Boris Pasternak

Mi hermana la vida

 

 

(Traducción al español de José Luis Reina Palazón)

 

 

 

ANTES DE TODO ESTO ERA EL INVIERNO

 

Est-il posible, le fut-il?
Verlaine

 

En los visillos de encaje

los cuervos.

Y ya espanto de helada cae

sobre ellos.

 

Es octubre que revuela,

es el pavor

que con garras se acerca

al interior.

 

Cada gemido, cada ruego,

lúgubres,

como pértiga protegiendo

a octubre.

 

De la mano al viento llevan,

los árboles

a por leña por las escaleras

van que arden.

 

La nieve hasta la rodilla-

en el puesto

-¡cuántos años –gritan-

sin vernos!

 

Cuánto le han cavado y golpeado,

Esparcida

en invierno por los cascos

tal cocaína.

 

De las nubes, del freno con sal

húmeda

se quitó el dolor, tal manchas de la

capucha.

 

 

 

 

IMITADORES

 

Bochorno.  Alta la orilla, profunda.

de la barca bogante cayó una cadena

como dragón detonante en la arena,

detonante herrumbre- en el nenúfar.

 

Y salieron dos.  Desde el precipicio

quisieron gritarles: “excusad,

pero saltad, tened la bondad,

tal deseáis, no separados, al río.

 

Fieles al mejor modelo.  A no dudar

se sabe que el que busca encuentra

pero… dejad a la barca tintinear:

en la hierba el modelo se atormenta.”

 

 

 

 

LOS SILBATOS DE LOS MILICIANOS

 

La servidumbre en huelga.  Asqueando

la basura descolorida y polvorienta,

las noches saltan hasta que se hace claro,

con los músculos por encima de la cerca.

 

Alborotan en los olmos, bajan,

sin detenerse, desde los árboles.

Se alzan:  detrás de las vallas

la maldad del norte gris se pone.

 

De pronto –de los jardines donde tus ojos

sólo anochecieron, desde la gentil alma

de tu oscuridad, igual que un gobio,

el silbo se esparce, sacado del agua.

 

Por el miliciano apretado

en el puño, cómo tira de las agallas

y la garganta y el ojo, desviado

hacia atrás como el pez se alza.

 

De plata estremecida

estridente grano de guisante,

tal mañana, humedad con vida,

tras el vallado tal estrella errante.

 

Y allí donde el este palidece

de la tisis del Tívoli estival,

el silbo revuelto fenece

en el polvo agónico final.

 

 

 

 

UN ALBA TODAVÍA MÁS SOFOCANTE

 

Muy temprano las palomas arrullaron

en nuestra ventana.

En los canalones,

como mangas de camisas húmedas,

se entumecieron las ramas.

Lloviznaba.  Ligeras de equipaje,

pasaron las nubes por la plaza polvorienta,

en un puesto del mercado tristeza,

temo que la mía,

acunando.

Les supliqué que se detuvieran.

Pareció –que se detendrían.

El alba fue de azufre, como la rencilla en la arboleda

como presos en algarabía.

 

Supliqué que se acercara la hora,

cuando tras vuestras ventanas

tal montañas nevadas

la palangana se alborota

y los trozos de canciones rotas,

en fuegos dormidos mejillas y frentes

en el cristal caliente, como hielo,

en las consolas deja su deshielo.

Pero la altura tras el murmullo bajo la bandera

de las nubes viajeras

no escuchó mi ruego

en el silencio nevado,

tal capote calado,

tal el polvoriento resonar de la trilla,

tal en la arboleda la estruendosa rencilla.

 

Y yo les supliqué-

-¡No me torturéis!

No puedo dormir.

Pero –lloviznaba y pisoteando

pasaban las nubes por la polvorienta plaza,

como los reclutas por el caserío de mañana.

No una hora, ni un siglo tartaleaban,

como prisioneros austríacos,

como un estertor silente,

como un estertor:

“Hermanita,

Bebe.”

 

 

 

 

MI HERMANA LA VIDA

 

Mi hermana es la vida y hoy desbordante

todo lo destroza en lluvias de primavera,

pero los gruñones con dijes arrogante

y cortésmente pican tal serpiente avenera.

 

Y tienen los viejos razón de sus enojos.

Tu razón ciertamente en sonrisa se queda:

que en la tormenta son lila los céspedes, los ojos,

y el horizonte huele a húmedas resedas.

 

Que si en mayo el horario, salidas y llegadas,

en la línea kamichinska lees en el cupé,

más grandioso es que las Escrituras Sagradas

y el negro de tormentas y polvo canapé.

 

Que si tropieza chirriando el freno certero

con aldeanos tranquilos que su vino adormece,

de las literas miran, “no es mi apeadero”,

y el sol en el poniente de mí se compadece.

 

Por tercera vez salpicando la campanilla nada

tal insistente excusa: “Lo siento, aquí no era”.

Bajo la cortina viene oliendo la noche quemada

y a los astros se derrumba la estepa en escalera.

 

Dulce se duerme aunque se guiña y pestañea,

Y tal fata morgana dormida está la amante,

al par que el corazón por las planchas chapalea,

por las puertas del vagón se derrama estepa adelante.

 

 

 

 

Boris Pasternak
Mi hermana la vida
Ediciones Alfar
Sevilla, España, 2000

 

Boris Pasternak Mi hermana la vida

 

Boris Pasternak (Rusia, 1890 – 1960). Poeta y novelista. Considerado uno de los cuatro grandes poetas rusos de la primera mitad del siglo XX, junto a Anna ... LEER MÁS DEL AUTOR