Carmen Berenguer

Fragmentos sobre Plaza tomada. Poesía (1983-2020)

 

Una antología de Claudia Posadas

 

Por Alí Calderón*

 

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En su Diario de la galera, Imre Kertész dice, respecto al trabajo del escritor, que “los temas se desarrollan y varían exclusivamente en función del principio básico de la composición”. Principio de composición: algo más allá de la idea que organiza el libro o el poema, acaso algo más cercano a la obsesión. Está dado por el lugar desde el que se mira el mundo, pero también por el modo en que se le piensa y figura. Se hace patente en la fuerza que tensa y convoca a las palabras, subyace en la energía de la voz. O dicho de otro modo, Milán Kundera pensaba que el personaje de ficción, lo mismo aplica para un poeta, podría ser definido por unas cuantas palabras esenciales. En el caso de Carmen Berenguer (Chile, 1946), una de esas palabras es, sin duda, revuelta.

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Carmen Berenguer o una poética de la revuelta. En todos los niveles. Poesía de la insurrección o insurreción en virtud de la poesía. El ensayista francés Éric Hazan define esta palabra como “el tiempo del detonante revolucionario, el instante decisivo, como decía Henri Cartier-Bresson cuando hablaba del dedo sobre el disparador de la cámara fotográfica”. Poesía de o para el instante de peligro. Poesía de confrontación, de estoy aquí y aquí me quedo.

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Poetas nacidas a mediados de los años cuarenta, a principios de los cincuenta. Poetas que comienzan a publicar o escriben libros importantes durante los ochenta. Ese umbral, esa puerta de entrada a este tiempo que Haroldo de Campos llama “post-utópico”, al tiempo de otro modelo de lectura, el de la poesía panhispánica. Pienso de pronto en Carmen Ollé, Diana Bellessi, Elvira Hernández, Soledad Fariña, Cecilia Vicuña, María Mercedes Carranza, Coral Bracho, María Negroni, Yolanda Pantin o María Auxiliadora Álvarez. ¿Qué hace singular, entre ellas, a Carmen Berenguer? Voy a plantearlo de otro modo: ¿Qué le aporta su poesía a la poesía en español?

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Presión y contrapresión. Movimiento pendular que se apodera del poeta. Porque está sometido a presiones históricas, coyunturales, de clase y género, presión de la ideología en tanto estructura del sentido común, presiones estilísticas según la particular tradición poética, presiones del campo literario de acuerdo a la facción a que se pertenece. Todo, en su conjunto, constituye lo que puede llamarse “estilo de época”. Es la uniformidad que encubre “la poesía debe ser hecha por todos”. Contrapresión: el modo en que un poeta responde a estas condicionantes. Es ahí donde se advierte el talento para aportar algo otro a la poesía. Algo que no estaba. Algo que se había olvidado. Algo que requería ser dicho de cierto modo en un momento determinado.

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No sé cómo decirlo. Tengo la impresión de que los poemas de Carmen Berenguer son como el recuerdo encubridor del psicoanálisis, como el retorno de lo reprimido o el retoño del inconsciente. Los poemas hablan de la tensión de la sociedad o de cómo resistir al poder o del cuerpo reprimido o de la mujer lacerada. Pero siento que el corazón de esta poesía está en otra parte. Acaso en la pulsión de choque, en el malestar generalizado, en la intención de comenzar el incendio. Carmen Berenguer o la poética de la revuelta. Por ejemplo, revuelta contra los marbetes que también oprimen el decir y lo dicho. A la literariedad de la poesía se le enfrenta la libre utilización de las escrituras. De(s)generamiento, dice Cristina Rivera Garza, diálogo entre géneros y regímenes de enunciación. La obra de Carmen Berenguer, en este montaje magnífico que propone Claudia Posadas, es epigrama y koan zen y graffitti y testimonio y ensayo y memorias y autobiografía-autoficción y minificción y cuadro de costumbres y memoria política y reportaje. Escritura de la libre utilización.

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Presión: el coloquialismo vuelto eje modal. Pero también el impulso neobarroco. Contrapresión: lenguaje violento, imprevisible. Sermo plebeius en un tenso flujo rítmico. Música distinta, y a veces intrincada, no melodía. Vecindad sonora que algo recuerda el Alambres de Néstor Perlongher. Pero de otro modo. Aquí no hay solamente expansión, duplicación, sugerencia y deformación del significante. Me parece que a la indecidibilidad se le opone aquí no el significado sino el sentido, ¿cuál?, el de la exigencia de verdad y justicia. Para mí no hay, como se dice sobre su obra, crítica al logocentrismo. Hay, más bien, el lenguaje que debe entenderse como alegoría.

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Poesía mesiánica. No se me malinterprete. Poesía mesiánica porque se solidariza con la víctima, simpatiza con el subalterno, con el marginado. Berenguer construye pequeños cuadros, diríamos, naturalistas, como el de “la loca travesti fantasmal” en el primer fragmento de “Anticristo” o el de “Las falenas con su pubis al alba” o los de los poemas de la Brenda.

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Epigramas políticos, efectivos y efectistas. “En el año veintiuno de nuestro cautiverio…”. Jirones de verdad en los que aparece la herida de la dictadura. Epigramas en los que hay una suerte de orfandad y también ironía: Todos hablan de persecuciones. / A mí no me persigue nadie. Ni un enamorado. Me sigue. Pero también epigramas de acritud y cuestionamiento: cópulas cúpulas / cúpulas cópulas / Y yo siempre abajo.

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Alarma. Estado de excepción. Irrupción de la chingadera en la aparente normalidad de lo cotidiano. Frente a la violencia mítica del Estado, Carmen Berenguer opone, en sus poemas, otra violencia, esta divina, en defensa legítima. Es el trabajo en torno a imágenes perturbadoras que llaman a la toma de partido, a la acción. Así sucede en “Desconocido” de “Santiago Punk” o en “Despertar matutino”: Ahí cerquita de sus respiradas o atormentadas nochecitas chilenitas, ahí, se sacaba a un vecino de cualquier barrio, vendado, hasta la pequeña “Mansión del Horror”, y saben que esta casita aterró como leyenda, lo que de oídas se traspasaba como murmullo, que allí se escucharon gritos en la noche.

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Pero la burla a veces. La cábula, aquí decimos. Como cuando dice la democracia de pelito corto.

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Carmen Berenguer o una poética de la revuelta. Contra la melodía, contra el poema plano y bien hechecito, contra el paradigma de palabras prestigiosas, contra la literariedad y contra lo ya publicitado. Contra la dictadura. Contra el aparato punitivo del Estado. Poética de la revuelta. Contra el tiempo. A contrapelo. Van a preguntarnos “¿cómo se cantó en los tiempos del neoloberalismo?”. Quizás el aporte esté en que bien podemos hacer nuestros unos versos suyos:

Tantas palabras sucias cruzando el cielo,
que si no salen
quedan,
como queda lo que no se dice.
Majestuoso silencio que de nada sirve.
Para eso tengo palabra.

 

 

 

-Carmen Berenguer
Plaza tomada. Poesía reunida (1983-2020)
Edición de Claudia Posadas
Universidad Autónoma de Nuevo León

 

cb portada

 

 

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*Alí Calderón (Ciudad de México, 1982) es poeta y crítico literario. Doctor en Letras Mexicanas por la UNAM. En 2007 recibió el Premio Latinoamericano de Poesía Benemérito de América. Fue merecedor, en 2004, del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde. Es autor de los poemarios Imago prima (2005), Ser en el mundo (2008 – 2011), De naufragios y rescates (2011), En agua rápida (2013) y Las correspondencias (Visor, 2015); de los libros de ensayos La generación de los cincuenta (2005), Del poema al transtexto. Ensayos para leer poesía mexicana (Colombia, 2015) y Reinventar el lirismo. Problemas actuales de poética (España, 2015) y coordinador de las antologías La luz que va dando nombre 1965-1985. 20 años de la poesía última en México (2007), El oro ensortijado. Poesía viva de México (2009). Es fundador de la editorial y la revista electrónica de literatura “Círculo de Poesía” (www.circulodepoesia.com). Es Codirector de la Editorial Valparaíso México y del Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México.

Carmen Berenguer (1946 - 2024). Poeta, cronista y artista visual chilena nacida. Ganadora del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Autora de los po ... LEER MÁS DEL AUTOR