Palabra de Diosa
Palabra de Diosa
Cúbreme, amor, el cielo de la boca…
Rafael Alberti
1.
Aire sólo, fervor que callo y digo,
palabra que te nombra y te delata,
que te eleva en su vuelo o te maniata:
en mi boca te encierro o te prodigo.
Te dejo a la intemperie o al abrigo,
te guardo en ventisquero o en fogata.
Pródiga, codiciosa catarata,
vas en mi labio como fiel testigo
de todo lo que en él pones y eres,
de todo lo que en él tu sed convoca
y de lo que en su amor beber quisieres.
Silencia esta ebriedad que el labio aloca
y con el agua en que dichoso mueres
cúbreme, amor, el cielo de la boca.
2.
Hay esta piel por tanto beso herida,
esta música en tanta luz cegada,
esta ternura a solas escanciada,
esta verdad por tu fervor vertida,
esta palabra en sombras encendida,
esta caricia ardiendo derramada,
tu mirada bebida y escuchada,
tu silencio envolviéndome la vida,
todas las cosas que forman mi cielo:
el canto, la presencia de tu beso,
la voz que tiene cada anhelo preso,
los aleros del ave ahíta en vuelo,
tu sed lo enciende todo y me lo quema
con esa arrebatada espuma extrema.
3.
¿Qué va a saber el sol del día triste?
¿Qué va a saber el agua de sequía?
¿Qué va a saber la luz de lluvia fría
y el viento de la rama que resiste?
¿Qué va a saber la llama que subsiste
de cenizas que apaguen su porfía?
¿Qué va a saber, por fin, de la alegría
esa nostalgia que su ser contriste?
Ven que te explique ese fulgor oscuro,
ese dolor amigo, ese ojo ciego,
ese frío quemándome en el fuego.
En la piel que me siembras de futuro
coróname de espuma, oculta yema,
que es jazmín del que sabe y del que quema.
4.
Es aire, sólo el aire, quien te besa,
el aire que lamiendo está la llama,
el aire que te envuelve y te reclama,
que libera tu vuelo y que lo apresa.
Es aire, sólo el aire, en que la espesa
sangre del corazón de aquel que ama
vence al silencio donde se derrama
la palabra trocada en fiel pavesa.
Es aire la verdad que desafía
al frío, la distancia y esa boca
ciega a la sed ajena y su agonía
que siembra su existir en otra boca.
Máteme el beso de tu alevosía
brotado en punta de coral de roca.
5.
Siembre tu corazón en labio ajeno,
aire que hiera el surco de mi oído;
y en él siembre su pecho estremecido
la palabra dolida y su veneno.
Siembre la luz ardiente el labio pleno
en quieta frente, en pensamiento herido.
Derrota ausencia, desamor, olvido,
la voz donde a vivir yo te condeno.
Desordena mi cielo, mi mañana,
mi vida entera mueve y equivoca
con la corriente que en tu labio mana.
Que me asesina el vino de tu boca
esta escasa cordura, cruel tirana.
Alóquemela, amor, su sal, aloca.
6.
En ti afirma la carne su porfía,
el carmín de la rosa, la azucena,
el canto del cenzontle, la serena
superficie del agua, la armonía.
En ti enciende sus luces cada día
la voz que incendia el aire cuando suena
su canto repetido en lengua ajena,
hecho fecunda y sola compañía.
Comparte en la distancia esta locura
que tengo por el fuego de tu boca
que ya toda cordura se hace poca.
No me cures jamás la quemadura
donde el alma se muere y se me quema
por tu secreta aguda flor suprema.
7.
Explora mis panales, mi recinto
secreto donde oculta miel destila.
El tiempo su madeja fiel deshila
confiado a los fervores del instinto.
Bebe el beso que el dulce labio afila,
devora la epidermis del jacinto:
el deseo saciado, nunca extinto,
desde tu tersa torre me vigila.
Tus manos, tu mirada, tu dulzura
desbordan en el vértigo del fuego
donde en olvido la razón se quema.
Coróneme el rocío y su luz pura
en el instante eterno en que me entrego
doblando su fervor en su diadema.
8.
Me devora la boca que me besa,
me erosiona la voz que me acaricia
y me da vida la tenaz sevicia
de tu labio trocado en fiel pavesa.
Me asesina la mano que confiesa
lo que la voz no eleva a la caricia
me edifica tu labio y su codicia
que dilapida su lujuria aviesa.
Me reta y me sostiene tu locura,
me desalienta tu vivir sensato,
me desarma y cautiva tu ternura,
y en este canto preso que desato
se me enamoran alma, mente y boca
del mordiente clavel que las desboca.