Carlos J. Aldazábal

Mauritania es un país con nieve

 

 

 

Discurso de recepción XLIII Premio Kutxa Ciudad de Irún

“Gabon denori”, podrían haber dicho mis antepasados euskeras para iniciar estas palabras. Pero durante mi infancia en Salta, en el noroeste argentino, cerquita de Bolivia, lo euskera, lo vasco, no estaba en el idioma, sino en ciertos vocablos castellanos como “caserío”, “pelota” o “boina”, en cierta heráldica equívoca y ambigua, y en los relatos de tías y abuelas que imaginaban un pasado idílico de vascos en sus tierras, antes de emigrar al nuevo continente. Este lugar donde hoy estamos, el “país vasco” de mi infancia, era, para una familia argentina de varias generaciones, el lugar de la Tierra Prometida, el lugar de lo soñado y del origen, lugar imaginado e imaginario, lugar de la ficción familiar pero tan real para mí como el centro de la Tierra de Verne o el Mompracem de Salgari. Ya se trataba de la poesía, esa realidad oculta de las cosas, ya se trataba de decirse uno en el legado de los otros, empezando por el lenguaje, que no era, en mi caso, el euskera, sino un castellano mestizo, con marcas de lo indígena. Nunca habría imaginado que ese lenguaje, mestizo como yo, me traería a este sitio, a esta noche, a esta alegría de regresar, de algún modo, al origen. Las precisiones de la poesía no son las de la geografía o la historia. Y sin embargo, la poesía puede ser más precisa que la ciencia más exacta. Justamente, en ciertas culturas a las que la soberbia occidental llamó “primitivas”, la poesía ocupaba y ocupa el lugar de la botánica y la religión. Era la voz del profeta y el modo más exacto de explicarnos el mundo. Era y es, porque la poesía, como el aleph de Borges, permite contener todos los tiempos y espacios: el tiempo del nacimiento y de la muerte, el tiempo del amor y el desamor, el lugar de la dicha, el lugar de las pérdidas. Mauritania y la luna. Cómo saben, los poetas vivimos en la luna, pero eso no implica vivir desconectados de la realidad. Lo que intenta la poesía es devolverle su densidad al mundo, y eso significa, nada más y nada menos, que reinventarlo, sin olvidar en esa reinvención la denuncia de sus injusticias, para que las injusticias no vuelvan a repetirse. De todas esas cosas habla este libro: de la luna, del amor, de un lugar llamado “Mauritania” que no es Mauritania, porque tiene nieve. De lo posible y de lo imposible. Como esta noche, aquí en Irún, imposible para mí si la pienso desde Argentina, como la alegría de recibir este premio, con un jurado de admirados poetas. Muchas gracias a los pre jurados y al jurado por permitir que mi Mauritania encuentre su lugar en el mundo. Muchas gracias a Kutxa por este premio. Muchas gracias a todas y a todos por estar aquí esta noche. AGUR ETA ESKERRIK ASKO. 

Carlos J. Aldazábal
29/11/2019

 

 

 

Sombras

 

En Mauritania

las sombras

se parecen

a la luz:

hacen nacer

la oscuridad

en el inicio del día.

 

A veces,

detrás de algunas sombras

se encuentran mis ojos,

y

a veces

mis ojos

se encuentran

con los tuyos,

y

de ese encuentro

se crea una esperanza,

otro tipo de sombra,

partícula de oscuridad,

soplo de algo

que

presagia

un nacimiento.

 

Lo inquietante de las sombras no son las tinieblas.

Lo inquietante es el terror de lo que duerme,

de lo que no despierta más

ni atraviesa los velos,

pulsión de una mirada que quiere ser luz

para encontrar tus ojos,

manchas de sombras

que acuden a mi encuentro,

cuando la ceguera

es un destello

de sol

que no ilumina.

 

 

 

Tinaja

 

Qué oscuros son los recuerdos

cuando se mezclan con vino”, dijiste.

“Las coplas se vuelven penas

y el recordar puro olvido”, contesté,

y después brindamos

porque habíamos logrado

capturar la luz.

No era difícil brindar

y luego

abrir las tinajas.

Las luciérnagas llegaban de todas partes,

atraídas por el vino

y por el resplandor.

 

Las tinajas tenían

la forma de tu cuerpo,

y verlas iluminadas era

como verte desnuda,

probándote un manantial.

 

Ya no recuerdo el sabor del vino,

pero sí el gusto de tu boca:

recuerdo las tinajas

preñadas por tu luz

hasta amanecer danzando,

bailarina de Tastil en Mauritania,

con la tinaja de mi corazón en tu cabeza.

 

 

 

Invierno

 

No era la nieve

lo que inquietaba.

Era el lamento

de los gatos heridos.

Era la quebrada,

con sus mañanas frías,

el tiempo,

que nunca perdona

las esperas.

Era la nostalgia,

congelada en una copla,

el futuro burlón,

que no respeta las profecías.

No eran tus ojos

detrás de los visillos.

Tus ojos eran

una latencia en el paisaje,

la misma inquietud,

el mismo presagio de la arena y del mar.

Ese invierno

la pobreza servía de amenaza

y la espera

distraía la nieve.

Pero aun entonces

tus ojos se encendían

en la inevitable

inquietud

de lo que importa,

calor que rescata de la helada,

tibieza previsible

que se enciende

en el recuerdo

y en el porvenir.

 

 

 

Albahaca

 

Escuchábamos

el bullir de las ollas,

y era ese murmullo

lo que nos alegraba.

El misterio consistía

en descifrar el lenguaje,

la caligrafía

de los tallarines,

el dibujo

sinuoso

de la sémola,

la pulcritud

de la harina.

 

El secreto era la albahaca:

en Mauritania

la albahaca

crece

en los caminos,

y poco importa

el sabor de las salsas.

Sólo se trata

del bullir de las ollas

acunando tu sueño,

flores de albahaca

durmiendo

en tu cabeza,

como un tocado

precioso y esplendente.

 

 

 

Pañuelo

 

En Mauritania

la nieve se arremolina

a tus pies,

y

si tus manos

están frías,

todo se enciende

cuando encuentro tu boca.

 

Muchas veces

sospecho que hay un manto,

indicio de la calma, sábana del deleite

donde tus pies

se acurrucan con los míos.

 

Pero estamos atentos

a las injusticias,

a las tragedias

que abundan en el mundo,

al nervioso marchar

de la muerte en la Tierra.

 

Estamos atentos,

aunque la música

te acune,

aunque tus manos

y tus pies, y tu pelo y tu boca

iluminen

en lo oscuro

las palabras:

 

Pañuelito de la noche

bordado por las estrellas,

campanitas del silencio,

cementerio de mis penas.
_________

 

-De Mauritania es un país con nieve
Obra ganadora del XLIII Premio Kutxa Ciudad de Irún

 

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Carlos J. Aldazábal Nació en Salta, Argentina, en 1974. Sus últimos libros de poemas publicados son: Piedra al pecho (2013), Camerata carioca LEER MÁS DEL AUTOR