Arturo Hernández González

Una palabra

 

 

 

 

Directiva ministerial 029 de 2005

Como en contrabando de miserias hartas
vuelve uno a pasar los ojos por la crónica:
La ropa, la suma de las inalteradas huellas,
el eco fragmentado de los huesos, la criba,
lo absurdo, la carroña material de las falacias,
el exhaustivo acomodo de la muerte, el drama.

Y entonces cae un digito que muela todo.
Reduce lo infinito del dolor y de la ausencia,
a un solo breviario de inciertas dimensiones
que consigna las masacres como algo lógico.

Pero el poema que dice lo que calla la palabra
recupera los perdidos rostros, de lo inaceptable.

 

 

 

Víctima

Intentó esconder
la pesada moneda de su sangre,
postrando su alma
ante las criaturas de su pensamiento.
Caminos de tierra, patios de escuela,
conventos y noches desnudas,
fueron lugar suficiente para casarlo con la muerte.
Sus asesinos hablaban una lengua
mal aprendida en libros, en plazas y deshecha después
en el barro y la montaña.
Le dispararon buscándole la boca.
Palabras no hubo más.
El roto corazón de la materia no abundó como los días.
La cruz que le debían, la olvidaron.
La tumba está perdida entre los himnos de la patria.
Solo la lluvia la visita para hacerla florecer.

 

 

 

Verdugo

Sabemos el porqué de la tristeza
que ensuciaba las campanas,
cuando por órdenes de arriba
no podían doblar.
De las víctimas
(más de 100.000 y todavía contando[1])
no se sabe aún su dónde, su cómo ni su hasta cuándo.
Concluimos que la enumeración
de los arrebatados trabajos de la muerte,
debería ser considerada un crimen
y no solo un testimonio.
Pero al desconcierto de los masacrados
de nada sirve la procrastinación.
Dejad hablar entonces al verdugo.
Quizá lleguemos a saber
sobre qué dolor incognito nos paseamos,
sobornados con el leteo sofisma
del cese de la horrible noche.

 

 

 

Una palabra

Con la frente en el abismo sin saberlo”.
María Mercedes Carranza

Una palabra te llevó
más allá del extravío.

Sólo el silencio te ha devuelto
al dulce dolor de tu presencia.

Una inútil palabra que podría,
como oxido de sílaba desnuda
como canto inexorable de la nada
como ahorro inexhausto de la vida

como tristeza malcriada y derruida
saber mejor que tú que no alcanza
el ruido de las letras solamente
para hacer del paraíso El Paraíso,

porque para el Poema somos poco
más que una embarcación de hueso.

 

 

 

Nota

1.Según el Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia, más de 80.000 personas fueron víctimas de desaparición forzada entre 1970 y 2018. Cálculos correspondientes al mismo periodo de tiempo, establecen una aproximación de más de 24.500 víctimas civiles, como producto de masacres en el país. La Jurisdicción Especial para la PAZ (JEP) estima que podrían censarse más 15.000 víctimas de ejecuciones extrajudiciales desde 1979 ya que no es infrecuente que se descubran nuevas fosas comunes relacionadas con este tipo de práctica cada año.

Arturo Hernández González Poeta, docente, traductor y escritor colombiano. Su obra poética ha sido ampliamente difundida y publicada en reconocidos medios hispanoame ... LEER MÁS DEL AUTOR