El olor de la piel conserva algo de la muerte
Thelonious Monk escucha el aguacero
Es la primera lluvia de junio y el aguacero se llama Thelonious Monk
Lumbre de ébano sobre el fuego blanco del alcohol
El acorde de carmín donde la melancolía asienta el reino
porque no hay luz más clara y más intensa que aquella
sangrando de las manos de un sabio
Que aquella que de tan negra es la sangre de la luz
Su lamento es una almohada para reposar los huesos cansados del alma
Escucho a Thelonious Monk y cruza la cervical un relámpago de ron
Una infancia con los miembros amputados
Un muñón del que se burlan mis hermanos
Pero que sea dulce el beso de la armonía para saciar la piel erizada del silencio
Que la vida vista sus trajes favoritos como niña
para decirnos que todo es muy sencillo
Porque Monk le teje un abrigo a Nellie
Un pedazo del corazón le deja en piel
con ciertas partes de un crepúsculo de octubre y la pupila de la lluvia
mirándola por dentro
Porque Monk desteje el corazón de Nellie y lo hace delgadísimas notas de música
que penetra y sangra y danza y muelle y lacera
como una nota de piano carcomiéndonos el alma
Para qué preguntar por la rabia en medio de este aguacero
Qué luz podría encontrar el desconsuelo
en un hombre que prepara la entrada de su amada al Infierno
Un bourbon un whiskie una cerveza bastan
Y una trompeta de oro negro vibra y estalla en el cielo
Hay un hombre pudriéndose por dentro
mientras deja huellas de la luz más clara y más intensa
La tormenta se sonroja de su estruendo
Avanza el oscuro tapir del aguacero
Después la melodía se hace más lenta
Alguien espera el obús para volarse la cabeza
Última balada de John Lennon para Yoko Ono
La luz de ti se aleja porque no soporta el verte
Por qué de mí también te vas mujer
cuando más te amo y dejo en pentagrama cinco líneas de mis venas
Por qué de mí como ceniza que lleva el brazo del aliento del verano
en un campo incendiado por la furia de mis manos
que imagino en la ciudad
Eres lo más oscuro y de ti la luz emigra
Porque viene de ti la enfermedad estoy bendito
de locura o ebriedad que a veces es lo mismo
Por una mancha venérea que la humedad tatuó
si he nacido si amé si estoy herido
Pero digamos que una noche al fin estoy contigo
completamente libre
Complaciente como alguien dispuesto a otorgar su olvido
a cambio de tenerte Oh sapientísima
y desquiciada como una cuerda de guitarra rasgando la garganta
como una cerda enfurecida que destroza mi almohada
Entonces quién por mí podrá cambiar la pesadilla
si muy lejos de ambos la luz emigra
Oh dulcísima qué puedo para ti sino una larga balada
en la que el escozor del corazón humano hinche su valor contra el vacío
que cruzan pájaros boreales como bajo un cielo cobrizo
donde bailas desnuda para ordenar el mundo
Sé que tampoco entonces mi vida tendrá algún sentido
y habrá una lira rota más en el bodegón de casa
Pero así tú sabes la tribu podrá llamarte reina
en este instante y en la eternidad
Bachata de Jossie Bliss
Jossie Bliss
saurí escarlata
negro alfil en laca lacerando
crepúsculos que iluminan el ardor
oscuro de Birmania
Más adentro
a los costados del mundo
se pierde en la costa una red para atrapar estrellas
Un profundo bastión de corales asesinos
bajo el vientre oscuro de agua en menta y musgo
entrando al inframundo donde renace una mantilla de opio
Una perla
brilla si la encierra un molusco
Sólo un buzo y sus poleas locas
Tierno armiño de cisne en fieltro humedecido
Ahogado en su propio llanto habría
Sólo un tafetán en congestión rubí
de aromado cilantro que desnuda el nervio habría
Todo lo demás lo consume Jossie Bliss
Todo lo consume su hambre
Las palabras y el nombre y lo que esconde –filos de alba
pesadillas en aceite–
Se deben
a Jossie Bliss y su saurí de plata
si ella llega al borde de la playa
que es llegar al límite del día
Los meses reconocen
marejadas de barcazas ebrias en plena madrugada
Muelles donde el Universo enciende
la sed si agua es la hembra negra
Eclipses sonoros si desnuda ofrece entre el mango y los manglares
cormoranes y almejas al frío de la daga
Fuego si consume el cigarrillo posterior a la batalla
Toda la penumbra encajada entre los ojos negros de la pantera en celo es el invierno
en la sabana
Un cardo que agoniza en el rigor de caracolas
La música de jazz quemada
a fuego lento
Cuando Jossie Bliss zurca y urde y hunde lentas brazas donde pende ahorcado
el corazón humano
Y destierra para siempre del verano los frutos más amados
la sandía por ejemplo en su vientre bajo
el melocotón ennegrecido
en lo alto del pezón del pecho
Los vástagos
Las palmeras
Los dátiles se envenenan si en celo enciende el filo previo
al homicidio
A mansalva es rojo hervor y despedida
Pero humillada en la playa bajo una sombra imponente
Restos de betún lucen
en la barbilla negra
En sus labios decolora la roja lengua que en grana se desflora
Y más adentro
en altamar
el poeta comienza a soñar
–triturado el corazón de tinta–
con un pedazo vivo de la historia.
Enrique, José Luis y Carlos, intérpretes de rock
Éramos tres y éramos más marchando desnudos apasionados febriles
alrededor del comedor redondo
en la semana puntuales a la hora que despide
el sueño sus sábanas de orines sus lamentos callados
El día se extendía terriblemente azul
un animal azul desbordado en los costados del mundo
y adentro de nosotros se escuchaba
un tambor enfebrecido una angustia
desnombrada inagotable de infancia como si Freddie Mercury
aún estuviera en Barcelona
iracundo con su eco en redoble de we will rock you
Éramos felices de estar plenos de niñez y juventud plena
desnuda en esa sala en ese comedor
marchando al borde del tiempo para qué existe
el tiempo en esos días es un papel desgastado una mirada barata un pretexto
para dar vuelta al calendario
Éramos tres y muchos más
alguno con su cabellera larga y el otro también
larga y hermosa pétalos de una flor imposible que caían
acariciándole la cabeza
y hermanable era y abundante en sus tres años definitivos de azular el mundo
El otro era puro nervio y sigue siendo el puro nervio
y se consume con el aliento que habrá heredado
en culpas maldiciones de todos para estar contento
Éramos hermosos desquiciados éramos toda la ternura marchando
en un cuerpo desnudo y éramos más
toda la alegría de un sol dulce en el comedor y era también la sangre
agolpándose reconociéndose entre nosotros
aunque ya nadie nos diga we will rock you ni hermano ni padre
ni quién escriba nada
Tú debes acordarte
estoy seguro que debes acordarte de todo eso
de algún modo debes recordarlo
si no para qué estos días para qué serían
o de qué otro modo
tendría el sol a veces sus mañanas
de qué otro modo despierta
la vida sus desgarros.
Seis de marzo
Una mujer habló con mi hermano muerto
dijo:
el día que nació
tú aprendías a jugar fuera de casa
dijo:
ese mismo día
prematuro
tres años después cumplió su aniversario
Que yo jugaba en medio de la calle mientras él
iluminaba su propia soledad con enseres de cocina
Dijo:
ese mismo día tu hermano aprendió
que la pasta dental (o todo lo que alimenta al cuerpo)
es un poco de cianuro y por eso
se oculta en los rincones más oscuros
como la boca o el baño de la casa
Todo eso dijo
y nadie pudo remediar los designios
de la vida cotidiana
ni la guitarra de mi padre pudo
ni la mirada desde entonces otoñal
de mi madre pudo predecir qué pasaría
cuando mi hermano iluminaba
su propia soledad jugando
con lo más oscuro
adentro de su boca en un cuarto de baño
Eso y más dijo la mujer que habló con él ya muerto
y él no culpó a nadie de lo que había pasado
El olor de la piel conserva algo de la muerte
Alguna vez de tarde en tarde
mi madre y yo hablamos sobre el tema
Ella dice que en las mañanas de invierno
a su habitación llega
el cálido olor de los orines
que mi hermano dejaba obstinadamente
en el patio trasero de la casa
Entonces la piel del mundo se eriza
y la piel del mundo es la luz
donde vuelan golondrinas bajo un fondo azul desbordado
Mi madre dice que en esos días aún recuerda
aquel aroma distante hierbabuena rosas hojasanta
y nadie sabe como ella –ni siquiera la luz de la mañana/ ni siquiera
el paisaje donde vuelan golondrinas– que el olor de la piel del mundo
es la piel de cada uno de sus hijos
No hay memoria más certera que el olfato
aunque el invierno quiera
borrar la piel de nuestros hijos/ la vida
que aún resta en los orines de la muerte