

Presentamos tres textos del legendario autor ruso en la versión al español de Pablo Anadón.
Boris Pasternak
ALMA
Alma mía, que sufres
Por los que te rodean,
Te has convertido en el sepulcro
De todos los que penan en la tierra.
Sus cuerpos embalsamas,
Les consagras tus versos,
La lira, sollozante,
Alza por ellos un lamento.
En nuestra época egoísta
Defiendes el temor y la conciencia
Como una urna funeraria
Donde reposen sus cenizas.
Los tormentos de todos
Te han puesto de rodillas.
Hueles a polvo de cadáver,
A fosas y a obitorios.
Alma mía, escudilla,
De todo, todo aquello que aquí has visto,
Has ido haciendo una mixtura
Triturando, lo mismo que un molino.
Y muele todavía
Cuanto me ha sucedido,
Casi cuarenta años de esta vida,
En humus de las tumbas.
NOCHE
Sin descanso la noche
avanza y se difunde
sobre el mundo que duerme,
mientras un aviador asciende entre las nubes;
Se adentra en el oleaje
fluctuante de la niebla,
Se vuelve una inicial sobre una sábana,
una pequeña cruz bordada en tela.
Allá abajo los bares
nocturnos, los cuarteles,
ciudades extranjeras y estaciones,
maquinistas y trenes.
Una sombra de ala se recorta
en toda su extensión contra una nube.
Los astros por lo negro, silenciosos,
vagan en muchedumbre.
Y quién sabe hacia cuáles
desconocidos universos,
con terrible, terrible inclinación,
la Vía Láctea extiende su sendero.
En espacios sin fin los continentes
incesantes llamean.
En las calderas, en los sótanos,
los fogoneros velan.
En París, bajo el filo de los techos
Venus o Marte
se asoman para ver qué nueva farsa
proclama el manifiesto.
Y allá, en un resplandor de lejanías,
hay quien no puede conciliar el sueño
en la antigua buhardilla
recubierta de tejas.
Él contempla el planeta
como si el firmamento
fuese el único objeto
del afán de sus noches.
No te adormezcas, no duermas, trabaja,
no hagas un alto en tu tarea,
no duermas, lucha contra el sueño,
lo mismo que el piloto, o que la estrella.
No duermas, artista, no duermas,
no te entregues al sueño.
Que de lo eterno tú eres el rehén
en la prisión del tiempo.
TRANSFORMACIÓN
Era amigo en un tiempo de los pobres,
no por nobleza alguna de ánimo,
sino porque la vida sólo entre ellos
transcurría sin falsedad, sin fastos.
Frecuentaba las casas de los nobles
y los ambientes refinados;
no obstante, aborrecía a los parásitos
y amaba la miseria más odiosa.
Y me esforzaba por hacerme amigo
de los que trabajaban como obreros,
de modo que me hacían un honor
al acogerme entre los harapientos.
Tangible, sin palabras, sustancial,
firme y robusta era la vida
en la desolación de aquellos sótanos
y en aquellos altillos sin cortinas.
Y también yo me corrompí
al tocarme la ruina de la época;
Se hicieron optimistas, bien pensantes,
y el dolor transformaron en vergüenza.