la luna. Y el bálsamo del anochecer.

Y tú, madre mía.

 

 

 

 

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*(Turrialba, Cartago, 1986). Es uno de los autores costarricenses más reconocidos de la actualidad. Su obra ha sido ampliamente premiada y publicada tanto en países de América como en España. Entre sus títulos y reconocimientos más destacados podemos citar Bitácora de los hechos consumados (2011), que le valió el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría y el Premio de la Academia Costarricense de la Lengua y El señor Pound (2015), Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2013 (Nicaragua), ambos publicados por la EUNED, así como El manuscrito (2016), Premio de Poesía Eunice Odio; En honor del delirio (2017), por el que le fue concedido el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2017 (Ecuador) o El año de la necesidad (2018), que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador 2018 (España) y fue traducido y publicado en portugués.

Carol Ann Duffy (Glasgow, 1955). Es una poeta británica. Es poeta laureada, es decir, poeta de la corte del Reino Unido desde abril de 2009. Duffy es la pr ... LEER MÁS DEL AUTOR