Blaise Cendrars

Blaise Cendrars
y Panamá como aventura poética

 

 

Por Giovanna Benedetti*

 

C’est le crach du Panama qui fit de moi un poète!
Blaise Cendrars

 

En 1918, una pequeña editorial parisina que dirigía el escritor Jean Cocteau, puso en circulación 500 ejemplares de una extravagante obra poética que no podía sino llamar la atención. Era un librito impreso en octavo, con un doblez vertical por el medio, de modo que su formato pudiera plegarse y semejar una guía de viaje. La cubierta, brillantísima, repetía verticalmente el mismo motivo marinero en rojo, azul y blanco, y decía lo siguiente:

Le Panama ou les aventures de mes sept oncles
Blaise Cendrars
Paris, 1918
Éditions de la Sirène 12 bis Rue de la Boëtie

Esta singular publicación —que fue recibida al momento con el entusiasmo anticipado— era la obra de un trotamundos cultísimo, nacido en Suiza, políglota, viajero precoz y lector absoluto; un escritor cosmopolita, iconoclasta, con cara de boxeador enternecido, a quien un obús había arrancado el brazo derecho en la reciente gran guerra. Un poeta vertiginoso, atrevido, innovador (tanto o más, incluso, que el mismísimo Apollinaire), y tan lleno de ingenio creativo y manifestaciones insólitas, que era fama que había conseguido encarnar —literalmente— en su propia alegoría: la de ser la “brasa que arde desde la ceniza; pues no escapaba a nadie que aquel seudónimo que Frédéric-Louis Sauser se había dado a sí mismo: “Blaise Cendrars”, no era más que una suerte de eufónico anagrama de las palabras francesas “braise” (brasa),“cendre” (ceniza) y “ardre” (arder).

¿Pero qué se traía con Panamá? ¿Quiénes eran esos siete tíos y de qué iba la aventura?

Le Panama ou les aventures de mes sept oncles (Panamá o la aventura de mis siete tíos), es un larguísimo poema de quinientos diez y nueve versos, de aliento épico y trasfondo autobiográfico, donde Panamá (pero no el país —hay que advertirlo— sino el escándalo de la quiebra del canal francés: le crach du Panama), sirve de hilo conductor a una cautivante historia lírica, llena de evocaciones y aventuras, en la que se mezclan nostalgia, exotismo, fábula y leyenda. Una exuberante película literaria, pródiga en originalidad, intriga, sátira y humorismo, transmitida en un estilo que evidencia las novísimas incursiones estilísticas de las que Cendrars es portaestandarte, con sus juegos de acrobacias lingüísticas, su peculiar poética “elástica”, y sus figuraciones simultaneístas y cubistas.

El poema articula un relato tan insólito como fascinante a través de una sarta de peripecias que se originan en la debacle financiera francesa de la Compañía del Canal de Panamá en 1889, y que lleva como protagonistas a siete hermanos de la madre del narrador poético (de ahí los siete tíos), obligados a echarse al mundo luego de le crach du Panama. Estos siete tíos, que por alguna curiosa razón responden todos al mismo nombre colectivo: “Alfred”, se comportan como una unidad, no obstante el hecho de que individualmente parecen ir encontrando destinos disparejos, según se deduce de todas esas cartas “tachonadas de sellos exóticos” que suelen recibirse en casa de la hermana, procedentes de la Patagonia, de Colorado, de Texas…

La ficción de esa parentela desterrada, le permite a Cendrars sumar y dividir los contrastes de su propia trashumancia, utilizando a Panamá (un Panamá metafórico) como prisma reflector. En el poema, este artilugio funciona elegantemente como un doble punto de ruptura: el de quiebre emocional y el de la quiebra económica. Esto le da una sorprendente interacción de planos que el poeta maneja con gracia y desenvoltura, haciendo gala estilística del simultaneísmo. Es decir, entrometiendo miradas alternas y documentos laterales al texto en un afán por lograr, estéticamente, ese valor múltiple que los pintores cubistas obtienen al descomponer sus imágenes o al añadir objetos circunstanciales y efímeros. En Le Panamá se incluyen alrededor de cincuenta esquemas gráficos de rutas de trenes y hasta una noticia comercial.

Esta atrevidísima creación poética es sin duda reflejo de una época alucinada por la configuración de nuevos iconos y símbolos: la velocidad, el automóvil, la aviación, los inventos cinemáticos y fonográficos, las proezas de la ingeniería… Semejante concomitancia tenía que impresionar estéticamente a todas las vanguardias; pero quizás solo en Cendrars consigue otra vuelta de tuerca, al quedar amplificada por su peculiar conciencia geográfica. Y es que Blaise Cendrars, hay que repetirlo, es un hombre esencialmente itinerante, movible, “elástico” (de ahí el mote que da a sus poemas); alguien que sufre una perpetua sed de espacio y pretende abrazar a la vez todos los hemisferios: dárselo todo de golpe y no una cosa tras otra.

 

La aventura de Panamá encuentra un nuevo tío

En 1923 la aventura de los siete tíos aparece publicada nuevamente junto a otros dos poemas largos: Les Pâques à New York, de 1912, y el abolutamente fantástico La Prose du Transsiberien et de la petite Jehanne de France, que en 1913 ya había circulado impreso en una sola hoja plegable de dos metros de altura, ilustrado con los “colores simultáneos” de Sonia Delaunay.

Tocaba entonces saltar la barrera del idioma, y la primera propuesta de traducción al inglés llegó en 1930, de parte de uno de los mayores escritores del siglo XX: el estadounidense John Dos Passos, autor de la importante novela Manhattan Transfer y de la trilogía que incluye The Big Money, The 42nd Parallel y Nineteen Nineteen. Dos Passos, amigo cercano de Hemingway, era parte de aquella famosa “generación perdida”, que entre ambas guerras vivió repartida en en Europa, teniendo mayormente por epicentro a París.

De ascendencia portuguesa, John Roderigo Dos Passos dominaba con fluidez varias lenguas latinas (principalmente español, pues había estudiado arquitectura musulmana en España). Tenía además una excelente habilidad artística para el dibujo y la pintura, por lo que no solo se empeñó en traducir el poema, sino que le añadió una colección de estampas a cuatro tintas coloreadas al agua, que elaboró a partir de fotografías del Canal de Panamá.

Dos Passos, quien llamaba al ilustre manco el “Homero del Transiberiano”, comentó que su interés como ilustrador había sido añadirle “un poco de color marginal a las poderosas metáforas de Cendrars”; pero lo cierto es que se le fue la tinta, y acabó inventando cosmogonías pictóricas que el poema sinceramente no imagina. Sus briosos y elegantes dibujos no se relacionan con los momentos expresivos del texto cendrarsiano —que gira, recordémoslo, alrededor de la quiebra de la compañia francesa del canal de Panamá—, sino que crean una constelación de figuraciones inéditas y de símbolos de un Canal de Panamá “norteamericano”, con sus grandes buques, sus esclusas mecánicas y sus compuertas acuáticas, que nada tienen que ver con las andanzas de los tíos y sus remotas aventuras ocasionadas por aquel crac du Panama de finales del siglo XIX. Pero allí quedan, para delicia de los bibliófilos.

 

Como una brasa en las cenizas

Blaise Cendrars murió en 1961, a los 74 años, luego de haber hecho del mundo un gran pañuelo creativo. Movilizó las vanguardias, influenció a los surrealistas, renovó la prosa francesa, introdujo el cine en la literatura, fue innegablemente el precursor de los Alcoholes de Apollinaire (y quizás de sus Caligramas…), experimentó con películas móviles, fue un poeta visionario y un avanzado novelista, diseñó sorprendentes estructuras escénicas, compuso coregrafías musicales para los ballets rusos y suecos, se apasionó por la cultura africana y fue el primero en reunir sus tradiciones orales en una “Antología negra” en 1921.

Viajero infatigable, dicen que conocía todos los trenes de Europa por su chasquido sobre los rieles, y que el ser manco no le impidía saltar sobre un vagón en marcha, ni conducir un automóvil deportivo, ni conseguir trabajo como peón en la construcción del canal de Panamá… Tuvo que adiestrar su mano izquierda para escribir mientras pasaba de la California a Lisboa (por la vía del istmo), o de Nueva York a Vancouver (otra vez por Panamá), o iba de la Amazonia a Buenos Aires, o de Moscú hasta la Conchinchina a bordo del transiberiano, o exploraba a pie Brasil (su querido “Blaisil”) a donde iría varias veces invitado por los modernistas de São Paulo.

Henry Miller, quien lo admiraba hasta la reverencia, lo describió como el Marco Polo de las letras; alguien que se aventuró a dar la vuelta al mundo, varias veces, para encontrar su propia voz en la literatura. Una literatura tersa, como forjada al fuego, que el mismo Blaise Cendrars se atrevió a comparar con un incendio “que misteriosamente hace arder asociaciones de imágenes antes de reducirlas a brasas crepitantes y a cenizas”.

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*Giovanna Benedetti, poeta. narradora y ensayista, nació en la Ciudad de Panamá, República de Panamá. Es doctora en derecho, con especializaciones en Derecho de Autor y Derecho de la Cultura y miembro correspondiente de la Academia Panameña de la Lengua.
Ha obtenido, en seis ocasiones, el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró (máximo galardón literario de Panamá), por su obra narrativa, poética y ensayística. Es, además, Premio Internacional de Periodismo José Marti, 1992 (La Habana, Cuba).
Ha publicado, entre otras obras: La lluvia sobre el fuego (cuentos, 1982); El sótano dos de la cultura (ensayos, 1985); Entonces, ahora y luego (poemario, 1992); Entrada abierta a la mansión cerrada (poemario, 2006); Música para las fieras (poemario, 2016); Vértigo de malabares (cuentos, 2017); Después de los objetos (poesía reunida, 2018-19).
Reside desde hace más de una década en San Lorenzo de El Escorial, Madrid, España.

blaise cendrans panamà

 

Blaise Cendrars (1887- 1961), cuyo nombre real era Frédéric-Louis Sauser, fue un escritor suizo en lengua francesa que adoptó la nacionalidad france ... LEER MÁS DEL AUTOR