Carlos Ramírez Vuelvas

El olor de la piel conserva algo de la muerte

 

 

 

 

Thelonious Monk escucha el aguacero

 

Es la primera lluvia de junio y el aguacero se llama Thelonious Monk

 

Lumbre de ébano sobre el fuego blanco del alcohol

 

El acorde de carmín donde la melancolía asienta el reino

porque no hay luz más clara y más intensa que aquella

sangrando de las manos de un sabio

Que aquella que de tan negra es la sangre de la luz

 

Su lamento es una almohada para reposar los huesos cansados del alma

 

Escucho a Thelonious Monk y cruza la cervical un relámpago de ron

 

Una infancia con los miembros amputados

Un muñón del que se burlan mis hermanos

Pero que sea dulce el beso de la armonía para saciar la piel erizada del silencio

 

Que la vida vista sus trajes favoritos como niña

para decirnos que todo es muy sencillo

Porque Monk le teje un abrigo a Nellie

Un pedazo del corazón le deja en piel

con ciertas partes de un crepúsculo de octubre y la pupila de la lluvia

mirándola por dentro

 

Porque Monk desteje el corazón de Nellie y lo hace delgadísimas notas de música

que penetra y sangra y danza y muelle y lacera

como una nota de piano carcomiéndonos el alma

 

Para qué preguntar por la rabia en medio de este aguacero

 

Qué luz podría encontrar el desconsuelo

en un hombre que prepara la entrada de su amada al Infierno

 

Un bourbon      un whiskie     una cerveza bastan

 

Y una trompeta de oro negro vibra y estalla en el cielo

 

Hay un hombre pudriéndose por dentro

mientras deja huellas de la luz más clara y más intensa

 

La tormenta se sonroja de su estruendo

 

Avanza el oscuro tapir del aguacero

 

Después la melodía se hace más lenta

 

Alguien espera el obús para volarse la cabeza

 

 

 

 

Última balada de John Lennon para Yoko Ono

 

La luz de ti se aleja porque no soporta el verte

Por qué de mí también te vas     mujer

cuando más te amo y dejo en pentagrama cinco líneas de mis venas

Por qué de mí como ceniza que lleva el brazo del aliento del verano

en un campo incendiado por la furia de mis manos

que imagino en la ciudad

 

Eres lo más oscuro y de ti la luz emigra

 

Porque viene de ti la enfermedad estoy bendito

de locura o ebriedad que a veces es lo mismo

Por una mancha venérea que la humedad tatuó

si he nacido     si amé     si estoy herido

 

Pero digamos que una noche al fin estoy contigo

completamente libre

Complaciente como alguien dispuesto a otorgar su olvido

a cambio de tenerte     Oh sapientísima

y desquiciada como una cuerda de guitarra rasgando la garganta

como una cerda enfurecida que destroza mi almohada

Entonces quién por mí podrá cambiar la pesadilla

si muy lejos de ambos la luz emigra

 

Oh dulcísima      qué puedo para ti sino una larga balada

en la que el escozor del corazón humano hinche su valor contra el vacío

que cruzan pájaros boreales como bajo un cielo cobrizo

donde bailas desnuda para ordenar el mundo

 

Sé que tampoco entonces mi vida tendrá algún sentido

y habrá una lira rota más en el bodegón de casa

Pero así     tú sabes     la tribu podrá llamarte reina

en este instante y en la eternidad

 

 

 

 

Bachata de Jossie Bliss

 

Jossie Bliss

saurí escarlata

negro alfil en laca lacerando

crepúsculos que iluminan el ardor

oscuro de Birmania

 

Más adentro

a los costados del mundo

se pierde en la costa una red para atrapar estrellas

Un profundo bastión de corales asesinos

bajo el vientre oscuro de agua en menta y musgo

entrando al inframundo donde renace una mantilla de opio

 

Una perla

brilla si la encierra un molusco

Sólo un buzo y sus poleas locas

Tierno armiño de cisne en fieltro humedecido

Ahogado en su propio llanto habría

Sólo un tafetán en congestión rubí

de aromado cilantro que desnuda el nervio habría

 

Todo lo demás lo consume Jossie Bliss

Todo lo consume su hambre

Las palabras y el nombre y lo que esconde –filos de alba

pesadillas en aceite–

Se deben

a Jossie Bliss y su saurí de plata

si ella llega al borde de la playa

que es llegar al límite del día

Los meses reconocen

marejadas de barcazas ebrias en plena madrugada

Muelles donde el Universo enciende

la sed si agua es la hembra negra

Eclipses sonoros si desnuda ofrece entre el mango y los manglares

cormoranes y almejas al frío de la daga

 

Fuego si consume el cigarrillo posterior a la batalla

 

Toda la penumbra encajada entre los ojos negros de la pantera en celo es el invierno

en la sabana

Un cardo que agoniza en el rigor de caracolas

La música de jazz quemada

a fuego lento

 

Cuando Jossie Bliss zurca y urde y hunde lentas brazas donde pende ahorcado

el corazón humano

Y destierra para siempre del verano los frutos más amados

la sandía     por ejemplo    en su vientre bajo

el melocotón ennegrecido

en lo alto del pezón del pecho

Los vástagos

Las palmeras

Los dátiles se envenenan si en celo enciende el filo previo

al homicidio

A mansalva es rojo hervor y despedida

 

Pero humillada en la playa bajo una sombra imponente

Restos de betún lucen

en la barbilla negra

En sus labios decolora la roja lengua que en grana se desflora

Y más adentro

en altamar

el poeta comienza a soñar

–triturado el corazón de tinta–

con un pedazo vivo de la historia.

 

 

 

 

Enrique, José Luis y Carlos, intérpretes de rock

 

Éramos tres y éramos más marchando desnudos apasionados febriles

alrededor del comedor redondo

en la semana puntuales a la hora que despide

el sueño sus sábanas de orines sus lamentos callados

 

El día se extendía terriblemente azul

un animal azul desbordado en los costados del mundo

y adentro de nosotros se escuchaba

un tambor enfebrecido una angustia

desnombrada inagotable de infancia como si Freddie Mercury

aún estuviera en Barcelona

iracundo con su eco en redoble de we will rock you

 

Éramos felices de estar plenos de niñez y juventud plena

desnuda en esa sala en ese comedor

marchando al borde del tiempo para qué existe

el tiempo en esos días es un papel desgastado una mirada barata un pretexto

para dar vuelta al calendario

 

Éramos tres y muchos más

alguno con su cabellera larga y el otro también

larga y hermosa pétalos de una flor imposible que caían

acariciándole la cabeza

y hermanable era y abundante en sus tres años definitivos de azular el mundo

 

El otro era puro nervio y sigue siendo el puro nervio

y se consume con el aliento que habrá heredado

en culpas maldiciones de todos para estar contento

 

Éramos hermosos desquiciados éramos toda la ternura marchando

en un cuerpo desnudo y éramos más

toda la alegría de un sol dulce en el comedor y era también la sangre

agolpándose reconociéndose entre nosotros

aunque ya nadie nos diga we will rock you ni hermano ni padre

ni quién escriba nada

 

Tú debes acordarte

estoy seguro que debes acordarte de todo eso

de algún modo debes recordarlo

si no para qué estos días para qué serían

o de qué otro modo

tendría el sol a veces sus mañanas

de qué otro modo despierta

la vida sus desgarros.

 

 

 

 

Seis de marzo

 

Una mujer habló con mi hermano muerto

 

dijo:

       el día que nació

           tú aprendías a jugar fuera de casa

 

dijo:

      ese mismo día     

          prematuro    

      tres años después cumplió su aniversario

 

Que yo jugaba en medio de la calle mientras él

iluminaba su propia soledad con enseres de cocina

 

Dijo:

ese mismo día tu hermano aprendió

que la pasta dental (o todo lo que alimenta al cuerpo)

es un poco de cianuro y por eso

se oculta en los rincones más oscuros

como la boca o el baño de la casa

 

Todo eso dijo

y nadie pudo remediar los designios

de la vida cotidiana

 

ni la guitarra de mi padre pudo

ni la mirada desde entonces otoñal

de mi madre pudo     predecir qué pasaría

cuando mi hermano iluminaba

su propia soledad jugando

con lo más oscuro

adentro de su boca en un cuarto de baño

 

Eso y más dijo la mujer que habló con él ya muerto

y él no culpó a nadie de lo que había pasado


 

 

 

El olor de la piel conserva algo de la muerte

 

Alguna vez de tarde en tarde

mi madre y yo hablamos sobre el tema

 

Ella dice que en las mañanas de invierno

a su habitación llega

el cálido olor de los orines

que mi hermano dejaba obstinadamente

en el patio trasero de la casa

 

Entonces la piel del mundo se eriza

y la piel del mundo es la luz

donde vuelan golondrinas bajo un fondo azul     desbordado

 

Mi madre dice que en esos días aún recuerda

aquel aroma distante     hierbabuena     rosas     hojasanta

y nadie sabe como ella –ni siquiera la luz de la mañana/ ni siquiera

el paisaje donde vuelan golondrinas– que el olor de la piel del mundo

es la piel de cada uno de sus hijos

 

No hay memoria más certera que el olfato

 

aunque el invierno quiera

borrar la piel de nuestros hijos/ la vida

que aún resta en los orines de la muerte

 

Carlos Ramírez Vuelvas (Colima, México, 1981). Autor de los libros de poesía Los contradioses (2015) y Ha llegado el verano a casa (2016). Tam ... LEER MÁS DEL AUTOR