Augusto Rodríguez

El agua que recorre tu cuerpo

 

 

 

 

 

Contar nubes es una profesión antigua

Contar nubes es una profesión antigua
que te llena la retina de oro.
Cada nube (sobre todo en mi ciudad)
tiene una forma antigua
que vale la pena observar.
Las nubes se esconden de otras nubes
saltan como toreros entre la sangre
andan en caballos por los campos
gotean vidrios de aire.
Miramos las nubes para ver si alcanzamos
a ver el rabillo de un ángel o descubrir
la casa de Dios.
Cada niño sabe que una nube le pertenece
y la cuida, quiere tocarla y masticarla
como pan de azúcar.
Cada nube trae su propio idioma
y sus recuerdos intactos.
Quiere enseñarnos una parte oculta
de nosotros mismos.
Sabe que el destino humano
está ahí, debajo de sus vértebras.
Cada nube lleva su antorcha y su río seco
a las espaldas.
Navega en calles silenciosas
y poco traficadas.
Cada nube es como una fruta madura
que se sumerge
en la mermelada del tiempo.
Depende del lector atento
saber descifrar lo que nos diga
y que nos ilumine
con su lámpara de algodón.

 

 

 

Rituales de baño

Compra flores de varios tamaños y colores.
Cada flor le promete el paraíso,
pero lo que quiere es encontrar la paz
del otro lado de esta bañera.
El agua cae de la ducha como si viniera del cielo
traída por ángeles dormilones, y alegres.
Un jabón negro para expulsar
el veneno que lleva su piel.
Las flores le alegran el día, el baño
y los orificios de la nariz.
El agua va quitando la tierra,
los muertos que le anteceden,
el vacío de la cigarra. De arriba abajo.
La espuma va llenando la piel herida.
Tiene miedo de que ogros lo lleven a otro sitio.
No hay espacio para la fe.
Las hormigas le acompañan en el ritual
como si fueran testigos silenciosos
de una experiencia religiosa.
El agua va dejando todo en su sitio original. Reza.
Pide por los vivos y por los muertos.
Por las almas en pena que no encuentran su sitio,
su origen o su nuevo camino.
Siente pena por ellos, y la pena crece,
se disuelve y se marcha del baño.
El agua cae como si cayera de otra vida,
de otra esfera, de un río imaginario
que nace en el baño.
Tantas lágrimas derramadas
en este pequeño paraíso
y no hacemos nada para remediar el dolor
y las ganas de morir.
Tanto suicida en potencia,
tanto dolor encarcelado entre rufianes.
Tanto dolor que se marcha al ritmo
de una suave música
que solo un animal salvaje puede escuchar.
El agua pone todo en su sitio,
tarde o temprano, se repite.

 

 

 

Los juguetes poseen vida propia

Los juguetes poseen vida propia y salen en las noches a destruir sueños infantiles. Les gusta asesinar niños que no tienen cama, sábanas, ni guarida. Los juguetes se meten en sus cabezas y lanzan misiles como en Siria. Los niños no lo saben, pero los juguetes son sus pequeños rivales: quieren ahogarlos, golpearlos, atosigarlos con preguntas vacías. Quieren matarlos en el sigilo de la noche, pero los niños duermen y no se enteran de nada. Sacan cuchillos de plástico y les atraviesan el corazón. El corazón de un niño es como una roca dura bajo la tormenta. Los juguetes esconden sus pertenencias para que los padres castiguen y golpeen a sus hijos. Los juguetes son como hermanos menores muy envidiosos. Padres, no compren más juguetes para sus hijos. Niños, no jueguen más con ellos. Están durmiendo con el enemigo.

 

 

 

El agua que recorre tu cuerpo

Un poema sin tiempo para Efraín Jara Idrovo

A veces cuando te veo dormir
me pregunto:
¿cuánta agua recorre tu cuerpo?
¿cuántos ríos se desbordan
desde tus piernas
y el orificio de tu boca?
A veces cuando pienso
que estás durmiendo lejos
sin mí
allá en Cuenca
veo a Efraín Jara Idrovo
caminando
por las islas Galápagos
buscando con sus ojos destruidos
a su hijo muerto
en la arena o debajo del mar
y a veces creo que ese hijo
sin vida nace de tus piernas
otra vez
escondido del mundo.
Te imagino caminando
a orillas del Tomebamba
pero ahora su líquido
no me alcanza.
Me vuelvo a preguntar:
¿cuánta agua recorre tu cuerpo?
¿qué hago con esta hambre
que me devora
con toda esta sed que viene de ti
de tu más profundo interior
y que no puedo saciar?

 

 

 

Las herencias de Hemingway

Ernest Hemingway
era un famoso novelista que escribía
después de amar o de bañarse en el mar.
Se casó, tuvo bellos hijos y hermosos nietos.
Un día sin aviso agarró su escopeta
de cazar animales de África
y se disparó en la sien.
Un día sin aviso su hija
y la hija de su hija siguieron el ejemplo.

 

 

 

Herederos de una mala traducción

Somos herederos
de una mala traducción.
Nuestros antepasados no supieron
describirnos ni supieron
mostrarnos la ruta.
Nuestros abuelos de los abuelos
no supieron marcar
con tinta roja o con sangre
el camino que debíamos seguir.
Ellos se quedaron bebiendo
en el bar más cercano
o rezando
en una lengua extraña
dentro de una iglesia.
Nuestra lengua fue impuesta
de guerra en guerra
de batalla en batalla.
Una bala significa sí
dos balas significa dos
tres balas significa nunca.
No nos dieron tiempo para leer
el diccionario de nuestra raza.
La mala traducción
vino desde el inicio
nuestra lengua es el resultado
de una hoguera de vanidades.

 

 

 

En Waterloo al mando de Napoleón

Los hombres
se congelan de frío
como en Waterloo
al mando de Napoleón.
La muerte con sus garras frías
sujeta los cuerpos
y los arropa de nieve
con su manto de huesos.

 

 

 

Un esclavo en la basura

Mira para todos lados. Es posible que te estén espiando. Trata de mantener el aliento. No toques el cuerpo. Ponte guantes. No te preocupes por el olor de la basura y por el cuerpo expuesto todos terminaremos en descomposición. Lo más seguro es que fuera asesinado. Dudo mucho en algún tipo de suicidio. Mira los indicios del cuerpo. Si hay sangre todo es más fácil. Si no la hay, lo más seguro es que se tratara de cortes internos y están tapados por la ropa y los escombros. Mira sus manos: ¿qué dicen sus manos? Mira sus pies: ¿todavía tiene zapatos o ya se los robaron? Si tuviera billetera sería más sencillo, empezando si es que existieran papeles de identidad. Ese cuerpo ya no de la persona que aparece en la identificación es un trofeo más de la muerte y la basura que campea en la ciudad. Es mejor que sujetes el cuerpo o que lo intentes mover. Sería mejor si llamaras a la policía para reportar el hecho y se llevasen el cuerpo, pero lo más seguro es que te dirán que tú eres el asesino y que debes acompañarlos para declarar y que todo lo que digas va a ser usado en tu contra. Así que no digas nada. Duerme la lengua. Trata de no respirar, no dejes huellas. Eso es trabajo de detectives forenses y policía y tú no eres policía. No dejes huellas. ¿El cuerpo tiene los ojos abiertos o cerrados? Si están abiertos todavía busca el aire de la vida, un respiro de vitalidad, un rezo nocturno. Si están sus ojos cerrados ya duerme cuerpo adentro, su alma se fugó a su interior y no es posible verla ni sentirla se escondió como una tortuga en su caparazón. Y la ropa, cómo es su ropa da señales o pistas de su trabajo a qué se dedicaba, su profesión. Seguramente era un hombre que soñaba mucho… Lo mataron por soñador o porque era testigo de algo o de alguien o porque no se portaba bien y la mujer se vengó, el amante o el esposo de la mujer, hay de todo en este mundo de basura. Pero de seguro, tú, eres el asesino. Pasarás el resto de tu vida contando hormigas en una cárcel del estado sin fianza y sin derecho a un abogado. Tu destino será el infierno. No corras, ASESINO, que allá viene la policía.

 

Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979). Periodista, editor y catedrático. Doctorando en Lenguas, Textos y Contextos de la Universidad de Granada. Autor ... LEER MÁS DEL AUTOR