Las costuras del sueño
Las costuras del sueño
Ella enhebra la saliva.
Ella mide y traza con la tiza un pájaro en la tela.
Su ojo cruza el ojo de la aguja.
y ata el viento a la bobina.
Luego corta. Luego une. Luego pega.
Luego corta. Luego une. Luego pega.
La tijera es un baile de muchacha sobre el hielo.
La tijera es un reptil hambriento que corre por el llano.
Luego corta. Luego une. Luego pega.
Su Singer de pedal anda por la tela
con los labios apretados.
Su Singer gime a todo grito su trabajo.
Su Singer gime a toda máquina
las ganas de un abrigo.
Luego corta. Luego une. Luego pega.
Ella sabe la puntada que lleva la costura de los sueños.
Ella sabe remendar el alma
cuando se hiere con las púas de la tarde.
Luego corta. Luego une. Luego pega.
Ella cose guiños y recatos.
Cose el silencio y las palabras.
Ella cose el ruedo de un suspiro.
Ella cose los ojales de un secreto.
Ella cose las sisas que ajustan unas manos a la piel.
Luego corta. Luego une. Luego pega.
El espejo oculto
Por aquí pasan dos veces: lunes de fijo
y jueves salvo la Semana Santa.
Yo les dejo el asco, mi carroña
y toda la verdad de todo
en paquetes de silencio.
Ellos vienen, no preguntan,
y recogen este rastro de mi sombra.
Ellos vienen y se llevan
todo el polvo que le arranco
a lo que pienso.
Ellos vienen y tiran al camión
de la basura
las huellas que vomito por el alma.
Ellos vienen y recogen
uno a uno mis pecados.
Pasan por aquí temprano,
no preguntan
y se llevan mis olores,
los avisos de la muerte
y todas las palabras
que le sobran al poema.
Ellos vienen y se llevan
este espejo que ocultamos.
Afilador de colmillos
Es curiosa y casi loca esta manía
de andar de puerta en puerta
preguntando por el filo de las cosas.
Es curioso, pero es cierto:
paco a poco los puñales van perdiendo
su donaire,
y de tanto morder maderas
los serruchos, diente a diente,
se desgastan la finura,
y de tanto cortar los hilos de la vida,
yarda a yarda,
las tijeras van perdiendo el apetito.
Es por eso, que sí, que desde luego,
que venga y toque el timbre
el hombre de amolar cuchillos,
que afile todo en la cocina,
y de paso afile el ojo,
la lengua y el oído.
Que sí, que pase
y que lo afile todo:
el espejo que perdió el encanto
el reloj que se cansó del tiempo,
los colmillos de la historia
que dejó el olvido en el olvido.
Que sí, que entre, desde luego,
que traiga la piedra de afilar y el esmeril
y deje con todo el filo de besar
el beso
que hace tiempo no besaba
con locura.
Novia de Dios
Apaguemos la luz en este cuarto
y hagamos celibato a oscuras y en silencio.
Ocultemos aquí las ganas de las ganas
y hagamos castidad hasta la muerte.
Cerremos toda cueva de humedad
para los lobos,
que no se abra de pétalos la flor
y no venga nunca el colibrí a libarla.
Callemos aquí a los hijos
que ovulan y ovulan preguntando
por los peces de la vida.
Demos a Dios un harén de velos y rosarios.
Demos a Dios mil esposas lavando los pecados
de este mundo.
Hagamos votos de piedra.
Votos devotos del santuario al himen sin tocar.
Hagamos votos de blancura.
Votos devotos del alma limpia y sin estrías.
Digamos a Dios que sí,
que aceptamos esta boda con la noche.
Digamos a Dios que sí,
que suyo es este labio
que suyo es este beso que nunca besará,
que suyo es este pecho
de pezón callado.
Manos lavando el río
Maja el barro con el pie de amar la tierra.
Lleva ropa de amor en la canasta.
Maja el trillo con el pie de andar la vida.
Lleva ropa de enojo en la canasta.
Llega al río.
El agua es otro niño que le abraza la rodilla.
Llega al río.
La piedra del restriego es también una mujer callada.
Unta de silencio cada prenda
y enjuaga con el alma cada trapo.
Luego aporrea el viento a punta de gastados jeans.
Luego aporrea la memoria a punta de camisas con olor a noche.
Su mano se pasea por la colcha y la mantilla.
Sus ojos cabalgan por la esquina de un pañuelo.
Un cepillo de aruñar las horas
se desliza por la espalda de las blusas.
Un jabón de azul mirada
llena de espuma los íntimas calzones.
Lleva ropa de paciencia en la canasta.
Lleva ropa de amargura en la garganta.
Ars curandera
Para sembrar esta luz
hay que abrir los ojales de la sombra
y coser con la palabra.
Para alumbrar esta semilla
hay que aruñar adentro
y aporcar el ama
con los arados de la metáfora.
No se nace sin la tijera
que corta los cordones
ni se vuelve a nacer de otro modo.
Nadie es héroe sino se sale victorioso del infierno.
No hay vuelo sin que duela la caída
Este antiguo y sanador este ritual.
Pero hay que entrar descalzo
y alumbrarse con la jaula de la herida.
Que vuelvan los trenes
Que los trenes se vuelvan locos
y nos lleven a las esquinas donde la sorpresa
de un rostro es una alegría que no estaba en la agenda,
que los trenes, locos de remate, naveguen como góndolas
a la orilla de los parques
donde los besos se vuelven héroes
y bajan de un solo tajo las estrellas.
Que los trenes desquiciados
finjan delirando citas a ciegas con los pájaros
y se vayan por ahí juntando historias
y abuelos
y otra vez recojan a la vendedora de mangos
que una tarde en Orotina
me ofreció una sonrisa tan de repente
que no podré pagar porque no sé cuántos afectos vale.
Que los trenes que llevaron a mi abuelo al puerto
vuelvan por acá
pensando que son los perros de la casa,
no importa, que lleguen moviendo el rabo,
pero que lleguen locos de contento,
y nos vuelvan a llevar a las planicies donde hacía un sol del carajo
y los muchachos y las muchachas
salgan corriendo de las casas otra vez
y vuelvan a llenar de adioses las ventanas.
Que los trenes vuelvan por acá,
no tiene importancia si llegan en un paquete
por correo
si llegan a caballo,
o luciendo una colección de tatuajes en los vagones.
No viene al caso, lo importante es que vengan
y nos lleven a resbalar por los potreros
y nos lleven a seguirle el rastro a las hormigas.
Alejandría
Si vas a emprender el viaje hacia Alejandría
asegúrate de caminar
por media calle, nunca por acera,
compite con los autos y el bullicio,
y deja que el viento te ofrezca
en el camino cardamomo
curry, almíbar
o carne fresca colgando como ropa
en una esquina.
Mira el bazar
que desborda la ciudad,
la columna de Pompeyo,
Roma hincada en la piedra de la muerte
y todos los dioses
de otro tiempo dibujados en papiro.
Degusta una paloma al horno con arroz,
el típico kebab y el humus
y brinda con un Shay de flores
y el rito milenario de la shisha.
No olvides que hay que ir, desde luego,
a mirar los libros
en memoria de aquellos
que quemó la historia.
Siéntate un momento
y degusta estas piedras de Babel,
ya fantasmas
que te dicen al oído los idiomas del Planeta.
Mira ahora el Mediterráneo.
Aquí hubo una vez un faro
que fue gemelo de la luna
y la luciérnaga.
Aquí los leones llamaron Faraón
al magno de los magnos, Alejandro.
Aquí los griegos ptolomeos inventaron el Universo
Aquí en este antiguo silabario
hay una casa casi en el olvido,
en este sitio de lenguas enterradas
hay un recado que espera tu visita.
Sabrás entonces que es la casa de Cavafis.
Entra. Siéntate un momento en esta cama.
Siéntate un momento en esta silla
que es la silla de sangrar poemas.
No tengas prisa, Ulises,
que numerosos sean los recuerdos de este viaje
como aquellos barcos de sed por la palabra
que venían de tinta en tinta
a untarse de tinta el corazón.