Carlos J. Aldazábal

Otra vez la luna

 

 

 

Palabras de este mundo
Nueva poesía argentina
Selección y edición: Marisa Martínez Pérsico

 

 

 

 

 

Luna (Iwela)

 

Otra vez la palabra escupió en mis ojos

y entonces vi a la luna, ladrona de almas,

reteniendo la risa de los niños,

la pena de los niños,

los huesos de los niños

y también sus canciones.

 

Entonces le imploré:

“Luna, señora de luz blanca,

ese niño que lleva de la mano,

ese niño que lleva del pescuezo,

esa mujer llorona y desvalida,

ese anciano quejoso,

esas almas que pueblan sus praderas,

deben volver, Señora”.

 

Y todas las almas cantaron a la luna

para que la luna duerma,

y fue pesado el sueño de la luna,

y fue sutil la marcha de las almas.

 

Entonces viste el mundo,

pequeña bendición salvada de la luna.

En los brazos de tu madre pudieron verte todos,

y en mis ojos abiertos de palabra tu risa iluminó mi oscuridad.

 

 

 

 

Pasionaria (Samokitaj)

 

Nubecita que llovés en mis ojos,

ventisca que escupís el arenal para que vea,

así te encuentro, mensajera del furor

y me desarmo en gorjeos,

como si un pajarito te cantara.

Después viene el enojo,

el hombro levantado de la ternura

que me hace desbaratar la previsión,

y luego del enojo, pastizal comido por el fuego,

la delgada inocencia de una boca que dice:

“Cantorcito desalmado que me hacés de tu séquito,

yo te enciendo en la ventisca arenosa

para que me veás y logrés encontrarte,

esforzado rastreador, vos que no sabés de tu presa

más que el sonido de las ranas, el sonido de la tormenta,

esa que viene, agua de río, para hacerte escarmentar”.

 

 

 

 

William Blake

 

No hay oscuridad más amable:

su luz encandila las tazas

a la hora del té,

y Alicia sonríe

para que pase

el pavor

de medianoche.

Si la delicia fuera

un paisaje agreste,

mi luna saciaría

la soledad

con un poco de luz,

tenue resplandor

donde el deseo es la sangre

que todo

lo ha perdido,

cortina de juncos

para un cadáver,

hombre muerto

navegando a la deriva de un poema,

mar de palabras que nombran lo incompleto,

pavor de oscuridad

sin luz de luna.

 

 

 

Otra vez la luna

 

“No deberías resucitar”, me digo,

pero el redondel

en lo alto

espejea

para devolverme algo más que un reflejo,

alucinación

por un círculo

que amenaza con caer

sin aplastarme.

 

Esa caída blanda

es lo que asombra,

ese dejarse estar

en su luz

bajo amenaza de abandono,

dejándose estar

en la perplejidad despabilada

del que no puede dormir,

pero te sueña,

antes que el círculo

se apague

y sea la noche,

como siempre ha sido.

 

 

 

 

Tinaja

 

“Qué oscuros son los recuerdos

cuando se mezclan con vino”, dijiste.

“Las coplas se vuelven penas

y el recordar puro olvido”, contesté,

y después brindamos porque habíamos logrado

capturar la luz.

No era difícil brindar

y luego

abrir las tinajas.

Las luciérnagas llegaban de todas partes,

atraídas por el vino

y por el resplandor.

Las tinajas tenían

la forma de tu cuerpo,

y verlas iluminadas

era como verte desnuda,

probándote un manantial.

Ya no recuerdo el sabor del vino,

pero sí el gusto de tu boca:

recuerdo las tinajas

preñadas por tu luz

hasta amanecer danzando,

bailarina de Tastil en Mauritania,

con la tinaja de mi corazón en tu cabeza.

 

 

 

 

 

 

Algunas palabras de este mundo

Quiere esta antología, junto con difundir las voces de treinta poetas argentinos nacidos entre 1970 y principios del siglo XXI, ser, con su eco preliminar de Árbol de Diana (1962), un homenaje a Alejandra, de cuya muerte se cumple medio siglo.

Celebrar, desde el guiño de su título, esos pequeños artefactos poéticos perfectos, esas piezas muchas veces brevísimas que dan cuenta de una subjetividad quebrada, de una orfandad metafísica, con unas dislocaciones pronominales que potencian el característico tono de tipo liminar pizarnikeano, siempre al borde, en el umbral o límite entre posibilidad e imposibilidad del decir. Poesía que es desamparo y morada. Claridad y oscuridad a la vez.

Las páginas que siguen son un intento de visibilizar y divulgar un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas nacionales: hay derivas de la poesía conversacional, propuestas en clave realista, programas de carácter hermético, de indagación ontológica o continuadores de la tradición de la ruptura, estéticas herederas del neobarroco/neobarroso y de la poesía experimental, del riesgo, que se institucionalizaron en países como Argentina o México, especialmente durante la década del ’90. Poemas en prosa y otros que buscan el diálogo intergenérico o transmedial (lírica, narrativa, teatro). Poemas que no exceden una página (¿una pantalla?) y poemas largos memorables.

Esta muestra responde, además, a una vocación federal y extraterritorial. Incluye autores que nacieron y viven en distintas provincias argentinas –desde Salta hasta Tierra del Fuego– y otros radicados en el extranjero (Holanda, Francia, España), que encarnan una argentinidad poética ‘extraterritorial’ (George Steiner), ‘glocal’ (Vicente Luis Mora) y ‘posnacional’ (Bernat Castany).

 

Marisa Martínez Pérsico
Roma, octubre de 2021

Carlos J. Aldazábal Nació en Salta, Argentina, en 1974. Sus últimos libros de poemas publicados son: Piedra al pecho (2013), Camerata carioca LEER MÁS DEL AUTOR