Carlos Núñez

El encargado del Bar y otros poemas

 

 

 

 

 

El Tiempo

 

No puedo pensarte más que
como eres/ un asesino
de mi huerto
Frank O´Hara

 

No puedo pensar en vos

no debo

es peligroso asomarse a tu sombra

a tu sonrisa, al aroma de tu nuca.

 

Tengo agua hasta los tobillos

estoy sentado en el patio

en el que bebíamos vino mientras

tus ojos se volvían radiantes y lejanos

como hilos de acero.

Me tambaleo en los bordes de la autopista,

hasta podría crear pequeños charcos de sangre

como cerezas muy rojas enfriándose en el hielo

pero no sé, tus besos siguen brutalmente las curvas y

creo que es tarde, creo que realmente

no te importaría / Solo aprendimos a florecer salvajes

a golpearnos contra nuestros ímpetus sombríos.

 

No puedo pensar en vos, no,

todo el desierto es este patio,

todos los mares respiran

con tu pulso

nada más debería encender un fuego

que se pierda en la noche

que cierre mis manos y tus ojos

en el simple y plácido calor

sin esperar otra cosa

sin tiempo

sin pensar

después de todo siempre fuiste

fuego sagrado al que se lanzaron los puros y los idiotas,

palabras sinuosas que embrutecieron mi dolor,

nalgas exhaustas a las que besé en lo oscuro.

 

 

 

 

El Río

 

Pienso que

el río está ahí, tan cerca

y hace tanto que no voy,

debería ir con la chica

que trabaja en el estacionamiento

que me dijo que nunca lo había visto,

me lo dijo sin angustia, sin saber.

 

Cuando ella esté frente al río supongo

sentirá cierto vacío por el tiempo perdido

y por todos los tiempos en que no

pueda estar frente a sus aguas.

Pero hoy es lunes y ella no trabaja

porque es su día de descanso.

 

El otoño se acerca

y la chica del estacionamiento

seguro estará frotando sus

labios provincianos

contra el pecho de alguien

de espaldas al río y a mí.

 

 

 

 

La señora sentada en el frente de la casa

 

Apenas ve a los perros desde

su visión borrosa,

toma sorbos de un vaso indescifrable,

se pasa la mano por la nuca,

se abanica con un cartón que alguna vez

tuvo imágenes de geishas y de ríos,

susurra un canto que quizás

aprendió de su madre,

espera la lluvia en el calor de febrero,

saluda a alguien que cree conocer,

no sabe que día es

no le importa que día es.

 

La señora enciende un cigarrillo,

la tarde se hace noche y

arranca una diástole de su corazón fatigado.

Suspende el canto, bebe, fuma en el calor

pero tiene frío,

cruza las piernas flacas y siente que

no hay nada más.

Toca la cruz que cuelga de su cuello,

un ébano nocturno que le arrasa

la sístole, está segura de todo

como nunca. Termina de beber

entra a la casa y se abriga

con una manta, se envuelve

en una manta, se muere

en una manta comida un poco

por las polillas, su cuerpo

se transforma en mar

sus ojos están salados y ve

pasar las nubes del alba,

se pliega contra la luz

se hace humedad,

futuro.

 

Es una pena que nunca

vayamos a saber que bebía

ni qué canto susurraba

pero a diario es así

para casi todos.

 

 

 

 

Sangre

 

Pienso en la foto de James Dean con las solapas levantadas

bajo esa lluvia detenida

en Times Square.

 

Pienso en el aroma de tu dolor

en tus más pequeñas heridas

hasta en los raspones de tu infancia;

la locura está ahí

sabiendo que lo volverás a hacer

sabiendo que yo también lo haré contigo.

 

Frágil / frágil

espuma marina de la orilla

que llega del océano profundo.

 

 

 

 

El encargado del Bar

 

“No hables con nadie si estás borracho”

me dice el encargado del bar

y tiene razón en decirlo.

 

Así que guardo silencio,

veo pasar personas maravillosas

que podrían funcionar conmigo pero

no hablo con ellas, estoy ebrio y resisto

en silencio.

 

El encargado del bar lo sabe.

Sin embargo hay días en que algo tuyo vuelve

y suelto unas palabras

como quien lanza una piedra en un lago tranquilo

sólo para ver las ondas en el agua y a la vez

con la íntima esperanza de que todo tiemble

y que la oscuridad

no me alcance en tu perfume ni

en tu labio profundo que cede al vino y a la

adrenalina de las rutas.

 

Lo sé;

soy el barro adormecido en las capas del otoño

una nada,

una ansiedad entre las aves sin fuerzas para emigrar.

Pero más allá de lo estúpido de todo,

a solas con mi respiración insomne,

no dejo de regresar

porque hasta acá sólo fue un griterío sin alma

y no hay más tiempo

nunca lo hay en realidad

sólo el enjambre del futuro.

 

Carlos Núñez Poeta argentino nacido en 1955. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ha publicado los siguientes libros de poesía: ... LEER MÁS DEL AUTOR