Casi iguana
Tiempo
…sin tiempo para pensar en el tiempo.
Nuno Júdice
No tenemos tiempo
para pensar en el tiempo;
nuestros días
transcurren sordos en afanes
de materias opacas:
sombras de inquietudes
que hurtan al cuerpo
del sol,
de los bocetos de nube
que lanzan para nadie
sus adivinanzas en el cielo.
Un cielo donde ni la lluvia
nos moja, ni los pájaros
vuelan ya
para nuestros ojos ciegos.
Nacimiento alado
En un instante
las cosas que no existen
se acercan a un centro incandescente
que las convierte en tacto y en oído.
Una roca se desprende en la montaña
un halcón avanza
y una paloma conoce su última visión del cielo.
Entonces las palabras
se deslizan entre sombras
y llegan del aire o del alba,
rumor de sílabas o ramas,
y son el grito del halcón
o la última mudez de la paloma.
Sueño de la estatua
La estatua acecha mientras las sombras duermen
entre el silencio y la luz petrificada.
Perderse en el eco de sus pasos,
en su mirada hermana del insomnio,
en el rostro cubierto
por el blanco grito
que su sangre domina en los espejos.
El eco, fugitivo de su sombra,
labra este sueño cien veces en mis dedos.
La estatua ya me alcanza,
desnuda al fin de eco de sí misma,
dormida para siempre
en la cárcel de mis párpados cerrados.
Tu rostro
De los enigmas del mundo
elijo tu rostro, cifra y sueño.
En la orilla del silencio, en los milenios
somos solo un silencio,
un gesto de los días,
pero en tu rostro contemplo
los infinitos seres que en ti han sido,
las constelaciones, las mareas,
los naufragios que habitan en tu sangre,
las estrellas que fueron necesarias
para inventar el cielo que, una noche,
ambicionó que tus labios existieran.
Casi iguana
El ser de la iguana
quizá no sea tan diferente
del mío, salvo
por la visible corriente de sudor
que atraviesa mi frente,
labios, mejillas y espalda,
cuando inmóviles las dos la miro.
(Ella suda por dentro,
la recorren ríos de piedra y fuego,
paraísos de sangre vegetal
y hondas cañadas.)
Si camino lentamente
imitando su tranquilidad,
su reposo al sol de los cuarenta grados,
tal vez me acerque lo bastante
para mirar sus escamas y su cresta
tornasol y orgullosa, culminación
del muro entre jardines,
escultórico ladrillo,
antes de sufrir
un golpe de sol que me revele
que somos las dos criaturas frágiles,
sí,
combinación de idénticas formas esenciales
–es seguro–,
pero de familias distanciadas
por divergencias ciertas de temperatura.
El sol de la tarde cruza
su larga espalda,
prolongándola en la barda.
Sigo mirándola,
y casi iguana a veces
me siento a compartir
su concentrado aspecto
de esfinge tropical.
sus pensamientos verdes,
rojos, amarillos,
pero debo decirlo,
a salvo ya
en esta sombra protectora.