Carmen Verde Arocha

Que el río responda

 

 

 

 

 

Visitación 5

 

Esta iglesia se encuentra apoyada

sobre una montaña.

 

Así que no hagas ruido,

debemos evitar que se caiga.

 

¿Qué escondes?

 

Acá el abrazo de las aves. Allá los peces mezclados.

 

¿Qué hace el anciano al final de las escaleras?

¿Él espera por ti?

No te muevas tanto, la iglesia podría caerse.

¿Dónde están las concubinas?

¿Qué hicieron cuando lavaron tus pies con aceite?

¿Eran tres o dos?

Ellas reían, hablaban de hombres,

de la suerte de usar amuletos

y del amor de los gallos.

 

Toda la tarde llovió. El mar te dejaba las uñas blancas,

el cabello muy limpio,

los pies descalzos hasta la consumación de la carne.

 

¿De qué se alimenta el viento?

 

¿Por qué el cielo nunca dice qué quiere?

 

En la mañana retiraste toda la sal del agua.

Preparas dulce de naranja con ella.

 

Te duelen las piernas,

la iglesia promete no amanecer nunca.

 

(Amentia, 1999. En: Que el río responda. Antología poética. Visor Libros, 2025)

 

 

 

 

Manuscrito de palo en el cielo

 

En algún lugar oculto entre las raíces,

mi abuela escondía sus tres arrugas verticales

que acentuaban la profundidad de sus ojos.

 

En algún lugar las mujeres

tienen una abeja incrustada en la laringe

 

y lo que sudan es miel.

 

Lo apurado fue la lluvia que llegó a desnudarnos a todas.

A ofrecer un cielo de madera, sin el tiempo de mirarnos por dentro.

Muchas habíamos olvidado los ojos,

o nuestras piernas en alguna vidriera.

 

La penitencia es llevar un obsequio, algo que parezca un regalo.

 

Lo mejor es apurarse, estar allí cuando enciendan las velas,

aplaudir, abrazar y desear muchos años de vida. Allá viene

el herrero, que siga de largo,

tenemos varios dulces sobre la mesa.

 

La vela se apaga a las cinco de la tarde, la gente regresa a su casa

con los mismos zapatos, que nadie olvide sus pies en el baño.

Lo siguiente es aprender a cuidarse uno mismo,

tratar de que los labios no se queden en la boca de otros.  Por eso acá

la gente baila, pero no se atreve a besar.

 

Olvidaron repartir los caramelos después de la fiesta,

la idea era entregarlos,

para no sentir hambre y no comer el cordero.

 

Otra vez un manuscrito de palo en el cielo.

 

Todos arrodillados, con las manos juntas, orando.

 

De nuevo, las mujeres se acercan al oído,

adivinando el susurro,

 

quizás digan que hablamos con nuestras sombras

si nos acomodamos en las almohadas

y proyectamos los nervios más allá de la arcilla.

 

No espero que me canten.

Le oí decir a mi padre cuando escribía su nombre

debajo de la tierra.

 

Lo leído fue escrito hace mucho tiempo.

Otra vez la duda,

el olor a pescado recogiéndose.

 

Es cuestión

 

de acostarse en una estera,

desmantelar los árboles hasta las canas

y dejar que brote el amor.

 

(Mieles, 2003. En: Que el río responda. Antología poética. Visor Libros, 2025)

 

 

 

 

Temperamentos

(Primera versión)

 

Ser una sombra tan tenue como el humo

Moverse con sigilo

 

Y que el ruido sea un ángel

un revoloteo de grillos azules

que a duras penas se pueda distinguir del amor

 

El amor con su collarín blanco

de lobo agotado y melancólico

con manos temblorosas

abre los ojales de mi vestido

y me levanta la falda hasta al borde de la cama

 

El ritmo nos cambia el temperamento

 

Los violines con sus melodías

que se cruzan unas a otras

soslayan la tristeza

 

¿Qué fuego es este?

Si lo toco se demacra

 

Hay fuerzas furiosas que forman el deseo

El deseo se apretuja se madura se exprime

 

En el bosque seremos suaves al palparnos

ansiosos por amar llamemos a los lobos

fieles a sus parejas

cuidan de sus manadas

afinan el apetito todo el tiempo

enseñan a enterrar los huesos

a lavarnos de adentro hacia afuera

 

Sebastián Bach templaba el sufrimiento

 

El cuerpo es lo último que hallamos al tocarnos.

 

(En el jardín de Kori, 2015. En: Que el río responda. Antología poética. Visor Libros, 2025)

 

 

 

 

Halagos

 

La Madera con sabor a miel canta:

 

—Definir el carácter o no hay boda

 

Bordados artesanales del gusto

la madre y la suegra lo piden

 

La desposada con matices

de champagne en las mejillas

pinceladas de duraznos en los labios

 

Cordeles trenzados en hilos de plata

halagos al futuro marido

 

Las formas las líneas y el horror

por cuenta de la novia

 

Nadie pregunta por el corte sirena del vestido

Ni tampoco cómo se siente

Ni por qué llora tan sola

 

Hace siglos llegaron las mujeres al Castillo

¿Cómo devolverlas a la tierra?

 

Aun predominan aplicaciones

broches bordados en plata

 

La seda el tul la muselina

para el escote

 

Oraciones a Nefertiti a la Virgen María

a Cleopatra y Afrodita

hacen las pequeñas ignorantes

que quieren ir al Castillo

 

Mi sugerencia       vayamos todas al Castillo

aunque sea una vez en nuestras vidas

 

(Canción gótica, 2017. En: Que el río responda. Antología poética. Visor Libros, 2025)

 

 

 

 

Halagos

[Variación]

 

El cielo se arrodilla

 

No conocemos otro lugar a dónde ir

¿O sí?

 

Mujeres guerreras disfrazadas de hombres

escapan de los barcos

 

Las embarazadas

creen van a parir hijos de reyes

 

En el Castillo con los brazos abiertos

¿quiénes esperan a las mujeres?

 

Van de primero

la noche los reyes el viento

 

hasta el hierro hace su esfuerzo y entra

 

Una vez que llega la novia

 

las puertas se cierran

 

(Canción gótica, 2017. En: Que el río responda. Antología poética. Visor Libros, 2025)

 

 

 

 

-Carmen Verde Arocha
Que el río responda
Antología poética
Colección Visor de Poesía
España, 2025

 

Foto portada. Que el río responda. Carmen Verde Arocha

Carmen Verde Arocha (Caracas). Poeta, escritora y gerente cultural. Licenciada en Letras y Magister en Historia de Venezuela por la Universidad Católica André ... LEER MÁS DEL AUTOR