Carlos Lejaim Gómez

Sueño de El laguito

 

 

 

 

El Maracaibo

 

Encallado entre arena mezclada con grava y plastas de chapopote seco

yacía el restaurante Maracaibo.

Debajo de la quilla de blocs descascarados

vivían cangrejos que salían sólo por las noches

a buscar los restos de comida esparcidos por turistas

pedazos de jamón y carcasas medio comidas de jaibas rellenas.

 

Varias veces vi el mar picado golpear el rompeolas

y acariciar con su espuma las ventanas del Maracaibo

de un aluminio desconchado por la sal y el viento.

 

Pasaron muchas trombas y huracanes y el Maracaibo sostenía

su techo de palma a veces renovado y nuevas capas arenosas de pintura.

 

Pero la última vez que lo visité

y entré a comprar unas cervezas

ya era dos paredes derruidas y algunas mesas a cielo abierto.

Los mástiles que de niño me ayudaban a distinguir de lejos que nos acercábamos a la playa

y su mascarón de llantas amarradas

quizá bogan con los restos de otros barcos

que los turistas observaban desde las ventanas empañadas de sal del Maracaibo

mientras comían un coctel de camarón en copas gigantes.

 

Mas los cangrejos que viven en la quilla

ahora despojos de bloc tirados en la arena

siguen saliendo por la noches

a buscar los restos de comida de los turistas.

 

 

 

 

Sueño de El laguito

 

Sin corriente el lago había erosionado un pozo

caminábamos

algunos a favor y otros en contra de las horas

mas todos en tránsito descendente

mis amigos y yo nos detuvimos para arrojar piedras

que no alcanzaban a perturbar la negra superficie

poblada de cocodrilos y serpientes

y yo veía la luna más blanca en la oscuridad del agua

yo voy a bajar la luna

decía

pero las piedras no la alcanzaban

voy a agarrar vuelo

decía

y subía para correr y

saltando

arrojar la piedra que me alcanzara la luna

 

pero el salto salió mal

y caí al reflejo

poblado de cocodrilos y serpientes

de la luna

 

al despertar

tuve la certeza de que

con una perfecta ejecución del salto

hubiera bajado la luna

 

 

 

 

Bajamos un cerro de lajas y espinos

a la colonia de la periferia

donde los parques son páramos.

[Compro oro]

anuncian en letras verdes gambusinos

que del polvo y la mugre

criban su riqueza.

 

 

 

 

Vuelan largos tramos

pájaros encendidos

Cuánta yesca acumuló la nuca

que no madera

casi ramas

 

nada

respondió

es de otro género la lumbre

 

 

 

 

Pensé que los senderos

—aunque ocultos por la hojarasca,

sinuosos en los quiebres

ascendentes entre espinas y peñas

que dicta el capricho de la erosión y los encinos—

estarían siempre abiertos.

Ahora que el huracán desgajó

las crestas de los cerros,

socavó las cuestas

y los recodos donde el ganado pacía

volvió marañas de ramas tronchadas y basura,

los senderos han sido cancelados:

Cierra las puertas de tu patio

de gardenias y geranios

que me llama

donde otras veces me fui de bruces

por el brocal de tus ojos.

 

Carlos Lejaim Gómez (Monterrey, México, 1986). Colabora en el departamento editorial de la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria y en la editorial indepen ... LEER MÁS DEL AUTOR