Carmen Jodra Davó

Retrato Gongorino

 

 

 

 

AMOR Y PSIQUE

 

Amor, hijo de Poros y Penía,

pobre como su madre la Pobreza,

cazador sin fortuna,

un solo pensamiento en la cabeza.

Lo que intenta alcanzar se desvanece

apenas alcanzado;

vuelve a buscar, y busca,

lanzando redes, flechas y añagazas,

infatigable, pobre desgraciado.

 

La diosa se está peinando

entre cortina y cortina;

los cabellos son de oro,

el peine de plata fina,

y entre pasada y pasada

toma néctar y ambrosía.

y la diosa está envidiando

a una pobre ninfa

que se debate perpleja, tan joven, tan joven,

tan joven y hermosa

como perdida.

 

¿Y bien?… Que se quemó el Amor los dedos

sobre su propia antorcha

por esa tan hermosa que ha irritado

a Afrodita la hermosa.

Porque tiene el encanto incomprensible

de lo indefenso y lo recién nacido,

porque mira con ojos muy abiertos,

porque no entiende a Dios ni entiende el mundo,

y porque se devana la cabeza

tratando de entenderlos, y no puede,

y porque su estupor le pide a gritos

el trozo que ella siente que le falta…

Y porque el joven dios ve de repente

que ella es el trozo que le falta a él,

y todo hace que Afrodita sea

-tan fuerte, tan segura-, casi fea…

 

Y así fue, y así ha sido.

El uno que sabiendo lo que quiere

no logra mantenerlo,

la otra ignorante tanto de qué busca

como del modo de llegar a ello,

al margen de Afrodita,

al margen de la incomprensible espita

por la que orina el mundo incomprensible,

al margen de la vida y de la muerte,

para siempre abrazados.

Ahora son ya dos pobres desgraciados.

Pero dos. Para siempre.

 

 

 

 

DIVERTIMENTO ERÓTICO

 

Un gemido doliente entre la alheña,

un rítmico suspiro en el helecho,

musgo y pluma por sábana del lecho,

por dosel hoja, por almohada peña,

 

y la lujuria tiene como seña

violar mujeres y violar derecho

y ley y norma, y un hermoso pecho

sabe el pecado y el pecado enseña.

 

Trasciende de la fonda un olor suave

a sagrados ungüentos, y una queda

música, contenida y cadenciosa,

 

y el blanco cuerpo de la bella ave

y el blanco cuerpo de la bella Leda,

bajo el peso del cisne temblorosa.

 

 

 

 

¡ESTÉRILES! ¿PARA QUÉ LLORAS?

 

¡Estériles! ¿Para qué lloras?

Si nunca podrás tener nada.

Si a demoras siguen demoras,

y la explicación huye alada,

y amargan tu lengua las moras

aún en agraz.

¿Y pides un poco de paz?

 

El drama es mil veces más viejo

que tú. Piensa en Grecia y en Roma,

y aún más atrás. No me quejo:

de siempre hubo cuervo y paloma

y la lucha atroz. ¿Un consejo?

Déjate estar.

La muerte te vendrá a buscar.

 

Porque nunca llega el verano

que endulce las moras agraces.

Amor ni divino ni humano,

ni salmos ni bromas procaces,

ni artista ni amigo ni hermano

te saciarán.

Ni vino ni agua ni pan.

 

Ni esto, ni eso, ni aquello.

Puedes probar cada camino:

acaban en nada. El destello

que un tiempo llamaste “divino”

no es luz, y apenas si es bello.

Es frío y cruel.

¿A qué preocuparse por él?

 

¿A qué tanta lucha, si luego

el fin es a todos igual?

¿A qué este jugar con el fuego,

si juegues bien o juegues mal

la muerte es el premio del juego?

¿O es el castigo?

¡Estériles…! Llora conmigo.

 

 

 

 

RETRATO GONGORINO

 

Es la hora aquella en que el carro Febeo

ha comenzado ha poco su carrera,

y una boca de hoguera

su aliento abrasador da ya encendido

a hemisferio dormido,

cuando aquel a quien nunca llaman feo

ni han razón, que alto más que Cipariso,

que Jacinto fragante

y más ensimismado que Narciso

y orgulloso que Apolo ser pudiera

si Olimpo griego su morada fuera

por ciudad castellana,

vuelve a la vida desde el oscilante

caliginoso mundo que se habita

a párpados bajados

y disuelve la luz de la mañana.

Sobre plumas y linos abrazados,

pasa de tierno ovillo a ancha corriente;

los paisajes que viera un selenita

tiemblan en ese río,

que a varón como a hembra quita el frío.

Al hilo dignifica la hermosura,

dulcemente inmadura,

del tendido durmiente,

porque en dieciséis años

no ha habido tiempo aún para los daños

de tiempo cruel o práctica natura,

que sacrifica el arte a la simiente;

en el cuerpo yacente

hay candor y abandono y hay tersura

que vértigo provoca,

como provoca vértigo la boca,

roja rosa entreabierta

de riquísimo aroma,

con las mórbidas formas de una poma,

que al más dormido instinto lo despierta.

Y los párpados lisos,

y de las cejas las espesas líneas,

que no han tocado nunca las Erinias

con sus crueles avisos,

la barbilla perfecta,

la nariz intachablemente recta

y la suave mejilla ruborosa;

la cara más hermosa,

en fin, y el cuerpo más hermoso y noble

que engendrara jamás mujer alguna,

y no quiso el azar hacerlo doble

porque tanta belleza fuera una,

y pudiera decirse con justicia:

“¡Sin par!”; y, en su malicia,

por no excederse en buena la Fortuna.

Frunciendo el fino ceño,

la sublime criatura deja el sueño,

que parece llorar por su partida,

y en actitud que fuera,

para aquel que lo viera,

recompensa y gloria inmerecida,

se mueve y despereza

con voluptuosidad, y al fin bosteza

con tan dulce bostezo,

que le envidian las flores más preciosas

del naranjo, el almendro y el cerezo.

Su aliento es el aliento de las rosas…

Se yergue, y su hermosura al cielo embriaga

y al barro que su planta pisa halaga,

y el águila recuerda

sus misiones de antaño

y lamenta que hoy, para su daño,

sea la divinidad siempre tan cuerda.

Con leve pie el muchacho sale y deja,

más cuanto más se aleja,

arrebatada y anhelosa el alma

y vacía de calma.

 

 

 

  

PASTORAL

 

A la serena duerme mi ganado…
Miguel Hernández

 

A un cordero que es entre los rebaños

lo que un muchacho hermoso entre la gente

lo quiero con cariño diferente,

más propio de un rapaz que de mis años.

 

Come en mi mano; bebe de los caños

de metal renegrido de la fuente;

me bala, y su balido sonriente

inunda de dulzor los aledaños.

 

Esta mañana en que yo estoy bordando

grecas en un mantel, y canta el tordo,

y mi cordero bala casi hablando,

 

mientras él bala y brilla el sol y bordo,

me pregunto si lo querré igual cuando

envejezca y se vuelva fuerte y gordo.

 

Carmen Jodra Davó Nació en Madrid en 1980. Se licenció en Filología Clásica por la Universidad Autónoma de Madrid. Su primer poemario Las moras agraces, ... LEER MÁS DEL AUTOR