Carlos Eduardo Jaramillo

Responso por los grandes amores

 

 

Si de algo hay que agradecer a Carlos Eduardo Jaramillo es el hecho de haber escrito, probablemente, los más bellos poemas de amor de la historia de la poesía ecuatoriana. Y esto es así, sin exageración. Este es un poeta total de la temática del amor, pese a que su verso estuvo recorriendo los bordes de lo mítico y cantó a los grandes héroes épicos. Y también estuvo caminando por los patios de la poesía social, le guiñó el ojo a la poesía combatiente y estuvo yendo y volviendo por la lírica de su gente, de su ciudad y de los recuerdos. Y batió su memoria desde su cabeza repleta de pájaros y árboles y estuvo enclavado en su juventud y en el grito de su generación y regresó a ver contemplativamente el lenguaje de las cosas pequeñas y de las maravillas de la vida y se sumergió en los más hondos misterios del hueco infinito de la muerte y le dio duro a su corazón tronante y poderoso. Pero su poesía amatoria es insuperable. Jaramillo se extiende en las figuras de su yo que canta emocionado frente a la belleza femenina y al amor doliente y refulgente que exhala purísimos y finos versos de valiente amor (del amor total y universal, de los más finos trazos de erotismo desde la grandilocuencia de lo divino hasta la alegoría implacable de lo humano).

Poeta inmenso, figura ya emblemática de nuestro idioma. Sé los nombres secretos de todas las mujeres/ que giran en la galaxia de mis poemas/ quien entró en ella nunca sale/ aunque no resplandezca, dice el poeta sentenciando a su palabra.

Sabemos -estamos seguros-, ya lo palpamos, que Carlos Eduardo Jaramillo es poeta para la eternidad y más.

 Xavier Oquendo Troncoso

 

 

 

RECORDATORIO DE LA MAÑANA AQUELLA EN QUE TODO NOS FUE MAL

 

SI AQUELLA MAÑANA hubiéramos llegado a hacer el amor

como lo planeamos

desde luego no con la debida anticipación

el curso del río de nuestras vidas habría cambiado por lo

menos ese invierno

aunque pasado el tremor de los pequeños cataclismos

la hermosura de las dos lunas rojas sobre el mar

hubiera vuelto a su tranquilo cause sucio de inacción

pero hay algo que se inmiscuye en el azar cuidadoso de mis

cosas

me destroza las malvas

y nada pasa

desde hace rato el reloj de mi vida se ha parado

sólo marca el buen tiempo del ayer con los ojos abiertos

y eso no está bien

van a pensar que estoy loco

Si hubiéramos hecho el amor esa mañana nadie sabrá jamás

que habría pasado

a lo mejor jugábamos el albur de dar la cara

y seguíamos tomados de la mano días de días

esperando que el azar/ no el cansancio por el amor de Dios/

decida por nosotros

a lo mejor dañábamos toda la plana de cuidadosa caligrafía

y era el adiós sin atenuantes

Lo más seguro es que a pesar de todo el juego y gozo y esplendor

de la aventura

estuviéramos ahora igual que hoy: perfectamente ajenos y

cordiales

otros

distintos en verdad de los que la mañana aquella

después de charlar y charlar toda la noche y la madrugada

que duró la creación del mundo

íbamos por fin a ir juntos a la posada bajo el árbol del bien y

del mal

para ver si hacen el amor nos organizaba las ideas

más allá de nuestras piernas rozándose ya casi con furia

desesperadas

de que todo nos salga mal precisamente a la hora en que

debíamos

estar por fin desnudos y felices

extrayéndonos suavemente los tesoros del cuerpo

ya casi a flor de piel.


 

 

TU VOZ ATRAVESABA TODO COMO LA ESPADA DE UN SAMURAI

 

Oí tu voz alzada en vilo contra tu voluntad

como el puñal de Abraham bajo la orden tiránica

fría tu voz

aguda como un dardo

bajo la tempestad de los tiempos tuyo y mío

que no se reconcilian

sino en la conversación

en la caricia amable

en el camino llano

pero que cuando el sol arde en la estepa

quema el corazón

cuando la lluvia pega fuerte en la cara

como si las lágrimas golpearan desde afuera

no sirve más todo el camino ido

todo el gozo cumplido y mucho más soñado

recordado

recreado

y todo vuelve a ser elemental y triste

protozoario

sagradamente estúpido.

Vi la trompeta el rayo el trueno arreciar en tus ojos

el resplandor del cataclismo

y mi serenidad en la que nada ocurre

falso horizonte

utilería tras de la que se esconde

mi temeroso amor

que se ase

de cualquier subterfugio para sobrevivir

se enquista

se esconde

se disfraza

se mimetiza para desaparecer

de la vista de Dios y de los hombres

de tus propios ojos que ahora no me ven

de tu vitalidad que va coleccionando

innúmeros cadáveres de mí

pero no todos están muertos

de pronto alguno resucitará

gritará

me traerá de nuevo

/poderoso

Y vivo.


 

 

PERFECTAMENTE ANÓNIMA SECRETA

 

Perfecta anónima secreta

/como habíamos convertido en el ritual de las

libaciones de esa noche en tu casa

cuando por debajo de los ponchos mientras

cantábamos

tu mano y mi mano se buscaron como dos cangrejitos

perdidos en la hierba/

en la oscuridad del dormitorio tu cuerpo caliente

se deslizó junto al mío bajo la manta

descubriendo mis manos la perfección

de tus pezones duros

la movilidad de tu cintura el remolino de tu ombligo

tu boca succionante

maravillado de que fueras tú /tan calma

a la luz del día

tras de tus gruesos lentes de intelectual/

resplandeciendo ahora bajo la piel como una nebulosa

en la oscuridad

y fresca como el ramalazo de la brisa en primavera

hasta que de repente

no estabas más entre mis brazos

y verte horas después

/perfectamente anónima pero viva

en el brillo de tu mirada

que me decía que esa noche fue real /tu cuerpo irreal/

real solamente en esa luminosa cueva de la aventura.

 


 

POR DISTINTA

 

Por distinta

porque eres mejor que todas las habidas

y por haber

porque el espejo canta cuando te ve

porque contrarías las reglas con tanta gracia

y desparpajo

que de toda infracción tuya nace la vida

pues no hay regla que valga

si tú no la insuflas con tu espíritu

por tu hermosa nariz

por tus firmes caderas

cuya suavidad y esplendor

marcan el signo de la unión de todas

las tribus de desierto

escurridiza tú

haciendo del ensueño de cada quien

escudo de reserva y de victoria.

Por malévola

bruja hermosa salvada de las llamas

pero con el poder de todos los hechizos

resplandeciendo en tu dorada piel

Ah tardía inocencia.

Porque eres tú

porque es casi increíble que existías

porque pesas

porque perfumas el aire que respiras

porque me ahogas

porque te amo y no sé si me amas

porque no dejas de ser tú

en ninguna circunstancia

mientras mi yo se transmuta ante ti

en miles de serviles formas

por mágica

por santa

por perversa

por infinita

en tanto yo me extingo a cada paso

porque yo sé lo que es morir

y tú lo ignoras.


 

 

HAY POR AHÍ EN EL AIRE UNA CANCIÓN

 

Sé los nombres secretos de todas las mujeres

que giran en la galaxia de mis poemas

quien entró en ella nunca sale

aunque no resplandezca

sea una flor de piedra

y niebla

sin peso ya

para hacerme daño.

Galaxia mía

cuando yo ya no esté

no te oscurezcas

deja que mis mujeres sigan cantando

su canción.

 


 

FULGURABAN

 

Fulguraban. Todas las mujeres que amé

fulguraban.

También las que me amaron.

A veces yo mismo les pedía fulgurar

y era una larga fiesta.

¿Fulgura el corazón? me preguntó

una de ellas.

Fulgura el cuerpo el gesto

le contesté

vuelan los ojos

cantan

te arrullan

eres un pequeño niño

acunado en sus brazos

rama florida

para el viajero que es como un dios que pasa

con el verano.

Fulguraban

fulguran todavía en mi memora

como una niebla de brillante luz.

 

 

 

RESPONSO POR LOS GRANDES AMORES

 

Uno llega a una edad en que el amor

/o el dolor/

no causan mella

arañan solo un poco la superficie

en vez

el miedo nos devasta

no hablamos del mañana

el hoy ocupa enteramente su lugar

nos empieza a doler la hermosura

como alguna ocasión

en el ayer

esa invención gloriosa

la persistente burbuja de aire puro

en que nos metemos

para recobrar el pulso de la inocencia

para purificarnos

ya que no podemos

perdonarnos

Perdura aún belleza

no pierdas a mis ojos la batalla

no me abandones

aunque ya nada nunca pueda ser

como antes

Se acabó la tensión

el desasosiego

el esplendor

de los grandes amores

su desazón

que hacía parecer a la muerte

una niña de trenzas

la sensación de estar

en el ojo del huracán

ebrio de vida

hipersensible y lúcido

hasta la aniquilación

porque es imposible que la felicidad

se sostenga

más allá del incomparable tiempo

de su duración

que su vuelo resista la atracción

de la ley de gravedad

del dolor

el curso de los turbulentos amores

hacia la catástrofe

que devuelve al espíritu

su maltrecha serenidad

al corazón su vegetativa cura

de reposo.

Carlos Eduardo Jaramillo (Loja, Ecuador, 1932). Reside en Guayaquil. Poeta y abogado. Es autor, entre otros, de La trampa (1964), Maneras de vivir y de ... LEER MÁS DEL AUTOR