Berman Bans

Testamento del viento

 

 

 

 

ANAMNESIS

 

Cada mañana te enfrentas a tu eco

y ensayas tus siete sonrisas solitarias.

Instrumentos afinados, dulcemente agresivos,

tus dientes en hileras ligeramente indisciplinadas,

desde la severa tiniebla intentan sus ardides

una y otra vez y otra y otra

como el suicida que retorna derrotado en cada intento fallido,

más desolado que nunca ante la tarde

de la cual ya no puede despedirse.

El agua muerta del espejo te devuelve

balbuceando la saliva del deseo,

y la semilla perdida de tu canto regresa en tímidos siseos

aún intraducibles,

pero el iris de tus ojos es una ciega telaraña

transitada por hormigas luminosas

ante la fuente que fundamenta el clandestino rumor

de nuestras voces transitorias.

¿Quién es el perro que nunca calla

con el maldicionario de espumas en la boca?

¿De quién es ese eco

que asciende impasible turbado apenas por fugaces ondas?

Tal vez nadie está soñando con el agua.

Tal vez nadie está mirando a solas.

El ojo de agua sigue en su templo líquido

contemplando tus fallidos gestos de calavera insólita.

Alguien desterró todos los espejos de los monasterios

para asesinar al yo en la tregua de las aguas,

al otro lado de nuestras palabras cenagosas.

Cada mañana te enfrentas a tu rostro, cada vez menos “yo”

y más el “otro”

la navaja desechable arando inofensiva el verdoso vello

para recordar la hierba seca que al atardecer

será cortada entre las sombras.

No te preguntes si has llegado tarde al sepelio del lenguaje.

No preguntes si tu nombre suena o no

a un terco vuelo de ciegas palomas.

Cada mañana oscura emprende alegres funerales

celebrando a mensajeros ahogados en oscuras ceremonias.

 

 

 

 

OBITUARIOS

 

Anotaciones barruntadas bajo signos de agua,

lo que se posee y nos desposee

entre barcas de pescadores pudriéndose a sus anchas.

El humor negro de las mujeres

metidas hasta la cintura en espuma sucia,

sus bocas oráculos de la diosa blanca,

sus lenguas sagrarios de la religión impura

que ávidos muchachos buscaron dando tumbos

en noches absurdas de puertos desolados

entre dormitorios comunitarios y túmulos de

famosas sepulturas.

¡evohé, evohé!

graznaron las gaviotas mientras abordaban la

espuma de las olas.

Y nosotros, poseídos por la tristeza de muelles carcomidos,

ignorábamos la voz del mar

cuyo salitre continúa corroyendo nuestros huesos

a pesar del calendario cristiano

y los célebres rostros de nuestros héroes muertos.

 

 

 

 

ECCE CORPUS

 

Mañana no hay nadie.

Tu cuerpo no permanece en los ruidos tras la puerta,

ni en la vieja cerradura que hiriera nuestras manos:

copas vacías de cualquier promesa.

Mañana no hay nadie.

Es ahora la hora de nuestra muerte,

tu cuerpo regresa apenas tatuado de signos solares,

al intensamente incesante momento de tu presencia:

cuerpo (vino y pan y ágape)

cuerpo desnudo entre ondulantes tumbos,

frágil blancura intransitable,

desierto silencioso extendido en ondas de satinadas telas.

 

 

 

 

BAILE PARA INVOCAR LA LLUVIA

 

Danzando sin motivos en el charco de estériles nostalgias

empecé a afeminarme

como diría mi padre y el padre de su padre

hasta el asombro de los espejos en ruinas

donde se esculpen nítidas escenas del niño duro de matar

atento a la sintaxis de los insultos

o a la inútil pesantez de los nudillos.

Así descubrí, alejándose en los ojos de ese niño,

al hombre de los viernes asido a su sombra,

renuente a viles paraísos,

transitando desnudo, y sin adioses, por el ocre

yermo de los días

hacia lentas noches de silencios insectívoros.

 

 

 

 

QUE ME VINIERA

 

Que me vinera la muerte nuestra

desde mi costado, no me lo esperaba,

medusa de los días rotos, quebrados

como espejos de aguas inservibles.

Aquí no habrá lugar para la anécdota,

ni un Picasso con guitarras a regañadientes

en el podrido abrevadero de labios

y orejas y narices. Ni siquiera tus ojos,

llanura de espejismos para el desamparo.

Solo el azul período corriendo por las venas

de tus piernas, alzado contra el fuego

que nos maldijo en esa playa,

vomitadero de espuma, azul marino

de la rabia nuestra. Mel et lac sub lingua tua

en el silencio de dos manos que se sueltan

para siempre

en medio de la nada calcinada

sin reclamos, sin promesas de regreso

a ningún génesis.

 

 

 

 

TESTAMENTO DEL VIENTO

 

El viento que apagó tantas velas

agita las cenizas buscando brasas.

Pastor de nubes, ¿No te bastaron

los escombros que a tus órdenes

dejaron en las calles nuestras llamas?

Por los callejones del barrio árabe

pasa el viento tañendo flautas.

Mi aliento sopla las cenizas.

Un par de piedras arden

como arde el hambre en las entrañas.

Sólo tenemos nuestra voz

confundida entre la brisa

de los muertos y el torbellino de hojas

aventado en la borrasca.

Ahora me embiste la desnudez del aire.

Nadie ve venir la tempestad

a galope sobre las ruinas de las casas.

Seremos brizna crepitante entre los dedos

o el último rescoldo que alguien sopla

contra el imperio apacentado de la nada.

 

 

 

 

OFICIO

 

Que fueras de calcio y fósforo

para perdurar más allá de mi muerte

a una velocidad considerable,

aunque imperceptible,

tejido viviente, fósforo calcinante,

danza nudista en los ojos del hipócrita

que dijo Charly B.

máscara de ayer y hoy

pero hambrienta de instantáneos fogonazos

del otro lado de los zumbidos

entre el yunque y el martillo transgresor

de donde viene sin traicionarse

la palabra

hasta las cuencas protectoras,

cavidades óseas, música en imágenes,

eidolas para el cartílago

venidas del hueso libérrimo

en la base de la lengua, relámpago y fundamento,

sola criatura para el meditatio mortis,

monje en llamas

de los que han de venir

buscando el suministro tenebroso

para incendiar la noche con antorchas

humanas, bestias aullantes,

en nuestro oficio de tinieblas,

rito clandestino para la intensidad del instante,

efímero alarido en boca

de Altazor.

 

 

 

De Huésped de tu sombra, 2017.

 

Berman Bans (Managua, Nicaragua, 1976). Fraile capuchino y escritor. Es Graduado en Filosofía y Humanidades por la Universidad Católica de Costa Rica. ... LEER MÁS DEL AUTOR