Carlo Betocchi

Elogio de la fragilidad

 

 

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

ELOGIO DE LA FRAGILIDAD 

 

Mi corazón está débil, esta noche,

como el sol que lento vuelve a subir

por los tejados, y profundas son mis culpas;

¡ay!, el hombre, como siempre atardece.

 

Como siempre, mientras él atardece,

queda el horizonte inefable

¡e inmenso el destino, para cualquiera,

del existir, inmenso!

 

Lo que dejamos atrás

se arrastra hacia la oscuridad,

lo que nos espera es incomprensible

incluido el momento que transcurre.

 

Yo soy: ¡heme aquí! yo soy,

solo en esta hora débil,

lo que decide: yo soy

la línea que divide

 

el pasado del futuro.

Momento eterno del ser

che te estableces en el instante,

eres tú mi gracia, decides.

 

 

 

 

UNA DULCE TARDE DE INVIERNO

 

Una dulce tarde de invierno, dulce

porque la luz no era sino una cosa

inmutable, no el alba ni el ocaso,

mis pensamientos desvanecían como muchas

mariposas, en los jardines llenos de rosas

que viven allá, fuera del mundo.

Como pobres mariposas, como aquellas

sencillas de primavera que en los huertos

vuelan innumerables amarillas y blancas,

se iban ligeras y hermosas,

perseguían mis ojos absortos,

cada vez más en lo alto volaban nunca cansadas.

 

Todas las formas se volvían mariposas

mientras tanto, ya no había nada inmóvil

alrededor de mí, una trémula luz

de otro mundo invadía aquel valle

adónde yo huía, y con su voz eterna

cantaba el ángel que a Ti me conduce.

 

 

 

 

DE LA SOMBRA

 

Un día de primavera

vi la sombra de un madroño

durmiendo en el brezal

como tímida cordera.

 

Estaba lejos su corazón,

suspendido en el cielo;

en medio del sol reluciente

pardo dentro de un pardo velo.

 

Disfrutaba del viento;

solitario se apartaba

para complacer a aquel árbol:

de llamas, aquí y allá, ardía.

 

No tenía prisa ni pena;

sino de sentir la mañana,

luego su mediodía y la noche

con su tenue camino.

 

Entre tantas sombras que van

continuamente, a la sombra eterna,

y cubren la tierra con el engaño

yo adoraba esta sombra quieta.

 

Así, a veces, entre nosotros

desciende esta apacible apariencia,

que yace, y parece que se aburre

en la hierba y en la paciencia.

 

 

 

 

ODA A LOS PÁJAROS

 

¡Deseable vida

de los pájaros! ¡Ellos

que alegran los rincones

del bosque con sus argénteos dedos!

 

Vi uno, un gorrión

solitario y lento

emplumado por el viento

delirando para que lo saciaran:

y escuché el canto que modula

e intacto dispersa

entre los profundos cielos y las hierbas

una vertiginosa alondra.

 

Están en la piadosa noche

los ruiseñores;

¡se quedan solos con la luna

entre frondas que el viento corrompe!

 

Y donde las olas hacen

un quieto lago

demora el vuelo vago

de algunos, deleite y engaño.

 

Arde el ave fénix

por arder, y nace

el ave fénix: alimenta

en sí el cisne un dolor que lo mata.

 

¡Indefinido vivir

de los pájaros! Esta oda

los canta, mensajeros

de la vida que vamos a vivir:

 

cuando remontemos

ríos azules

entre celestes susurros

hacia la voluntad del cielo.

 

 

 

 

RUINAS, 1945

 

No es verdad que han destruido

las casas, no es verdad:

sólo es verdad en aquel muro en ruinas

el cielo que avanza

 

a plenas manos, a pleno pecho,

donde desconocidos soñaron,

o viviendo creyeron soñar,

los que han desaparecido…

 

Ahora le toca a la hora quebrada

el juego de otros tiempos,

sobre los muros, en el alba soleada,

imitar los acentos…

 

y en el vacío, a la golondrina que pasa.

 

 

 

 

PERO TAMBIÉN ES VERDAD QUE A LOS VIEJOS

 

Pero también es verdad que a los viejos,

despojados de la belleza,

les queda aquel signo, en el alma,

de su rápido aparecer

y desaparecer, aquel surco de cosa

existida, que todavía sangra,

grave, en la conciencia;

pero que, gota a gota, va

hundiéndose lentamente en un casi,

un casi livor

de blanca inocencia…

 

 

 

 

REDONDA TIERRA; ESCENA QUE SE REPITE

 

Redonda tierra; escena que se repite,

en ti, del saludo vespertino: mi costumbre

planetaria, contigo y con tus ocasos:

estremecimiento, de teja en teja,

de mi vivir que se va con tu

tránsito, luz diurna, lenta,

en el tejado delante de mi casa; y el formarse en mí,

entretanto, un pecho como de paloma;

y exhibir plumas amorosas para la noche

que viene; envolverme en unión

con ella: gorjeo interior; pérdida

de lo humano: mi devenir universal.

Carlo Betocchi Nació en Turín en 1899. En 1906 se trasladó con su familia a Florencia.  Se graduó en 1915 como agrimensor, pero al estallar la primera ... LEER MÁS DEL AUTOR