

Dos textos claves del mítico poeta chileno.
Carlos de Rokha
PAVANA DEL GALLO Y EL ARLEQUÍN
Vengan todos a ver el gallo de oro
el gallo azul que vuela en los andenes
que desde el corredor se va al granero
vean sus alas de zinc sus alas de alambre que cristaliza el sol
al mediodía cuando se dora el fruto salpicado de sangre
que venga el arlequín de mi pavana
a jugar con el gallo sobre el trigo
mientras el cielo cae en los tejados
vengan a ver este ballet sin nombre
pero en sagrados ritos inspirado
ahora que la tarde es un ciervo que sangra en el costado
venga la áurea llama de la rosa
a decorar la fuente veneciana
venga el gallo a ese círculo con el sol en sus plumas
arlequín estrellado con el gallo en sus manos
el gallo ebrio de luz en el azul de las esferas
y el arlequín a medio filo con un laúd antiguo entre sus brazos
los dos bailan un paso de danza en la floresta
vengan todos a verlo en esa bella instancia
la pavana y el coro del arlequín y el gallo
el gallo azul da vueltas la rueda del molino
el gallo azul derriba las doradas colmenas
el gallo azul se sube a las torres del cielo
y su cola dibuja un tapiz en la noria
y sus plumas se escapan en busca de una estrella
la estrella le habla al gallo y le dice que bueno
estrella de papel que decora las ventanas del alba
el arlequín de paja vuela sobre la hierba ardiente
el arlequín de paja con su traje de terciopelo verde
el arlequín de paja hablándole a mi gallo de ranas y palomas
¡venid, venid al alba cuando el gallo azul canta!
¡Venid, venid al alba antes que el arlequín de paja termine su pavana!
DE PROFUNDIS
Desde este amargo té me vuelvo hacia el demonio
apenas entrevisto por el insomne huésped
que soy cuando de noche entro en mi ser visible
cansado de mi viaje y de la larga
locura que hace tiempo absorbe mis dos sienes.
Me vuelvo a la ceniza y al vaso de mi sangre
con las venas ardiendo y el rostro amortajado,
más la espalda llagada, doliéndome el costado,
dando perdón al denodado
enemigo que soy de mí mismo y de mi alma.
Solitario por dentro, fatigado,
sin esperanzas como
un Cristo de abismal perspectiva
sobre el madero de mi columna vertebral crucificado
por los días que vivo buscando una respuesta
a la angustia que asalta mis ojos cuando duermo.
Oh deudo, oh desolado
centinela del tiempo, vigía sumergido
en la sangre, en el vino y la tierra: ese soy,
esa es mi sed, esa mi hambre, esa mi soledad, esa mi angustia,
y en mí mismo me acabo
por dentro como un viento que hacia el cielo se impulsa.
Desterrado por siempre, solemne, vertical, desterrado
como un águila ebria sobre una isla en llamas,
ya sin ansias de todo lo vivido
me vuelvo a la vigilia de mi cáliz,
y nada, nada espero de los días que vienen,
sino una azul espada que me destroce el alma.